Reseña La América del odio de Jon Sistiaga

 

Por Miguel Ángel Albújar Escuredo

Hace poco ha sido noticia la agresión a unos estudiantes universitarios de la Universidad Complutense de Madrid por parte de unos manifestantes extremistas. Más allá de los detalles intrahistóricos, resulta inquietante la penetración de la violencia dentro del espacio universitario, sobre todo si tenemos en cuenta que el lugar de mayor densidad cultural, ya sea esta científica, humanística o moral, se ha contagiado de la virulencia de un tiempo social y político contrarreformista. A consecuencia de este episodio de prognosis, creo relevante reivindicar el documental realizado por Canal Plus, escrito y dirigido por Jon Sistiaga (Irún, Guipúzcoa, 1963), titulado muy acertadamente a mi juicio: La América del odio. El periodista de tristemente conocida trayectoria realiza una exploración al interior de los Estados Unidos, geográfica y síquicamente, exponiendo al espectador un comportamiento del país poco conocido cuanto menos.

Sistiaga vehicula su documental como si de un road trip se tratara, en forma de periplo de descubrimiento de las asociaciones/milicias más peligrosas de USA. La primera, la Michigan Militia, sin embargo, se utiliza a modo de ejemplo de cómo no todas ellas padecen del gen del odio, aunque si de la chifladura simpática rayana en la paranoia. El reportero guipuzcoano, junto a sus compañeros cámaras, sigue una ruta que los lleva a visitar varios Estados y a entrevistar a miembros relevantes de grupúsculos extremistas y racistas, tales como el National Socialist Movement, el Ku Klux Klan de Arkansas y la Aryan Nation. El autor del documental subraya las relaciones entre extremismo racista e integrismo religioso, dispensando parte de la duración en una visita a un parque temático dedicado al proselitismo del creacionismo y al descrédito del darwinismo.  Todo teñido de un ridículo muy entretenido si no fuera escalofriantemente real.

Me tomo la libertad de recomendar visionar al menos la escenificación ritual, entre paródica y grotesca, de los caballeros del Ku Klux Klan de Missouri de la que es testigo Sistiaga: La vacuidad y afectación de los individuos que toman parte en ella, pese a derrochar repulsión y lástima a partes iguales, deja un poso de intranquilidad al saber que en el fondo, más allá de sus excentricidades político-religiosas, no tratamos con marcianos sino con seres racionales enfebrecidos de una fe propensa a la destrucción y a provocar el sufrimiento ajeno

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El documental de Jon Sistiaga, una vez digerido, nos advierte de las mutaciones indeseables que pueden aquejar a una sociedad democrática, si no se cuidan los canales de comunicación con los ciudadanos y se da respuestas efectivas a sus peticiones. Algunas de las reflexiones hechas por los miembros de estos grupúsculos, las referidas a un cierto victimismo anclado en el pensamiento cautivo y conspiranoide, en realidad no son más que peticiones de ayuda ante situaciones vitales límite. El hecho de que una democracia no sea capaz de reciclar aquellos de sus miembros que llevan una vida infeliz, o que no obtienen satisfacción de su modo de existencia, provoca sentimientos encontrados, de agravio, explosiones de rabia… Que acaban por desembocar en fenómenos que pueden llegar a ser masivos, como la malformación del partido griego nazi Aurora Dorada. Otro de los fenómenos que delatan la asfixia de determinados ciudadanos, plastificados bajo una sociedad desoxigenante, son los endémicos disturbios que aquejan a muchas de las capitales europeas: Londres, París, Estocolmo, etc.

No es ningún secreto que la inoculación del odio apelmaza la base necesaria para la mayoría de agresiones a gran escala hacia el diferente, dialécticas o físicas (consecuencia irreversible de las primeras). Las de carácter dialéctico ya se están dando en España, véase el ejercicio de cinismo del Presidente de Gobierno, Mariano Rajoy hace poco: sobre las cuchillas de la vaya de Melilla, Rajoy afirmó: «No sé si pueden afectar a las personas». El combate contra la simplificación, la mentira y la demagogia debe ser la gran tarea democrática de nuestro tiempo, que solo se puede emprender mediante el Demos y la ética ciudadana. Por ello, una mayor trabajo en universidades y escuelas hacia la sensibilización y toma de conciencia de esta realidad desasosegante, la píldora que ofrece Jon Sistiaga es ideal en tanto vacuna temprana contra el odio, se hace absolutamente necesaria, cuanto más en una época de crisis y recesión económica, pero también y sobre todo democrática y moral.

 

PD: Pido perdón por enlazar a las páginas webs de estas asociaciones, mi última voluntad es hacer apología del odio y el rencor. Pese a todo, considero útil tener acceso directo a los textos que defienden sus miembros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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