Clara Lago y Diego Martín en «La Venus de las pieles»

Por Horacio Otheguy Riveira

De la novela de Sacher-Masoch de 1870 al teatro de David Ives de 2010: el masoquismo como un amoroso encuentro con el dolor y la degradación. Un juego de deseos ocultos que adoran la dulce condena: “Dios le castigó poniéndole en manos de una mujer”.

Una frase bíblica que se las trae, despierta inquinas feministas y entusiasmos de ambos sexos —por diferentes motivos—. “Dios le castigó poniéndole en manos de una mujer”, del Libro de Judith, 16. Cap. VII. Sin duda resulta más interesante si se recuerda el episodio a que da lugar: se trata de una bella y culta viuda hebrea que padece, como todo su pueblo, una guerra frente a un enemigo feroz, Holofernes, quien intenta conquistarla. Judith acepta ir a su tienda una noche. Una vez allí, tontea con él y le emborracha con un licor preparado para la ocasión. Cuando el hombre queda dormido, le degüella. Su acción genera desesperación en el ejército… lo que permitirá la victoria del pueblo de Israel sobre Babilonia.

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Leopold von Sacher-Masoch murió en 1895 de un infarto con sólo 59 años. Había vivido mecido por el confort de una familia aristocrática austriaca, donde en la infancia una tía le descubrió el gozo infinito de ser azotado en las nalgas con una rama de abedul.

Se dedicó a escribir textos irrelevantes acerca del hermoso paisaje que le rodeaba, hasta que se introdujo en algunos temas de los que entonces estaba muy mal hablar en público, y los textos correspondientes se leían a escondidas. La Venus de las pieles fue una novela que provocó gran escándalo porque en ella se rendía tributo al placer obtenido por un caballero con una mujer que le azotara y humillara. Francia le catapultó al éxito y su obra, de calidad literaria ínfima —al compartir estantería con los extraordinarios autores europeos de la época (para abrir boca: Victor Hugo, Emile Zola, Guy de Maupassant, Honoré de Balzac, Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán…)—, pero de gran impacto emocional, dio la vuelta al mundo.

A partir de su libro y su apellido, este asunto de buscar gozos masculinos a través de una mujer que le trastorne formó parte del primer estudio científico sobre Psicopatía sexual (Krafft Ebing, 1886).

Cuanto más fácilmente se entrega la mujer, más frío e imperioso es el hombre. Pero cuanto más cruel e infiel le es, cuanto más juega de una manera criminal, cuanta menos piedad le demuestra, más excita sus deseos, más la ama y la desea. Siempre ha sido así, desde la bella Helena y Dalila, hasta las dos Catalinas y Lola Montes.

—No puedo dejar de convenir —contesté— que nada puede excitar más que la imagen de una déspota bella, voluptuosa y cruel, arrogante favorita, despiadada por capricho.

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En la novela se cita la frase bíblica, pero no se cuenta la historia por la que Judith triunfa con su temido arte de seducción sobre la única debilidad de un tirano. Sin ese contexto sólo se genera un aumento del terrible estigma del sexo femenino en todas las religiones. Tanto es así que aún hoy hay sociedades en que les impiden exhibir en público ni siquiera sus manos desnudas. La Judith bíblica encarnó el arte femenino de seducción, como Casanova asumió el encanto de quien promete un mundo de seguridad y placer infinito que, sin embargo, se agota en el mismo instante en que su erección se queda en monigote satisfecho y huye en busca de otra posesión bañada en falso amor. Hombres y mujeres, tocados allá abajo con armas poderosas, atravesados por una misma capacidad de poder, fascinación y destrucción.

Sacher-Masoch llega al teatro con un delicioso escupitajo

David Ives es un hombre de teatro nacido en Chicago, muy ligado a grandes y pequeñas producciones musicales, entre otras actividades culturales. Su Venus de las pieles se estrenó sotto voce, como quien no quiere la cosa, en una pequeña sala alternativa. Pero aquella experiencia fue sonando de manera incontrolable y ya no hay país que no la programe, más aún después de la aventura del maestro Roman Polanski que llevó a cabo un guión escrito al alimón con el autor de la obra.

