Entrevista a Jorge Díaz por «Cartas a palacio», su último trabajo

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Por Benito Garrido.

«La guerra cambia a la gente. ¿Cómo entender que haya maestros lanzando granadas, científicos estudiando nuevas formas de matar, químicos fabricando gases letales?»

Cartas a palacio, de Jorge Díaz.
Cartas a palacio, de Jorge Díaz.

Jorge Díaz (Alicante, 1962) es escritor, periodista y guionista de televisión. Es uno de los creadores y ha sido coordinador de guiones de Hospital Central, serie con la que ha cosechado todos los premios de la profesión, el TP y el Ondas, entre otros muchos. Los números del elefante fue su primera novela. La justicia de los Errantes, en la que novelaba el viaje latinoamericano de los anarquistas españoles Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti en los años veinte del pasado siglo, fue su primera incursión en el género histórico.

Cartas a palacio. Jorge Díaz. Editorial Plaza & Janés, 2014. 560 páginas. 21,90 €

Son las Navidades de 1914 y la guerra avanza sin piedad. Con las relaciones rotas entre los países enfrentados, el rey Alfonso XIII recibe una carta que remueve su ánimo profundamente: una niña francesa suplica su ayuda para dar con el paradero del último hermano que le queda con vida. El rey pide a uno de sus colaboradores de confianza que use la diplomacia española para saber de la suerte de ese hombre. Por fortuna, se encuentra vivo, aunque cautivo de los alemanes. Un periódico francés se hace eco de la historia, y tan solo unos días más tarde las sacas de cartas que llegan a palacio solicitando la intervención del rey se cuentan por decenas… de todas las procedencias, en todos los idiomas. Impresionado por la magnitud del drama, Alfonso XIII pone en marcha la Oficina Pro-Cautivos, en la que un puñado de diplomáticos, militares y funcionarios tratará de interceder por la vida de prisioneros de ambos bandos en informar a las familias, desesperadas por conocer el destino de sus seres queridos. La que sería primera misión de paz gubernamental de la historia llegó a atender a doscientos mil prisioneros y a contestar quinientas mil solicitudes.

Inspirada en un hecho real, esta historia coral recrea un momento ciertamente fascinante. En ella se mezclan el amor y la guerra, reyes y anarquistas, ambientes aritocráticos y humildes, el frente de batalla y el bullicio de ciudades como Viena, París o Berlín. Una emocionante novela de héroes anónimos que con su compromiso llevaron a cabo una misión extraordinaria.

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P.- ¿Cómo llegaste a saber de aquellas cartas de intercesión dirigidas a Alfonso XIII y del trabajo realizado por la Oficina Pro-Cautivos en las que se basa tu libro?

Casi por casualidad, como llegan siempre las ideas para escribir una novela. Un documental de televisión me puso tras la pista de la Oficina y, una vez conocida, empecé a trabajar en las historias paralelas, las de todos los personajes que aparecen en Cartas a Palacio. Tan importante es la idea general como las tramas particulares.

P.- Rescatas la faceta solidaria de un rey que más bien es recordado por episodios negativos. ¿Qué destacarías de su figura?

No me gusta que el rey tome tanto protagonismo en la visión de la novela. Alfonso XIII no es más que un personaje secundario con escaso peso en las tramas. Debo reconocer que, sin tener excesiva simpatía inicial por el monarca, ha acabado resultando un personaje agradable, con algunos momentos de humor. Quizá se debe a que el relato que se narra en Cartas a Palacio fue el más positivo de una vida llena de grandes errores.

P.- ¿Cómo fue esa ardua labor diplomática emprendida desde España para velar por los derechos de los prisioneros de guerra? ¿En qué consistía básicamente?

Correspondencia e información a las familias, inspecciones para comprobar sus condiciones de vida y el cumplimiento de los tratados, intercambio de prisioneros heridos y enfermos, ayuda a los civiles despalzados por el frente de batalla… Fue una labor muy importante, compartida con la Cruz Roja suiza en muchos lugares. Muchos diplomáticos españoles participaron, incluso algunos de ellos haciendo gala de gran valentía, enfrentándose incluso a los directores de los campos de prisioneros para velar por su bienestar.

Jorge Díaz.
Jorge Díaz.

P.- España no participó en la guerra, pero tampoco se mantuvo indiferente, la prueba está en esa primera misión de paz que practicó. ¿Te basaste en personas que existieron realmente a la hora de dibujar a tus personajes: Blanca, Álvaro, Manuel, Gonzalo…?

