Enrique G. Paton a propósito de «La estirpe de Caín», su debut literario

«En cuanto procedieron a la lectura de cargos supo que estaba asistiendo a la puesta en escena del final de su vida. No fue una premonición, más bien una certidumbre, y lo que le maravilló de todo el asunto fue la paz interior que esta certeza le infundió. (…) de alguna forma que todavía no entendía aquellos ilustres próceres habían colegido que descendía por línea directa del mismísimo Caín».

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La estirpe de Caín, de Enrique G. Paton.

Enrique G. Paton (Pamplona 1968) es licenciado en Historia por la Universidad de Granada, especializado en Arqueología y Máster en Dirección de empresas por la Universidad de Deusto y por la Universidad de Canterbury. A lo largo de los años ha ido forjando dos de sus pasiones: el estudio de la historia y la afición por viajar. En China dirigió varias compañías hasta establecer su propia empresa, Orient Source, que regenta en la actualidad. Su afición por conocer lugares y gentes le ha llevado a recorrer países en los cinco continentes. La experiencia recabada en estos viajes, unida a su pasión por la lectura, fue lo que un día le empujó a escribir La estirpe de Caín, su primera novela.

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La estirpe de Caín. Enrique G. Paton. Unomasuno Editores, 2014. 825 páginas. 24,00 €

En 1376 un ejército de un millar de hombres de armas fue contratado por Luis de Evreux, hermano del rey Carlos II de Navarra, para la conquista en Albania de los territorios heredados por su nueva esposa. Tras el asalto y el asesinato de aquel en oscuras circunstancias, una parte de este ejército irrumpió en Grecia convirtiéndose así en la temida Compañía navarra. A pesar de ser sólo un puñado de hombres hicieron la guerra, conquistaron territorios y dirigieron estados, viviendo su momento culminante cuando uno de sus capitanes llegó a proclamarse príncipe de Acaya.

Tras la peste negra, Europa se halla inmersa en la mayor crisis padecida desde la caída del Imperio romano: el orden social se ve trastocado, llegan las primeras revoluciones, la Iglesia está sumida en el cisma y la Guerra de los cien años enfrenta a toda la cristiandad mientras la amenaza turca avanza inexorable. Tal y como se desarrollan los acontecimientos, el Islám parece a punto de ganar la partida: la batalla por la llave de Europa va a desarrollarse en los Balcanes y Grecia. Este es el contexto en que se ve inmerso Alejo de Viana, quien escribe su relato al ser apresado, veinticuatro años después de haber partido de Pamplona, por los cargos que pesan contra él por herejía.

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P.- ¿Por qué elegiste para tu primera novela este capítulo de la historia tan desconocido para muchos lectores?

La primera vez que oí hablar de la expedición navarra a Albania fue en mis tiempos de universidad. Un reino tan pequeño como Navarra, llevando a cabo la conquista de unas tierras que para los estándares de la época quedaban tan lejos, despertó mi curiosidad. Empecé a investigar y me sorprendió todavía más que la aventura no se acababa con la conquista de Albania, sino que algunos de los mercenarios que allí habían luchado se quedaron tras la muerte de Luis de Evreux y pasaron a Grecia. Empecé a tirar del hilo y me fui convenciendo de que había una historia que contar. Lo había hecho antes, en tono muy épico, Antonio Rubió i Lluch en 1885 en su obra Historia de los navarros en Grecia pero, todo hay que decirlo, no contaba con la suficiente información y contiene algunos errores. Además, se refiere únicamente a la conquista del ducado de Atenas de manos de los catalanes. Pero la historia continúa porque después los navarros pasaron a la Morea donde, finalmente, uno de ellos, un tal San Superano, terminó proclamándose Príncipe de Acaya. Esa es la parte de la historia que más me apasionó y que quería contar, la más desconocida.

P.- ¿Realmente fue tan decisiva y contundente la peste negra de finales del siglo XIV en la historia de Europa?

Fue, en efecto, un momento crucial por los cambios drásticos que comportó. Las tres grandes crisis de nuestra Era han sido la caída del Imperio romano, la peste negra y las dos guerras mundiales. En el siglo XIV el hecho de que un tercio de la población sucumbiera a la peste supuso que, de repente, hubiera abundancia de comida y de puestos de trabajo para todos los que la sobrevivieron. Los precios bajaron, los salarios subieron y muchos campesinos se desplazaron a los núcleos urbanos mientras los grandes terratenientes se arruinaban. Esto supuso el declive de la nobleza y del poder de la Iglesia, los estertores de la caballería, la aparición de las primeras revoluciones populares, el auge de la burguesía y de los ejércitos profesionales y el nacimiento de los primeros estados modernos y del pensamiento renacentista. Y, también, la aparición de una violencia hasta entonces desconocida.

