Travelling through the Nexus Polaris Vortex

Por: Diego Pacheco

(Manifiesto de la experiencia postbarroca)

Dimmu_Borgir_at_Hellfest_III_by_DragonLadEstamos en el milisegundo exacto en que se gesta la creación del universo. Distintas fuerzas y energías se configuran para provocar este anhelado nacimiento y su posterior propagación instantánea hasta sus más impensables confines. Desde la esencia más palpable de nuestra existencia hasta los rincones más oscuros de lo posible en cualquier espacio-tiempo. Llegamos a los extremos de nuestro planeta y la naturaleza se torna más extraña para los seres que viven al borde del exotismo tropical, pero en esos extremos, residen los lugares perfectos, donde residen los espacios ocultos de nuestra base de operaciones tan maltratada y vilipendiada; en consecuencia esas fuerzas ocultas incomprensibles son aquellas que le otorgan el equilibrio a nuestra existencia, y también lo niegan.
La raza humana penetra, se instala, inunda, infecta y finalmente, de una u otra forma se adapta a su entorno, recibe la vibración que emana el ser que le otorga su energía. Energía polar, todo lo que conlleva acercarse a esta realidad, tu mente es otra, ni siquiera aprendes, internalizas que tu ser es un espíritu frío, calculador, sosegado, pero la naturaleza humana no te permite apoderarte de este control que quieres ejercer sobre ti. Siempre hay una variable en el sistema que no permite que la vida, la sociedad sean organismos perfectos, invulnerables, donde todo funciona a la perfección sin algún fallo… en el fallo reside el sentido de todo lo que construimos en nuestras ingeniosas mentes como realidad o como un todo del cual nos apegamos como garrapatas temerosas del vacío.
¿Y qué pasa con el ser humano? Cuando tu universo está envuelto en la perfección tu alma no lo soporta y prefiere forzar ese sinsentido de que todo esté hecho, de que todo esté predestinado, no hay nada más en qué pensar, fácilmente puedes llegar a concluir que no hay algo de interés en este espacio, así que “adiós muchachos”, sigan perdiendo el tiempo acá, ofrezco un poco de mi oxígeno, que realmente ya no lo necesito. Voy a dar una vuelta por el vórtice, creo que hay cosas más interesantes en algún cuadrante escondido de esta dimensión… digo, no para quedarme sino para ir al siguiente piso, donde esta percepción es solo un chistecillo de bebés, pañales y bueno alguna otra incoherencia que se materialice en forma de letras adecuadas como un arreglo alucinante.
Así como los arreglos del desaparecido “excovenante” Sverd, delirando entre la teatralidad de los espectáculos barrocos, la burla, la exageración y entrelazando unas notas con el teclado que nos hacen sentir el frío más profundo de las tierras donde el universo converge con nuestro piso, una aurora boreal que nunca parece terminar y se descompone en muchos puntos brillantes del firmamento, parece que fuéramos a escapar de la gravedad, ley irrefutable de la sagrada ciencia. Pero la mente está fuera de su alcance, siempre lo ha estado. Solo la adoramos para evitar la responsabilidad de ser libres… libres de verdad.
Una ópera de las constelaciones donde la demencia permite que se unan las notas que evocan alegorías y letanías conmemorando que también convive entre nosotros el mal, pero esta ópera se erige desde el más allá, desde sus penínsulas incomprensibles. Una creación de un nuevo universo, donde el desdoblamiento necesario para convertirnos en uno con nuestra obra, nos involucra en una oda malsana a todas esas fuerzas del universo que aún no conocemos, apenas creemos que las avizoramos desde nuestra mente quieta, estática, dormida bajo el velo de nuestra disminuida visión.
Y finalmente estamos en el punto en que se confunden en una sinfonía magistral pagana: pasado, presente y futuro. Todos están ahí en ese maremágnum de sonidos orquestados, mientras nos absorbe de nuevo el vórtice, una y otra vez, a lo largo de los años, regresamos a ese pasado para poder viajar al futuro, el principio del futuro, pronto no volveremos de ahí, o tal vez sí, tal vez sigamos en este viaje en el tiempo constante, demostrando que no hay límites, solo hay que aprovechar el momento donde encontramos los pliegues, por ahí va la salida, pero realmente son un infinito número de entradas.

PD.: Dedicado a todos aquellos que nos enseñaron a escuchar, porque escuchar no es solo percibir, también es crear.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *