«Vathek» de William Beckford

vathek

Por David Martínez Garrido @dmgarri

William Beckford de Fonthill, personificó al gran señor inglés, refinado, crítico de arte, bibliófilo y constructor de palacios, cuyas enormes rentas le permitían viajar para después relatar sus viajes. Pero sin duda es a su novela oriental a la que debe la gloria.

Vathek (Alianza Editorial) es una novela gótica pero no a la manera clásica de Melmoth el errabundo o El Monje. Beckford supo captar la esencia gótica para enmarcarla en un escenario árabe, seguramente influenciado por «Las mil y una noches». El resultado no pudo ser mejor. El estilo y el método es mucho más libre que en las demás novelas góticas, entretejiendo una historia desbordante de fantasía e ingenio, pero manteniendo el terror gótico como base.

Poco antes de escribir el libro, parece que el noble inglés vivió una gran fiesta a puerta cerrada que duró varias semanas. Aquel festín parece arrebatarle de inspiración y, según Borges, Beckford escribe de forma frenética el primer borrador del libro en tal sólo tres días y dos noches. Lo escribe en francés, pues parece ser que Beckford creía que toda novela árabe debía escribirse en el idioma de Antoine Galland.

Vathek, nieto del califa Harun, quien «no creía que para alcanzar el Paraíso en el otro mundo hubiera que hacer un infierno de este», es un personaje ilimitadamente vanidoso, astuto y exagerado, que  posee el poder de fulminar a los hombres con sólo echarles mal de ojo. Uno de sus grandes placeres era subirse a su torre babilónica de once mil peldaños, para conseguir así que las estrellas le revelasen los secretos de su destino. El propio autor del libro también vivió su particular obsesión por estar cerca de los planetas, puesto que mandó construir una de las torres más altas de la época en Fonthill, aunque no tardaría demasiado en derrumbarse.

La suntuosidad sarracena, el desborde de todos los placeres y lujos, la saciedad de todos las diversiones habidas y por haber, se describen sin ningún tipo de pudor y con una fina ironía. Y es que, seguramente, Beckford plasmó en el libro gran parte de su propia vida.  Como escribió Lovecraft de esta novela, «los toques de lo ridículo rara vez desvirtúan la fuerza de sus temas siniestros, y la historia fluye en medio de una pompa fantasmagórica».

Vathek, hastiado de todos los placeres terrenales, recibe para su desgracia a un emisario al que llaman despectivamente Giaur (es la forma en la que los turcos se refieren a los cristianos). A partir de este momento, el califa se ve envuelto en una serie de intercambios con el mercader, que terminan por atrapar su alma en la búsqueda del Palacio del Fuego Subterráneo. Como comentó Mallarmé, si en la novela Vathek comienza en lo alto de su torre, termina en la más absoluta profundidad bajo la tierra. Su aciaga y hechicera madre Carathis, le empujará con sus embrujos a conseguir tan ansiado poder. Su ambición les incita a perpetrar todo tipo de sacrificios humanos.

Vathek iniciará, junto a su séquito, un viaje a las ruinas espectrales de Istakhar (Persépolis). En su camino compra a su atrevida mujer Nouronihar para vivir juntos una aventura fantástica de ingenio irreproducible.

En esta edición tenemos los tres capítulos que fueron desechados en su momento y han sido traducidos al español recientemente. En un principio Beckford los deseaba incluir originalmente en su novela como un coloquio entre las víctimas del infernal palacio subterráneo. Se tratan de «Historia del príncipe Alasi y de la princesa Firuzká»,»Historia del príncipe Barkiaroj» y «La historia de la princesa Zulkais y del príncipe Kalilá», esta última inacabada. En ellos, otros príncipes comparten sus historias con Vathek de cómo han llegado hasta el abismo. Luis Alberto de Cuenca, que también se considera un beckfordiano irredento, nos habla en su libro «Álbum de lecturas» de un cuarto episodio llamado «Historia de Matassem», que habría sido destruido por el propio Beckford al considerarlo demasiado salvaje.

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