No Estrenos: La ciudad de los signos (2009), de Samuel Alarcón

 

Por Miguel Ángel Martín Maestro

 

Deslumbrante ensayo en imágenes, sorprendente hallazgo en el mundo del cine invisible que, cada vez, lo es menos. En la plataforma digital de cine español PLAT pueden visionarse auténticas maravillas de nuestro cine más reciente, el colectivo Los hijos, León Siminiani, Carles Vermut, Andrés Duque, Jordi Costa, Juan Cavestany, Virginia García…y otra docena larga más de cineastas españoles exhiben su obra desde un espacio libre y no sujeto a las tiranías del mercado y de la cultura oficial.

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La ciudad de los signos (2009), de Samuel Alarcón

Arriesgándose a descubrir joyas o a sufrir con experimentos indescifrables, llego a esta “La ciudad de los signos” casi como el protagonista en la sombra de la misma, con intención de explorar y descubrir, y sólo la reseña del propio autor como comentario a su enlace ya es lo suficientemente sugerente. En los años 80 un investigador de lo paranormal, buscando psicofonías en las ruinas de Pompeya graba una frase, una frase sorprendentemente en inglés, un algo así como “la vida es lo suficientemente corta, hay que saber aprovecharla”. Como investigador y cinéfilo, el personaje, retratado a través de fotos fijas en dinámicas perspectivas en movimiento, alcanza la clave de la frase, no es sino la frase que George Sanders le dice a Ingrid Bergman en su visita a las ruinas de Pompeya en la gloriosa “Viaggio in Italia” de Rossellini. A partir de ese momento la obra entra en el terreno del realismo mágico, ¿qué pasaría si, al igual que existen las psicofonías para Carlos Alarcón también existieran las psicoimágenes? ¿y si dejáramos nuestra imagen en los lugares que hemos visitado y éstas vagaran permanentemente en un camino sin fin dispuestas a ser reencontradas?.

Y efectivamente, en un ambicioso y ejemplar trabajo de documentación y de búsqueda de escenarios de películas, fundamentalmente de Rossellini, porque a este director puede entenderse dedicada la película, primero ese personaje de Carlos Alarcón y después el propio director en su rodaje, buscan los mismos encuadres que imaginó el director italiano, para descubrir, en las nuevas imágenes rodadas, las figuras de los actores durante su interpretación, y así descubriremos la redada en la casa donde vive Ana Magnani en Roma cittá aperta con las imágenes de ahora y los personajes de entonces, o a la misma actriz subiendo interminables escaleras que son las  de ahora pero fueron las de antaño, o veremos la silueta de Mónica Vitti paseándose por la Roma suburbial de L’eclisse de Antonioni, a Ingrid medio sepultada por la arena transportada por décadas de erosión y mareas en las playas donde se rodó Strómboli, los paisajes de Paisá fagocitados por un restaurante donde el soldado habla con la chica… y un interminable escenario permanente, que cambia con nuestros ojos y con los de los cineastas que lo recrean, porque la realidad es mutable y permanente, tan real como queramos admitir y tan mutable como permita el paso del tiempo, y que nos llevará a la ciudad de los signos eternos, la Roma fundacional.

Samuel Alarcón
El cineasta Samuel Alarcón

En esta búsqueda se recreará la vida, tanto artística como sentimental del cineasta, su romance con Ingrid, su vida, el legado de la historia, la memoria latente en los italianos reaccionando ante un rodaje como si la segunda guerra mundial y la ocupación se hubieran reeditado en la Italia de 1948. Como homenaje es sorprendente, como ficción extremadamente inteligente, como documental todo un hallazgo. Detrás de las imágenes se adivina un ingente trabajo, un empeño de iluminatti dispuesto a hacer su obra pese a lo que pese y caiga lo que caiga, cuatro años, según las notas de prensa, en las que, seguramente, el tiempo de rodaje fue lo de menos, documentación sobre las películas, tratamiento de las imágenes que quieren ser de los años 80 (¿o quizás lo sean?), la calidad del material rodado en la actualidad, la búsqueda de los escenarios originales, las mentiras del cine que aparecen reales por la labor del cineasta, la colocación de los “fantasmas” sobre los fotogramas de la realidad, y en el rizo final, la aparición, sobre las imágenes de ahora, del tal Carlos Alarcón rodando donde buscaba, 30 años antes, la impronta de los actores y directores del neorrealismo junto con Ingrid, con George, tres espacios reunidos en un mismo tiempo, algo que sólo el cine es capaz de hacer y que nos lo creamos. Este derroche de imaginación y originalidad fílmica requiere continuación, esperando otra entrega de larga duración del mismo nivel intelectual sólo me queda felicitar al director y felicitarme por encontrar esta película grande.

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