Diario de una estudiante en Paris: el regreso de Antonio Machado a Paris

 

Por Anna Maria Iglesia

@AnnaMIglesia

  “El tren, ligero, rodea el monte y el pinar; emboca por un desfiladero, ya pasa al borde de tajada roca, ya encarna, enhila o su convoy ajusta al serpear de su carril de acero”

Los versos de Antonio Machado regresan mientras recorro la inmensa estación de Châtelet-LesHalles en dirección al andén donde esperar el RER A dirección de la Universidad de Nanterre. Me dirijo hacia el oeste, más allá de los férreos límites marcados por el periférico: “París termina con el periférico, más allá del circular tramo ferroviario que rodea la capital, ya no hay nada”, me comentaron nada más llegar. El centralismo de París sobrepasa todo los límites, la capital se impone en la geografía nacional como referencia incontestable. “Hablar de Francia es hablar de París”, me comentó un profesor pocos días antes de mi marcha, “recuerda París no es Francia, sino al contrario: Francia es París”. Trato de recuperar los versos siguientes, pero el olvido ha ganado la batalla. En mi bolsillo, el ticket del suplemento del billete –“usted se dirige a la zona 3, debe pagar por tanto un tasa extra”, me explican en el punto de información- es el castigo a pagar por decidir abandonar los muros de una ciudad que, paradójicamente, desplaza, cada vez más, a sus habitantes a los márgenes a causa de los elevados precios del céntrico y urbanita metro cuadrado. Son las once de la mañana, carpetas y libros delatan a los estudiantes que, junto a mí, esperan poder comenzar el trayecto que, sin embargo, se posterga sin razón alguna. Un tren con puertas abiertas y luces completamente apagadas está parado en la vía, algunos encargados de la vigilancia impiden su entrada. Desde el interfono no tardan en anunciar la avería del metro, una avería en Nation ha detenido el trayecto desde esta estación hasta Defense; en los monitores nos aseguran que en un cuarto de hora la avería se habrá resuelto y el tren volverá a circular. No me fío, la desconfianza originaria de los retrasos, averías y las ausentes respuestas de los trenes de Barcelona me impide confiar en el servicio ferroviario francés –perdón, parisino-; miro el reloj, voy con retraso, en veinte minutos debería llegar a la estación de Nanterre, donde se celebra un día de homenaje a Antonio Machado.

Aquel tren que rodeaba el monte y el pinar, ni tan siquiera consigue avanzar por el oscuro subsuelo de la ciudad. En 1902, Machado viajó por vez primera a París, todavía no había publicado nada, hasta cinco años más tarde no vería la luz su primer poemario, Soledades. En París, acudió a las clases del filósofo Henri Bergson, descubrió la poesía de Verlaine, y el esteticismo de Oscar Wilde; descubrió la exaltación bohemia por la creación poética, la melancolía y, a la vez , el entusiasmo esteticista que rodeaba a aquellos poetas. En París conoció también a Pio Baroja y la sobria narrativa castellana, una sobriedad que Machado abrazó muy pronto olvidando el barroquismo y los juegos estetizantes: si en 1893 describía a  “la clase de los bohemios o perdidos” como aquellos que “viven a expensas de la humanidad escudados en un romanticismo ficticio que les impide doblegarse al trabajo”, en 1922, en La carta del poeta, dirigida a Gerardo Diego, decía Machado: “Yo, sin embargo, me hubiera atrevido a aconsejarle que siguiera el camino de su corazón mejor que el de la nueva lírica”

cabaret Quat'Z'Arts. "Se celebra todos los años un baile monstruoso al que asisten los hombres disfrazados y las mujeres desnudas. Es una fiesta de pretensiones paganas, que admira a los rastacueros." (A. Machado)
cabaret Quat’Z’Arts. “Se celebra todos los años un baile monstruoso al que asisten los hombres disfrazados y las mujeres desnudas. Es una fiesta de pretensiones paganas, que admira a los rastacueros.” (A. Machado)

