Perfiles de(L) Primavera: Ty Segall

 

Por Nil Rubió

 

ty-segall22

 

Cara muy ancha, mirada ligeramente ausente, pelo rubio bien largo, dejado abandonado a la suerte del vaivén espasmódico de sus arrebatos punzantes a la guitarra, enmarañándose más allá de lo que un peine nunca podrá discernir. Camisa o jersey ancho, camiseta con algún logo de un grupo que nadie conocerá más allá de sus fieles, adornando el pecho encorvado hacia delante, mientras se amorra depravadamente al micrófono hasta engullirlo al instante que rasga lo inenarrable de las maltrechas cuerdas de su guitarra, puntuales a su cita con el riff más ensordecedor. Ty Segall, o el chaval que desde el garaje más sucio de la soleada California, que con su sudoroso aspecto a rubio de serie adolescente en el que algo en su interior no cuadra psicóticamente, va liderando una revolución como quien no se entera, pero que va dejando víctimas tras su frenética actividad musical.

Es muy probable, que si Ty no se hubiese encontrado con la música, estaría encerrado en alguna institución con olor a lejía y esmalte, colocado de alguna sustancia química que mantuviera su cerebro en stand-by, pero el chico encontró una afición y con ella es un auténtico torbellino. En seis años ha publicado la friolera de once discos, sin contar EP’s, sencillos y un par de largos en directo. La mayoría como Ty Segall, salvo en uno que añadió “Band” a la denominación, dos en los que juntó cerebro creativo simbiótico con White Fence y Mikal Cronin (uno de sus dos bajistas habituales y muy interesante artista en solitario) y uno como Fuzz (en el que abandona la guitarra para aporrear la batería). En 2012 sacó tres, sendas obras excepcionales. Amante del psych, el garage en todas sus encarnaciones, admirador ferviente de Frank Zappa y de un puñado de grupos de aquellos que el canon oficial universal no recogió, pero se esconden entre los cofres del tesoro de montañas de vinilos de los sesenta, setenta y ochenta. Empezó como un revisionista del garage con gran ojo para hacerlo sonar fresco e irreverente, pero ha ido ampliando su sonido, su alcance estilístico, demostrando cada vez más habilidades.

Como un Marty McFly dejando a la generación de sus progenitores pasmados ante el vertiginoso y lascivo uso de las cuerdas eléctricas, a veces parece que da la vuelta y se proyecta en algún lugar todavía inexplorado, al instante que saca lo mejor de cada tradición. Coqueteando con la psicodelia más fumeta, con el punk más rabioso, con la brutalidad de los Stooges, con el heavy más Sabbath, con el pop más chicletero, despojado en acústico o sepultado bajo toneladas de reverberación y alto octanaje. Él es el enlace, su personalidad dividida, su tumulto interior que intenta reconciliar sus orígenes (adoptado por un amado padre fallecido, peleado con su madre adoptiva que no deja en buen lugar en su confesional Sleeper), su psique en permanente revolución, vinculada a una vorágine creativa que no entiende de continuo temporal, sino de algo permanente, constante, omnipresente e imposible de abarcar desde una perspectiva lineal de la música. Discos como Melted, Slaughterhouse, Twins, Hair, Fuzz, son un gran ejemplo.

Conciertos:

31/05 Primavera Sound Barcelona. Escenario Pitchfork (01.30)

01/06 Primavera Sound Barcelona. Sala Apolo (02.00)

 

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