ESCRIBIR EN TIEMPOS REVUELTOS O COMA MIERDA

Por Carmen Moreno. Que España es uno de esos países extraños en los que el intrusismo laboral no sólo está bien visto, sino que se acepta como lo más normal del mundo, es algo que ya sabemos de sobra. Que en nuestro país trabajar sin que medie salario es un asunto ya baladí de tan asumido que lo tenemos.

Ahora todos somos críticos literarios, analistas económicos, médicos de cabecera, gurús científicos-tecnológicos, expertos en marketing, cocineros de postín y amantes bi o trilingües. No sólo es que no importa si no nos hemos preocupado de nuestra formación  intelectual, sino que cuento más estúpido seas, más posibilidades de triunfar tienes.

En este halo de «nuevos triunfadores» ha surgido, aunque en realidad ya existía, la figura del «escritor que sólo firma». Sí, es ese «escritor/a» a la que una editorial del planeta le llama, le ofrece una pasta muy suculenta por firmar un ejemplar que ellos mismos se encargan de construir. Todo con el mimo y el esmero que merece la mayor mediocridad y estulticia que nadie pueda imaginar.

El lema podría ser: «Coma mierda, millones de moscas no pueden estar equivocadas.»

La tarántula del poder extiende y teje su telaraña a través de los huecos que deja el cansancio civil y el cinismo político. Así, grandes intelectuales del tipo Belén Esteban son capaces de situar su libro en la tercera edición en tan sólo cuarenta y ocho horas. Y no es la única empleada de Telecinco que ha firmado libro en los últimos meses. Su nombre se une a una larga lista de presentadores, comentadores, insultadores, detractores, defensores, estafadores, escamoteadores y otros animales, que han ido firmando ejemplares de éxito por todo el país.

Las editoriales dicen que nadie lee ya en España, pero lo cierto es que los trabajadores de Telecinco venden miles y miles de ejemplares. ¿Será que sin promoción no hay ventas y a estos la promoción les va en el sueldo? ¿Será que, realmente, tenemos la televisión, la literatura, los políticos, etc., que nos merecemos? ¿Será que el nivel cultural de este país se mide por el de la Esteban?

Sea como sea, para ser escritor ya no hay que leer a los clásicos, ni a los coetáneos, ni si quiera hay que leer la etiqueta del champú, sólo hay que salir por la tele. Desde Ana Rosa Quintana, hemos asumido que escribir en una editorial, siempre la misma, se traduce en firmar al final del volumen. No importa quién cree la trama, invente los personajes o asuma el riesgo de dedicar tiempo de su vida en construir una historia. Salga en Telecinco y el mundo se arrodillará ante usted.

Nada importa la literatura para una determinada industria literaria. Así, con este planteamiento que hacen algunas editoriales, es fácil incluso sucumbir ante la idea del Gobierno de recorte en eso que algunos llaman cultura sólo porque se vende en librerías o grandes superficies. ¿De verdad hay que subvencionar a una persona cuyo mayor mérito fue tirarse a un torero, quedarse embarazada de él y contarlo durante catorce años? La imbecilidad nos azota, vive en nosotros y  nos ha devorado enteros.

Y lo peor, insisto, es que ellos sólo son un producto de algo que un día quiso hacer literatura y, hoy, sólo sabe de dinero. Si no apoyo que mis impuestos se destinen a mantener ningún negocio privado que no repercuta en el ciudadano, siento tener que decir que espero, que deseo que lo que me quita Hacienda (cada día más) no vaya a parar a manos de una industria que promueve el analfabetismo y el mal gusto como modo de hacerse rico.

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