Esta versión y dirección de David Serrano es muy distinta y no hay por qué compararlas. Una visión muy diferente sobre el mismo argumento y con la misma estructura dramática:  un autor teatral está haciendo pruebas para encontrar a la actriz perfecta que interprete a la protagonista de su obra, una adaptación de la novela de Sacher-Masoch. Tras un frustrante día de audiciones sin éxito, aparece Wanda, una candidata que en una noche cuestionará profundamente el universo del dramaturgo-director.

Es esta una puesta en escena abierta en canal: por un lado un error que afecta enormemente a toda la historia y que ha puesto en manos de Clara Lago —en su debut teatral—: casi todo el tiempo se le ha marcado un tono de comedia chillona a más no poder, como si se considerara indispensable confrontar la densidad del argumento con una vulgaridad apabullante y cansina, ya que se repite exageradamente el mismo juego con sus «coño, tío, menudo porno-sado-maso, tío; esto es la rehostia…». Una actriz que da la impresión de que podría dar muchos matices, pero que le han dicho que así está bien, que sobre todo haga reír al público hasta el impactante e inesperado final.

Del otro lado, la opción en manos de Diego Martín adquiere relieve bien ajustado por la dirección, y la evolución de su personaje es interpretada con un conmovedor proceso que frena el tono de farsa en que ella insiste, y entrega al espectador el profundo camino hacia un formidable escupitajo que se quiere delicioso: un proceso final de la representación muy bien conseguido.

La excesiva marcación «cómica» de una actriz estupenda en el cine, afecta mucho a todo lo que ocurre en escena, carente del manto de sensualidad que debería tener a partir de determinado momento. Un proceso escénico en el que —en el texto— la mujer es muchas mujeres: divertida, prepotente, alocada, enfermiza, subyugante y perversa. Aquí demasiado simplificado a niveles de humor televisivo ante un hombre que se sumerge en la necesidad de ser devorado como lo fue Sacher-Masoch:

A mí, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa.

En síntesis, un buen material dirigido con un alto grado de confusión que me aleja de la trama en lugar de sumergirme en ella. He presenciado un estreno, y a veces esta primera función resulta tan accidentada que en funciones posteriores los excesos o fallos se ajustan hasta lograr una mayor armonía. La obra y la producción en general lo merecen: una oportunidad que puede alcanzar un gran éxito si se miden las fuerzas y la muchacha atropellada nos convence de que necesitamos su poderío para consagrar nuestra feliz degradación.

  

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Una de las mejores escenas: ella pregunta como un psicoanalista acosador, y él empieza a entrar en un estado emocional de creciente dramatismo, iniciando situaciones de peculiar intriga. Debut de Clara Lago. Primer gran protagonista de Diego Martín.

 

La Venus de las pieles

 Autor: David Ives, inspirado en la novela homónima de Sacher-Masoch.

 Versión y dirección: David Serrano

 Intérpretes: Clara Lago, Diego Martín

 Iluminación: Felipe Ramos

 Vestuario: Yaiza Pinillos

 Escenografía: Arturo Martín Burgos

 Diseño del cartel: Manuel de los Galanes

 Producción ejecutiva: Carlos Lorenzo

 Dirección de producción: Isabel Romero de León

 Diseño de producción: Coté Soler

 Producción: Teatro Español con Vaca Estudio, Milonga, Zoa Producciones…

Una producción original de Classic Stage Company.

 Lugar: Matadero-Naves del Español. Sala 2

 Fechas: Del 7 de mayo al 15 de junio 2014. Encuentro con el público, con la presencia del equipo artístico: Miércoles 21 de mayo, 22,15 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

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