Pablo Gutiérrez apela a la rebelión personal en «Los libros repentinos», su nuevo trabajo

«Reme es una vieja indecente que viste con harapos y deja que el pelo le crezca sobre los hombros como la mala hierba. Perdura en ella la fortaleza de la mujer superviviente, piel de elefante marino, las mejillas son dos manzanas de Blancanieves. El tiempo le pertenece, no duerme, a nada le teme: de madrugada deambula como un centinela haciendo rugir los soportales de la plaza con sus bostezos, al mediodía se acurruca al sol para leer cualquiera de los libros que carga consigo».

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Los libros repentinos, de Pablo Gutiérrez.

Actualidad editorial:

El escritor onubense Pablo Gutiérrez ha estado por Madrid presentando su última novela Los libros repentinos (Editorial Seix-Barral, 2015), la historia de una mujer que, aunque bastante tarde, queda cautivada por el influjo de la literatura, un descubrimiento que le permitirá ver el mundo a través de lecturas que hasta ese momento no se había planteado. “Reme es una mujer mayor que tras quedar viuda, y por efecto del azar, descubre el poder de la literatura y se acaba convirtiendo en activista social gracias a ella. Esta es por tanto, la historia de un despertar: descubrir en una vida común que existen situaciones extraordinarias”, comenta el autor. “Ella es una mujer de un barrio marginal andaluz que vive en la rutina ordinaria de gran cantidad de mujeres, y que a través de los libros toma conciencia de muchas cosas. Hasta entonces ha vivido con demasiados tabúes, pero ahora se le presenta la posibilidad de un juego inesperado: la voluntad mágica de la literatura que la llevará a la rebelión e incluso a la explosión de esa sexualidad que ha tenido retraída durante tanto tiempo”.

Poco después de la muerte de su marido, una caja con libros llega a casa de Reme por error. En lugar de devolverlos, toma uno y comienza a leer. Algo ocurre a partir de ese instante: Reme se encierra en casa y los devora con fruición quijotesca; siente que le hablan de su propia historia de supervivencia, sexualidad contenida y frustraciones. Al salir de su encierro ya todo le parece distinto y odioso: el barrio de suburbio en el que vive, los muchachos que se citan bajo su ventana, su propia existencia desperdiciada. Cautivada por la literatura, Reme descubre una insumisión capaz de traspasar las fronteras de la ficción e incluso alcanzar la realidad.

La justicia social y el poder perturbador (incluso sanador) de la literatura, unidos en el extrarradio como escenario principal de la novela. “Ese es mi territorio, por eso lo elijo como trama principal, son mis referencias, mi mundo, mi entorno. No podría escribir sobre una familia que vive en un lujoso ático de la Gran Vía”. Aprovecha Gutiérrez para hablar de urbanismo, de cómo se construyeron muchos barrios durante los años 50 y 60 para alojar viviendas sociales que recibían al excedente de población con peores recursos (cinturones de pobreza y miseria que han ido evolucionando hasta nuestros días). La protagonista, a fuerza de leer, se hace consciente de su situación y de un concepto nuevo, el de justicia social… “Pero Reme no tiene idea colectivizante, no es capaz de formarse un sistema de valores en torno a esa cuestión. Intuye que esa justicia puede alcanzarse en pequeña escala, se cree la idea de reducir esa justicia a los medios más locales, pequeños y controlables, ajustar el radio de acción a su barrio, como un nuevo Pericles abanderado de los movimientos vecinales”.

“¿Buscar utilidad práctica a la novela? No soy tan ingenuo. No se escribe para cambiar nada, una novela no es un medio para ello, es más como una obligación moral”, reflexiona el autor. “Todas las novelas son sociales y, por tanto, políticas. En literatura es bueno alejarse del cinismo y buscar la implicación activa del narrador. En una sociedad en crisis hay que mojarse y el humor es clave pues se convierte en la mejor forma de impugnar lo que no nos gusta de la vida. No se trata de observar lo que ocurre para después olvidarse y hablar de pajaritos y unicornios”. Resulta entonces natural que surja una literatura social que trate la descomposición social, económica y política que se ha vivido en los últimos años. “Como decía Saramago, pesimismo es la única actitud honesta. No podemos cerrar los ojos o ser optimistas ante una situación como la sufrida”.

“Muchas de las actuales ideas ya se daban a comienzos del siglo XX. Baste recordar La rebelión de las masas de Ortega y Gasset o los textos de Pío Baroja. Las crisis, tanto de identidad como de valores morales podrían trasladarse a nuestro presente. Ya decía Baroja que primero habría que solucionar los problemas locales, para después solucionar los más generales”, confirma un autor que es muy consciente de que sus lectores tienen determinada filiación literaria: “mi prosa es más poética que narrativa. En principio, no tengo miedo al idioma, buscar la prosa desnuda es el objetivo de mi literatura, utilizando el idioma como materia. De ahí que mi ideal y modelo sea Caballero Bonald”. Pablo Gutiérrez se aprovecha de su rotundo lenguaje para hacer crítica social y humor satírico, para apelar a la resistencia así como a la toma de conciencia del valor de la ciudadanía y de su fuerza.

Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) ha publicado las novelas Rosas, restos de alas (2008), Nada es crucial (2010), galardonada con el Premio Ojo Crítico de Narrativa, y Democracia (2012). Es uno de los mejores narradores jóvenes de la literatura en español según la revista Granta, y ha recibido el elogio unánime de la crítica. En 2011 quedó finalista del Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero con Ensimismada correspondencia. Es profesor de literatura en un instituto de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

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Los libros repentinos.  Pablo Gutiérrez.  Editorial Seix-Barral, 2015.  272 páginas.  18,50 €

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