No conscientemente. Exceptuando al rey Alfonso XIII, todos los personajes principales de la novela son fruto de la imaginación aunque responden a patrones que sí existen. He querido abarcar con ellos muchas personalidades diferentes, muchas ambiciones, aspiraciones, historias…

P.- El triángulo amoroso que surge entre Blanca, Álvaro y Manuel se convierte en eje fundamental de la historia. ¿En días de guerra todo amor se vive de manera más apasionada y brutal?

Tengo la fortuna de no haber vivido una guerra, así que no te puedo contestar a esta pregunta mas que con la imaginación. Entiendo que cualquier situación de crisis, de cambio, lleva a que los personajes respondan de una manera más extrema a los estímulos emocionales. No se me ocurre una crisis más radical que una guerra, entonces presumo que así debe de ser. El triángulo amoroso que forman los tres me parece la trama más importante de la novela, la que lo articula todo, al mismo nivel que los trabajos de la Oficina. Blanca y Álvaro son aristócratas, Manuel es un obrero anarquista: me gustaba la mezcla de esos tres personajes sin llevarla al melodrama y manteniendo la incógnita hasta el final, hasta la penúltima página.

P.- Novela coral que no solo se desarrolla en Madrid, sino que también nos lleva hasta Sevilla, París, Berlín o Viena.

Es lo bueno del papel, que lo aguanta todo, incluso los viajes: nunca hay problemas de presupuesto. Paris y Berlín fueron, junto con Londres, las grandes capitales de la guerra. No se podía hablar de la época sin pasar por ellas. También había que viajar a Sarajevo, el lugar en el que empezó todo. Sevilla y Viena son destinos más románticos en Cartas a Palacio, me apetecía situar allí algunos acontecimientos.

P.- Es interesante observar que cuando se trata de razones humanitarias las diferencias sociales, políticas o económicas entre las personas dejan de tener valor.

Tiendo a pensar que la Oficina Pro-cautivos se convierte en una razón de ser para cada uno de los personajes implicados. Una especie de hito en sus vidas: nunca participarán en nada tan importante. Desde el rey hasta el chico de los recados sienten que es algo que recordarán para siempre. Eso les iguala a todos en su interés por el funcionamiento de su cometido.

P.- Tu novela sale el mismo año que se conmemora el centenario de la I Guerra Mundial. ¿Es el momento de echar la vista atrás y procurar evitar aquellos errores? ¿O inevitablemente estamos condenados a repetirlos?

Seamos optimistas y esperemos que los errores hayan sido superados y que Europa no volverá nunca a caer en esos sinsentidos. Las efemérides siempre son buenas para recordar el pasado y mirar hacia el futuro.

P.- Vuelves a la novela histórica y a un época, el primer cuarto del siglo XX más o menos. ¿Qué te atrae tanto de este género y de ese momento histórico concreto?

No estoy de acuerdo en que Cartas a Palacio sea novela histórica, es novela ambientada en otra época, pero no novela de género. No es que sea una diferencia muy importante y, en cualquier caso, es algo que no preocupa al lector, que lo que quiere es leer una buena historia.

Me gusta mucho el principio —el primer tercio— del siglo XX. El mundo decimonónico no ha muerto, el nuevo mundo no ha terminado de nacer, se atisba el progreso pero las costumbres son todavía las mismas que en el siglo anterior. Un momento apasionante, como cualquier momento de crisis.

P.- Novela muy visual y de brillantes diálogos, imagino una gran influencia de tu labor habitual como guionista. ¿Qué te resulta más difícil a la hora de pasar a escribir un libro?

Ya no siento pudor por haber sido —y seguir siendo— guionista. En mis primeras incursiones en la narrativa todavía evitaba utilizar algunas técnicas propias del guión. Ahora he superado eso y he decidido aprovechar todo lo que está a mi alcance para llevar a los lectores la mejor historia posible. Cada día me siento más cómodo en la escritura de novelas.

P.- ¿Te has planteado quizás una adaptación al cine?

Los derechos de adaptación de Cartas a Palacio a la televisión han sido adquiridos por Portocabo, una productora que forma parte del grupo Boomerang. En los próximos meses habrá noticias sobre la cadena que emitirá la adaptación, el casting, las fechas y demás cuestiones. Yo espero verla en imágenes en un plazo relativamente corto.

P.- ¿Qué te aporta la literatura que no lo hace el guión? ¿Andas ya embarcado en nuevos proyectos narrativos?

Los dos géneros, el guión y la literatura, me gustan y me siento muy feliz de poder combinarlos. Espero seguir haciéndolo durante muchos años.

En este momento estoy inmerso en la promoción de Cartas a Palacio. Después de la Feria del Libro de Madrid, cuando haya terminado la temporada de entrevistas, presentaciones, firmas y demás, tomaré una decisión acerca del próximo proyecto. Hay un par de ideas con posibilidades de ocupar mis próximos meses de escritura.

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