Brillante, divertida y emotiva comedia del siglo de oro

Por Horacio Otheguy Riveira

Donde hay agravios no hay celos, de Francisco Rojas Zorrilla por la Compañía Nacional de Teatro Clásico: diversión plena, farsa lanzada y a la vez bien medida de las férreas normas del siglo XVII con tres personajes femeninos con voz propia y dimensión libertaria.

Una búsqueda desenfrenada del amor y su placer… pero con el fondo gris que subyace en la comicidad: esa irresistible melancolía de la búsqueda de lo imposible. Un nuevo hallazgo de la directora Helena Pimenta.

 

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Dos horas de gran teatro en verso adaptado e interpretado con un extraordinario dominio de la unión de los tiempos y los lenguajes, la palabra sobrevuela nuestra época y a poco de empezar ya el espectador de hoy la hace suya. El adaptador, también actor y a menudo director Fernando Sansegundo, le ha servido a Helena Pimenta un texto lleno de brío en el que destacan una capacidad de ingenio y de técnica teatral más propia del siglo XIX que del XVII.

Y en esas que aparece la directora Helena Pimenta y descubre el corazón dulcemente triste de tan fastuosa diversión, y abre y cierra el espectáculo con un coro sin letra interpretado por toda la compañía. El público sorprendido, los actores cantan para nosotros, se acercan, nos hacen una reverencia como si terminara una función que aún no empezó, y todo se llena de una congoja  característica del gran teatro ruso que podría firmar Chejov como Turgueniev, guiados por los desolados versos del gran jefe Pushkin. Un aire musical inesperado al que ayuda mucho el maravilloso acordeón del bielorruso Vadzim Yukhnevich, en escena durante toda la obra.

En el programa de mano hay unas palabras de Helena que ubican el eje de la función y nos dan el punto de partida y la esencia de un juego hilarante, cargado de promesas que se cumplen con toda clase de aciertos:

Trabajar hoy con esta pieza supone una oportunidad extraordinaria de profundizar en los mecanismos de la comicidad, de disfrutar de la complejidad de unos personajes que haciéndonos reír, incluso a carcajadas, luchan denodadamente por encontrar una segunda oportunidad en su azarosa vida.

Como directora de escena y como responsable de la Compañía Nacional de Teatro Clásico considero imprescindible abordar este título que contrapone el honor a los celos, por tanto, al amor; que sitúa frente a frente a un rígido orden social y a la naturaleza que, mediante el juego del intercambio de identidades y del teatro dentro del teatro, trastoca la vida de los que realizan el intercambio, de los que los observan y participan de sus peripecias, y de nosotros mismos.

 

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Todo se desliza con la suavidad de las grandes composiciones líricas y el ritmo endiablado del mejor vodevil donde un enredo se suma a otro en cuestión de segundos. Sin embargo, la acción desenvuelta se permite repentinos movimientos coreográficos de personajes ansiosos, enfrascados en toda clase de aventuras dirigidas a la búsqueda del amor y el placer de hombres y mujeres atenazados por las reglas sociales, pero capaces de romperlas con el envión de su locura y su capacidad de ensueño.

Y además una concepción escénica que incluye con sabiduría diversos estilos musicales, gran expresión corporal, pasos de baile bien cronometrados, y, por ejemplo, compases de tango con la viva intención de componer un musical sin canciones, con la dinámica de la sensualidad de los cuerpos de sus actores lanzados por aquí y por allá en una comedia de costumbres que es capaz de ser romántica y social, rompedora y encantadora, todo a la vez y bien urdido para  demostrar que Donde hay agravios no hay celos.

 Si en la pasada temporada La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón terminaba en un vals de sospechoso romanticismo, este Donde hay agravios no hay celos comienza con un murmullo cantado y se nutre de bailes y correrías en personajes que son y no son lo que aparentan, en una estructura teatral donde todos tienen su lucimiento —es un elenco que da gloria verlo—: la comicidad despatarrada, bufonesca, de David Lorente, el extraño humor de Jesús Noguero —por lo general gran actor dramático que aquí compone un personaje que sufre y a la vez «parece» burlarse de sí mismo—, la elegancia de Rafa Castejón que sabe sacar chispas a un personaje menor; la tierna comicidad del padre mareado por los inconvenientes de Fernando Sansegundo, el más veterano de la Compañía, uno de nuestros hombres de teatro más completos.

Vayan mis entusiastas aplausos para todos ellos, pero mi amor inclaudicable y mi mayor ovación para las actrices que asumen los tres personajes sobre los que gira la comedia, tres conductas femeninas, con sus pasiones mentales y vigorosas réplicas físicas, y en todo caso asombrosamente modernas: Clara Sanchis (espléndida lucha interior/exterior por despreciar a un supuesto caballero y quedar colgada de su presunto criado en un monólogo modélico: ¡Rediós qué variedad de matices en los vaivenes de su voz y de su cuerpo!), Natalia Millán (atrapada en el agitado bamboleo de la rabia y el deseo, más un fascinante número musical con su exquisita voz, a pie de proscenio), y Marta Poveda, la criada que como ellas se lanza en soliloquio, encantada de también «poder soliloquiarse» sin ser una señora. (En gira, Nuria Gallardo).

 

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 Sin duda un espectáculo muy recomendable. Una satisfacción muy grande para el espectador curtido o debutante en el teatro clásico, pues se trata de una versión al alcance de todos, donde la voz de la directora tiene una  claridad tan precisa que en muy pocas palabras dice todo lo que se puede decir para terminar de enfocar la grandeza de esta representación:

La maestría teatral de Rojas Zorrilla (1607-1648), su gran habilidad para crear comedia nos conduce, como en un encantamiento, al lugar donde habitan el amor y el perdón, al lugar donde pudiera renacer la inocencia.

 

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Donde hay agravios no hay celos

Autor: Francisco de Rojas Zorrilla

Versión: Fernand0 Sansegundo

Dirección: Helena Pimenta

Intérpretes (por orden de intervención): David Lorente, Jesús Noguero, Óscar Zafra, Rafa Castejón, Marta Poveda (en gira, Nuria Gallardo), Clara Sanchis, Fernando Sansegundo, Natalia Millán, Mónica Buiza

Acordeonista: Vadzim Yukhnevich

Lucha escénica: Kike Inchausti

Maestro de esgrima: Jesús Esperanza

Iluminación: Juan Gómez Cornejo

Vestuario: Tatiana Hernández

Escenografía: Esmeralda Díaz

Lugar: Teatro Pavón, Madrid, cede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Fechas: Hasta el 14 de diciembre

Luego larga gira: Toledo (Teatro de Rojas): 16- 17 de enero
Málaga (Teatro Cervantes: 28-29 de enero
Logroño (teatro Bretón) : 20-21 de febrero
Coruña (Teatro Rosalía de Castro): 27-28 de febrero
Valladolid (Teatro Calderón): 13-15 de marzo
Pamplona (Baluarte): 27-28 de marzo
Salamanca (Teatro lLiceo): 10-11 de abril
Las Palmas (Teatro Cuyás): 24-25 de abril
Sevilla (Teatro Lope de Vega): 6-10 de mayo
Bogotá, Colombia (Teatro Mayor): aún sin fecha determinada.

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