P.- Una compañía navarra a la conquista de Albania y Grecia. ¿Cómo llegaron a hacerse tan fuertes en un espacio que no era el natural, que no era el suyo?

En parte debido a esa violencia. La crisis social hizo que muchos hombres con acceso a las armas se tuvieran que buscar la vida como fuera, creándose así las temidas “compañías”. Y el vacío de poder hizo que algunas de estas compañías pudieran hacer y deshacer a su antojo. Precisamente lo más fascinante de esta historia es que el núcleo de la Compañía Blanca, que es como se vino a llamar después a la Compañía navarra, estaba formado por escasamente doscientos navarros. Y aún así llegaron a ser una fuerza formidable, capaces de formar su propio estado y plantar cara a estados mucho más poderosos.

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Enrique G. Paton.

P.- De las historias paralelas a la de la Compañía navarra, ¿cuál destacarías como realmente sorprendente de cara al lector?

En efecto, hay varias historias que se entremezclan con la trama, como la azarosa vida de Carlos II de Navarra, a quien apodaron el Malo porque en su afán por conseguir el trono de Francia no dudó en valerse de muy malas artes, el misterio del asesinato de Luis de Evreux, que involucra directamente al protagonista de la novela, o los desvaríos de los papas Urbano VI, Clemente VII y Benedicto XIII durante el Cisma. Pero en mi opinión la historia más sorprendente es la de la cabeza de San Jorge, que tiene un papel significativo en La estirpe de Caín. Encontrar esta reliquia llegó a convertirse en una obsesión y no paré hasta que la tuve en mis manos.

P.- Realidad y ficción se fusionan con habilidad. ¿Dónde marcas la línea que separa una de otra a la hora de escribir?

Siempre que he podido he intentado ceñirme a los hechos y, por tanto, creo que se trata de una novela rigurosa, bien documentada. Es complicado llevar una trama cuando de vez en cuando te encuentras con alguna fecha o algún hecho que te desbarata todo, así que antes de pasar a la parte del relato en sí tuve que encajar primero todas las piezas del puzzle histórico. Pero cuando faltan piezas no queda más remedio que acudir a la ficción. Esa es la ventaja que ofrece la novela histórica: te puedes permitir el lujo de rellenar las partes que faltan del puzzle sin que te acusen de estar inventándote las cosas.

P.- Alejo de Viana y otros personajes realmente existieron, pero otros supongo que son fruto de la invención. ¿Cuáles son los más difíciles de perfilar a la hora de integrarlos?

Los personajes más fáciles de perfilar son los ficticios, porque los puedes hacer ir y venir por donde quieras. Con los reales, sin embargo, te tienes que ceñir a los hechos. A decir verdad, son pocos los personajes inventados en la novela. Los capitanes de la Compañía navarra, Pedro de Lasaga, Garro, Juan de Urtubia, Pedro de San Superano, Mayot de Coquerel y Bernard de Barbosa, realmente existieron. También Alejo de Viana, aunque solo se sepa de él que fue quien trajo el Lignum Crucis a Pamplona y me haya servido de él para vertebrar la novela, y otros como el arzobispo Simón Atoumanos, el emperador Manuel II Paleólogo o Filiberto de Naillac, Gran Maestre del Hospital. Al final del libro hay un glosario en el que se explica la vida de cada personaje en relación con la trama. Muy conveniente, dada la cantidad de nombres que se alojan en el texto. Los que no se encuentran ahí es porque son inventados.

P.- En el fondo, aunque se trate de una novela histórica, bien podría leerse como una novela épica y de aventuras.

Es cierto. La estirpe de Caín es, eminentemente, una novela con una gran carga histórica, pero es también el regreso al género de aventuras, como las novelas de Emilio Salgari, Alejandro Dumas o sir Walter Scott que leíamos de jóvenes, donde no dejaban de ocurrir cosas porque la acción era continua y trepidante, y era difícil apartar el libro porque siempre nos dejaba con ganas de saber qué ocurría a continuación. Tiene, incluso, un toque de thriller, puesto que hay un misterio que no se desvela hasta el final.