Hoy, setenta y cinco años después de su muerte en Colliure, Antonio Machado regresa a París, hispanistas de distintas universidades de la capital francesa han decidido reunirse para rendir homenaje a un poeta que, comentan con melancolía algunos de los allí reunidos, “ha sido olvidado en Francia, los jóvenes estudiantes ya no se interesan por su obra”.  En mi bolso, el film documental de Eduardo Chapero Jackson Los mundos sutiles es prueba suficiente de que en su tierra, desde el patio sevillano de su infancia hasta  los campos castellanos, desde Madrid – esa Madrid “que había recobrado su sonrisa a pesar de todo, expresiva ahora de una ironía mucho más honda”, hasta Valencia, primera parada hacia el destierro, el recuerdo de Machado lejos está del olvido. Mientras preparamos la proyección del documental en una aula del primer piso del edificio V –“V de Valencia”, me comentó la profesora por teléfono a modo de mapa-, recuerdo el gran número de gente en que noviembre de 2013 se agolpaba frente a la sala cinematográfica de El Matadadero. Yo estaba allí, en medio de un público particularmente joven entusiasta por adentrarse en la poesía de Machado a través de la lectura de una joven bailarina que, desde un patio de cemento de las afueras de Madrid, lee por vez primera los versos del poeta y se los apropia, los hace suyos a través de la danza. El folklore que con inamovible compromiso había defendido y dignificado Machado es releído por Chapero Jackson, ya no desde los campos castellanos, sino desde la cultura suburbana de la capital, a través de la mirada ingenua que descubre, sin saberlo, la “razón poética” –expresión que utilizó por vez primera María Zambrano refiriéndose a la poesía de Machado- que se esconde tras cada verso.

machado

En Nanterre, donde llego con un apresurado andar y con la fatiga en mi voz entrecortada, el público es otro, nada tiene que ver con aquella sala de El matadero, donde, una vez que se encendieron las luces, ya no había asientos vacíos; el poeta, que nunca dejó de ser maestro,  hubiera preferido el joven y apasionado público de El Matadero: “Escribiendo para el pueblo se escribe para los mejores”, escribió, de hecho, Antonio Machado en una extensa prosa todavía por redescubrir. Mientras leo las palabras que había escrito solamente el día antes, encerrada en la habitación de mi residencia y rodeada por las obras completas del poeta sevillano, pienso que las palabras sobran, que al fin de cuentas de lo que se trata es de leer al poeta y, como la joven bailarina de film,  reapropiarse de aquellos versos y de aquellos paisajes, de aquella pobre realidad castellana que hoy, con otro rostro y en otros escenarios, vuelve en este presente convirtiendo así las palabras de Machado en Desde el mirador de Guerra -texto publicado en 1938 en La Vanguardia-, incluso en la idealizada París, en su mejor descripción: “En los países más prósperos, grandes potencias financieras, comerciales, fabriles, etc., hay millones de obreros sin trabajo que se mueren literalmente de hambre o arrastran una existencia tan míseras como las pensiones que les asignan sus gobiernos”. A través de la écfrasis inversas realizada por Eduardo Chapero Jackson, de los poemas y las prosas a las imágenes, penetrar entre las aislantes paredes universitarias aquella realidad que tanto dolía a Machado, esa realidad a la que no sólo consagró su poesía, sino también su compromiso intelectual, esa realidad que todavía hoy reclama una voz poética que la convierta en protagonista de sus versos y una voz intelectual y socialmente comprometida que confiese –y a la vez denuncie- el temor por la capacidad de los hombres de “defender el orden social establecido y contribuir a su más implacable subversión”, pues “aterra pensar cuánta es la fe de la política europea en la retórica mala, en la virtud de las palabras horras de todo contenido, como parapetos defensivos contra las realidades futuras, como banderas de alistar incautos, o como armas arrojadizas con que achocar al adversario”.

