Otro año del mundo

 

Otro año del mundoOTRO AÑO, OTRO MUNDO

(A propósito del libro Otro año del mundo de Pilar Martín Gila)

Por Cecilia Domínguez Luis

 

«Quién cabalga a través de la noche/ de vuelta a casa…» son los dos primeros versos con los que comienza la primera parte de Otro año del mundo, un libro de poemas de Pilar Martín Gila, publicado en la colección EME de Ediciones La Palma.

Es el comienzo de lo que podríamos llamar la reescritura del poema de Goethe Der Erlkönig (El rey de los Elfos), en la que, como la propia autora afirma «lo que hace es seguir al pie de la letra una historia ya contada».

Sin embargo, yo me permito puntualizar tal afirmación, porque pienso que el aliento poético es el de la autora de esta reescritura, en el que se deja traslucir sus propios deseos, sus propias angustias, con una visión muy particular de la realidad, lo que se hará más evidente en la segunda parte.

Es cierto que sigue los pasos del poeta alemán: padre e hijo que cabalgan de regreso a casa que es como intentar recuperar valores perdidos, o la noche que se cierne sobre el camino y en la que se intenta vislumbrar un futuro a todas luces incierto. Y el caballo que puede tener tantas significaciones como la fuerza del instinto que trata de vencer la oscuridad en la que se mueve quienes lo cabalgan, siempre aturdidos, siempre preguntándose; también la muerte, la clarividencia, o la energía cósmica. Elemento complejo que conduce a sus jinetes en medio de la noche, porque «Nadie se abre camino/ ni es más veloz que nuestro caballo…»

Y el miedo del niño es el miedo del padre que intenta refugiarse en el amor, donde el niño aparece como un elemento que aglutina el deseo de vencer y la esperanza de llegar.

Y de nuevo la noche que les muestra el paisaje a través de los sonidos, de ruidos de voces, de susurros. Y padre e hijo saben que están cerca de un río porque escuchan su rumor, saben de la proximidad de los árboles por el sonido del viento en las ramas, la proximidad de la tormenta por el ruido del trueno. Esto es lo real. El resto es presagio de que algo va a perderse para siempre.

Tránsito es un poema en prosa que da paso a la segunda parte y que, en cierta manera cierra el anterior. «Después el mundo se quedó sobre el mundo…» Porque todo comienza con un viaje, un viaje en el que muchas veces equivocamos la ruta y en el que vamos en busca de nosotros mismos. Y es en ese momento, cuando creemos haber llegado, cuando despunta la mañana.

En ese despuntar del alba, Se oye gritar entre sueños, título de la segunda parte que empieza con el último verso de Tránsito: «Así despuntó la mañana»

Pero la espera de ese amanecer que parece no llegar, es momento propicio para la reflexión sobre el porqué del propio viaje y el viaje de los otros.

Sin embargo las preguntas no parecen obtener respuestas, el alba no acaba de despertar, y esa penumbra que precede al día y que se prolonga nos sumergimos preguntándonos si acaso es esa la mañana, una mañana oscura que tal vez pretenda guardar el secreto de un prolongado sueño.

¿Habrá que aceptar esta niebla que nos cubre? ¿Será necesario continuar viviendo en un presente oscuro?

Las respuestas siguen sin llegar, o llegan a medias. El mundo se desmorona y nosotros avanzamos a tientas, y no nos atrevemos a atravesar el umbral, o acaso no queremos porque intuimos que llegará el desasosiego y la melancolía.

E, inevitablemente, vuelve Goethe, que define la melancolía como una incapacidad de amar y, por tanto de actuar, al faltarnos algo tan esencial como el deseo.

¿Es este el sentimiento que nos transmiten estos hermosos versos?: «Sí, en esto: abatida la memoria/ está cruzando esa ventana/ que bastaría con cerrar.» Tal vez sí, pero no solo, porque todo esto es consecuencia de una pérdida. Todo está en ese ayer donde aún la comunicación era posible. Pero ahora la memoria abatida cruza la ventana.

En los últimos poemas parece vislumbrarse un atisbo de esperanza: «…pero todo llegará desde donde quiera que esté/se inclinará sobre la ventana/ y hará desaparecer la melancolía.»

Sin embargo no parece suficiente para paliar esa oscuridad en la que vivimos. Tal vez haya que dar un primer paso y sea este excelente libro, un aviso a navegantes.

Yo lo tomo como tal y espero, como su autora, que la cerillera encienda la cerilla y «que su chasquido traspase las paredes» y las sombras. Tal vez así podamos hablar de otro año y otro mundo de claridades.

 

Pilar Martín Gila

 

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