The Canticles de Britten en la clausura del LIFE Victoria de Barcelona

Por Marina Hervás Muñoz

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El pasado sábado 11 de octubre se celebró en el magnífico recinto modernista del Hospital La Pau de Barcelona el concierto de clausura del festival LIFE (Lied Festival) Victoria (de los Ángeles), organizado por la fundación Victoria de los Ángeles López, dedicada a la soprano catalana desaparecida en 2005, para la promoción y la educación en materia de Lied. Este año ha tenido lugar entre los días 2 y 11 de octubre, conjugando actividades docentes en la ESMUC (LIFE Akademie) y conciertos (Life Concerts) en diferentes salas de la ciudad condal, donde jóvenes intérpretes (LIFE New generation) tienen la oportunidad de participar junto con grandes voces del panorama nacional e internacional.

Después de recitales de formato de cámara con programas que recorrían todos los periodos de la historia de la música por parte de Roman Trekel, barítono y Ulrich Eisenlohr, piano; Marta Almajano, soprano y Dani Espasa, clavicémbalo; Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano y Rubén Fernández Aguirre, piano; y de los participantes a las masterclasses de los profesores invitados, Adrian Thompson, tenor e Iain Burnside, piano; el concierto de clausura lo ofrecieron precisamente ellos, los profesores, con la colaboración de Cristina Segura, Mezzosoprano, Hugo Bolívar, Contratenor y Jordi Sabata, Barítono, Esther Pinyol, arpa y Paco Rodríguez, trompa.

En esta ocasión tuvimos la oportunidad de escuchar un programa escasamente interpretado, al menos en salas españolas. Se trata de los Canticles de Benjamin Britten, formados por su Opus 40, 51, 55, 86 y 89, escritos entre el año 1947 y 1974. Los casi veinticinco años de distanciamiento entre obras ofrece un abanico privilegiado para valorar la relación entre ellas y sus diferentes etapas de creación musical, aunque al mismo tiempo presentan continuidad, sobre todo, conceptual. Los textos de las piezas se leían antes de cada interpretación, lo cual -pese a que podría ser criticado por muchos ortodoxos-, parece resultar idóneo para comprender el sentido y contenido de la pieza. Por nuestra parte, lo consideramos un acierto de la organización.

La interpretación de las mismas fue excelente en términos generales, una verdadera experiencia musical que hay que vivir en directo, especialmente porque algunas grabaciones, como la de Naxos de 2004 de Langridge y Bedford dejan bastante que desear en cuanto a la calidad de la grabación y la concepción de la obra. Cabría solamente poner en tela de juicio la tendencia de Thompson a finalizar las frases de manera acentuada y a veces violenta en los forte, casi como si hubiera un sforzando, ya que en ocasiones rompían el carácter de las líneas melódicas. El lugar donde verdaderamente brillaba su voz era en las dinámicas medias y piano, como demostró suficientemente. Quedó muy plano en el ámbito dinámico el IV Cántico, «Journey of the Magi» (basado en un poema de T.S. Eliot), sobre todo por motivos de la acústica, probablemente la menos recomendada para este tipo de piezas. En vez de música de cámara, que es lo que exigía la conjugación de voces que planteó Britten (mezzosoprano, tenor y barítono), fue interpretado como si fuera un conjunto coral. Quizá habría que sacrificar un marco como el de La Pau por uno con mejor acústica de cara a ediciones posteriores.

Quisiera, por último, nombrar a dos de los jóvenes intérpretes que acompañaron a Thompson y a Burnside. Para el II Cántico, el dúo entre Isaac y Abraham, contaron con el contratenor aragonés Hugo Bolívar. Fue una grata sorpresa escuchar su voz, a todos los niveles privilegiada. Su interpretación fue delicada y su proyección cuidadísima. Igualmente afortunada fue la de Esther Pinyol al arpa del V Cántico. Es una obra muy exigente técnicamente y ella consiguió estar a la altura de su veterano acompañado, Thompson. Todo un ejemplo de profesionalidad.

 

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