mundos sutilesLos mundos sutiles ha fascinado al público presente, no hay aplausos, la formalidad impera, pero sí comentarios intercambiados en baja voz entre los asistentes y apuntes rápidamente tomados en medio de la oscuridad de la sala. Mientras guardo el DVD en mi bolso, no son pocos quienes se acercan a mostrar el entusiasmo por el film, “y tú ¿tienes algo que ver con la película?”, me pregunta uno de los asistentes. Un gran elogio al que me hubiera gustado responder afirmativamente, “no, yo sólo tuve la oportunidad de ver la película en El Matadero cuando se estrenó”, le contesto. De regreso hacia la residencia, en la mesa siguen abiertos los distintos volúmenes de la obra completa de Antonio Machado; mi aventura a Nanterre ha sido su regreso a París, el poeta ha regresado una vez más a la capital francesa, donde el recuerdo por su obra y su figura se ha convertido en nostálgico olvido. Machado regresa a París, no sólo a través de las brillantes aportaciones de los hispanistas que, con estoica ejemplaridad, quieren volver a dar voz y presencia al poeta, al maestro y al intelectual, sino también a través de Los mundos sutiles, un film que da sentido al lema machadiano de “la palabra en el tiempo”: la perpetuidad de la palabra se respira en cada nueva lectura del poeta, la perpetuidad de la palabras palpita en nuevos escenarios y entre nuevos lectores, desde el “aristocrático pueblo” hasta los académicos; la nerviosa y cimentada ciudad reclama al poeta. Antonio Machado regresa a Paris y su lectura, lejos de agotarse, se hace hoy más necesaria y actual.  

 

Diario de una estudiante de París: Shakespeare and Co. una realidad inexistente

https://www.culturamas.es/blog/2014/03/03/diario-de-una-estudiante-de-paris-shakespeare-and-co-una-realidad-inexistente/

 

5 thoughts on “Diario de una estudiante en Paris: el regreso de Antonio Machado a Paris

  • el 8 marzo, 2014 a las 5:07 pm
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    Precioso artículo y precioso diario en genral 🙂
    Me gustaría saber cuál era el poema de Machado que sale en el documental “Los mundos sutiles” que relacionaban con su alma ecologista, aquél que decía que debíamos luchar por los árboles, estar con los árboles. No sé si en el dvd lo dirá.

    Un millón de gracias igualmente por tus crónicas.

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    • el 8 marzo, 2014 a las 5:17 pm
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      Muchas gracias por tú comentario, antes que nada. Me alegro que disfrutes con este diario. Tengo presente el poema, pero no sabría indicártelo. Lo intento buscar y te lo digo. Un abrazo y gracias una vez más por tu comentario

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  • el 9 marzo, 2014 a las 5:32 pm
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    París es un destino literario. Está siempre en nuestra mente y nuestro corazón de escritores y lectores. Es una aventura y es siempre memoria. Y este artículo, esta crónica, estas acotaciones, estas notas de diario… son, simplemente, una maravilla.

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    • el 15 marzo, 2014 a las 3:06 pm
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      Como siempre, sólo puedo agradecer tus comentarios. Espero que los próximos capítulos de este diario te sigan gustando. Un abrazo

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  • el 22 febrero, 2016 a las 5:21 pm
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    Precioso texto,y más para alguien que adora a París y que ha estado hace unas semanas en Soria y subido al Espino,al alto Espino donde está su tierra…
    Sobre Machado y París se lee en rutas Cervantes lo que sigue:
    Sus tres viajes, en 1899, 1902 y 1911 a París, ciudad invisible en la obra del poeta, están marcados por varias anécdotas, algunas cómicas como cuando perdió según el “testigo” Pío Baroja un tacón de un zapato en una manifestación del caso Dreyfus y otras amargas como la terrible visión del primer y premonitorio vómito de sangre de su esposa Leonor durante las celebraciones en París del 14 de julio, día nacional de Francia.

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