P.- Las intrigas de la época son eje importante de una novela que demuestra un importante trabajo de investigación y documentación.

Sí, la verdad es que me ha llevado muchos años documentarme antes de empezar a escribir la novela. Ha sido un trabajo tedioso: los autores especialistas en la historia de la Romanía no aportan sino alguna referencia de vez en cuando y ha sido como tirar de muchos hilos a la vez, porque un artículo sobre un tema en concreto me llevaba (por su bibliografía) a otros artículos, algunos de los cuales se encontraban en otro lugar y había que pedirlos. La Crónica griega de la Morea, que es lo más parecido a una historia de la Romanía, termina en el año 1292, y la aragonesa en 1377, junto antes de la entrada de los navarros en Grecia. También son muchos los libros que he leído sobre la época. Si vienes a mi casa verás que hay una habitación llena de estanterías con libros sobre la Edad Media. Y otra cosa que ha sido fundamental para la novela ha sido viajar y conocer de primera mano cada uno de los lugares que se mencionan en la misma. Algunos de estos sitios me han parecido tan fascinantes que he decidido que un capítulo tenía que transcurrir allí: ha sido el caso de Rodas y Mistra.

P.- ¿Por qué crees que tienen tanto éxito hoy día las novelas históricas? ¿Son quizá el mejor camino para la ansiada evasión?

La novela histórica gusta porque aprendemos a la vez que nos entretiene, y a todos nos gusta la Historia porque es parte de nuestro pasado, de quienes somos. Yo siempre he alabado este tipo de novelas, siempre que sean rigurosas y estén bien trabajadas. Ha habido verdaderos maestros en este género, a quienes es una gozada leer. Por desgracia, también ha habido autores que nos han vendido novelas rosas con la excusa de tener un trasfondo histórico, desprestigiando el género y haciendo que el lector se haga acomodaticio, que a lo único que aspire es a tener unas cuantas pinceladas del pasado mientras se entretiene leyendo una trama que realmente podría transcurrir en cualquier período histórico, incluso en el presente, y que al final no resulta ni siquiera interesante.

P.- Historia, drama, calidad literaria y entretenimiento conforman una receta segura para el éxito. ¿Primas alguna sobre las otras en tu libro?

Creo que, puesto que combina varios géneros, La estirpe de Caín tiene la ventaja de que puede llegar a un público muy variado. Para empezar, a quienes les gusta la Historia, pero también a quienes les gusta la aventura, la épica, los libros de viajes o los thrillers. Y, sí, creo que la calidad literaria de la novela hace de su lectura un placer. Está escrita, además, en clave de humor, con un toque desenfadado y cínico a la vez que la hace fácil de leer.

P.- Más de ochocientas páginas has necesitado para escribir tu primera novela. Pero ¿se te quedó algo en el tintero que te hubiese gustado contar, o qué quizás dé para otra novela?

Aunque te parezca mentira, la primera versión de la novela era de 1.300 páginas. No fue una elección personal, la verdad es que no me di ni cuenta de su extensión. Para un historiador es difícil dejar nada fuera porque todo parece importante. Pero en España no hay editorial que te publique un libro de esas dimensiones si eres un autor novel, así que tuve que hacer tres cortes sucesivos hasta dejarla en el formato actual, y aun así la única editorial que se atrevió a apostar por la novela fue Unomasuno, una editorial ecléctica que acoge autores noveles de obras de calidad sin cortapisas en cuanto a género o extensión. En ese proceso destructivo se fueron muchos relatos que quería contar, y algún personaje se apeó de la novela. Y ahí se van a quedar, porque nacieron al hilo de la historia que quería contar, y esa historia ya está contada.

P.- ¿Estás embarcado ya en nuevos proyectos literarios?

Estoy escribiendo una segunda novela que ya va por los dos tercios. Escribir una novela histórica bien documentada lleva muchísimo tiempo, así que en esta ocasión he optado por cambiar de género: la presente obra transcurre en China, que es donde he vivido durante los últimos veinte años, y es un thriller. Se trata de una novela más comercial, escrita también con algo de humor y mucho cinismo, que pretende mostrar la realidad de la China actual y sus enormes contradicciones.

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Por Benito Garrido.

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