El villano de la novela

Por Tomás Navarro.

cuchillo-crimenMi trabajo me permite conocer a muchas personas. Cada día veo a personas maravillosas, lo cual me encanta y me inspira; pero de la misma manera, también puedo ver los estragos que causan personas tóxicas, cínicas, miserables, necias, ególatras o mezquinas en sus castigadas víctimas. Créeme cuando te digo que en temas de sufrimiento y dolor, la realidad siempre supera la ficción con creces.

Bueno vamos a por lo que nos ocupa, el villano de nuestra novela. Perdón, antes de empezar una cosa más, he de admitir que en mi novela no hay ningún villano ya que me gusta más plantearla en positivo. Bueno, rectifico, en realidad no tenía planificada la inclusión de un personaje negativo; pero lo que ocurrió es que sin desearlo, incluí un villano en mi relato de ficción. Intenté eliminarlo, pero no pude, lo que me condujo a una interesante reflexión. Prácticamente este villano se coló el solito en la novela, sin pedir permiso, con el objetivo de contrastar a los personajes positivos. Así que puestos a incluir una persona perversa en mi libro me dediqué a diseñar un personaje coherente y sólido, diseño que me gustaría compartir con vosotros.

El primer punto a tener en cuenta para poder diseñar a un malo supermalo es que todo villano tiene un gran trauma que superar o una historia rocambolesca que le ha condicionado su vida provocando que acumulara odio hacia sus congéneres. El novelista inglés Ian Fleming es un gran conocedor de la importancia de dotar de un trauma a sus villanos y lo lleva a la práctica con gran maestría. El villano disfruta recreando su trauma y compartiéndolo con su víctima; es más, posiblemente responsabilice a otras personas de lo que le pasó y posiblemente crea que hará justicia cuando haga sufrir a las personas que le rodean tanto como el lo ha hecho. En mi caso, el villano de mi novela, utiliza su trauma de manera victimista para poder romper las defensas de sus víctimas.

Otro punto importante que proporciona solidez a la figura del villano es que suelen aprovechar su pequeña parcela de poder para ejercer sus perversiones y dominaciones. Lógicamente a más poder, más capacidad destructiva, pero no descartemos la capacidad de generar sufrimiento que puede tener una cruel cajera de supermercado, un jefe ególatra, una suegra déspota o un vecino desconsiderado e iracundo. El villano, malo y pérfido, disfruta con el sufrimiento ajeno cual desviación de la condición humana, tenga el nivel socio-económico-cultural que tenga…

Un villano nunca se comunica directamente, ni claramente ni totalmente. El villano disfruta torturando a sus víctimas en todos los sentidos… ya sabes, la información es poder. El villano lanza mensajes incomprensibles auspiciados por su propia alteración del proceso de pensamiento y por el deseo de generar suspense y dependencia en su víctima. El villano vive en una realidad que solo él comprende por lo que resulta muy difícil de entender, prever y entender.

No hay nada que le guste más a un buen villano que la puesta en escena. El villano es una persona ególatra y extremadamente histriónica. Un villano sin espectadores no es nadie. La puesta en escena de un villano suele ser patética, anacrónica y obsoleta; pero no obstante el villano disfruta perversamente del espectáculo que está provocando, un espectáculo que ha estado planificando durante horas y horas de pensamiento negativo, improductivo y cíclico.

El villano en realidad es un ser frágil que ha elegido esconderse tras una aparente sensación de superioridad. El villano se autoengaña tanto como lo necesite antes que tener que admitir que está equivocado. Su proceso de pensamiento es incoherente, inconexo y delirante. Sus relaciones causales no siguen lógica alguna, pero a pesar de ello se las cree firmemente y a cualquier precio.

Finalmente, uno de los puntos que más me fascina de los clásicos villanos, de los malos de las telenovelas y de los sofisticados psicópatas es que siempre se sienten justificados. Su terrible actuación tiene un marco que la ampara de tal manera que creen que no están haciendo nada malo. En realidad se creen dioses que están por encima del bien y del mal y que tienen la facultad divina de juzgar,  provocar dolor y sufrimiento a discreción. Si un villano te tortura, posiblemente sea porque crea que te lo mereces.

Hasta ahora he compartido contigo los principales aspectos que tuve en cuenta en el diseño de mi villano. Te animo a que lo tomes como un punto de partida a partir del cual el personaje puede ser más sofisticado o más burdo, más ridiculizado o más respetado; pero recuerda que, se trate de un espía, un asesino en serie, una esposa cruel o un familiar trastocado; el villano ha de ser diseñado con esmero ya que de él depende el contraste de los valores de nuestra obra.

El villano ensalza las virtudes del protagonista, le da tensión narrativa a la obra, genera suspense y proporciona cuerpo a nuestro texto. En mi novela, el villano es un manipulador discreto y oportunista. Mi villano espera desde su atalaya a una mujer con baja autoestima, cansada, desilusionada y receptiva para poder hacerla presa de su necesidad de conquistar y sodomizar a las mujeres que tanto le hicieron sufrir de joven.

Para mi villano, la mujer es un mero instrumento para satisfacer su secreta venganza personal contra el género femenino… nada, por extraño que te parezca, que no haya observado en numerosas ocasiones a lo largo de mi experiencia profesional como psicólogo.

Querido, querida… si quieres diseñar a un buen villano sal a la calle y observa a las personas que increpan y castigan a sus víctimas; busca en tus recuerdos a aquel falso amigo que ejercía una posición dominante sobre ti o analiza a las personas que te rodean y analiza si disfrutan provocando dolor y castigando a las personas que tienen cerca. Recuerda, en materia de maldad, la realidad suele superar la ficción.

 

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