World Press Photo: APRENDIENDO A NO OLVIDAR

Por Telmo Avalle / Madrid

 

No importa lo fuerte que impacte una fotografía en la retina, ni la carga emotiva que despierte en la conciencia. Son tantas las imágenes que los medios de comunicación despliegan a diario ante la mirada que ésta se ve forzada a la hipertrofia para abarcarlas todas, aun sin poder asimilarlas al completo. Y esta desmesura deriva a su vez en una anestesia hacia las que, con todo su valor emocional, saltan los controles del sentido y van a parar al pliegue más recóndito del entendimiento.

Quizás sea por eso que uno se incomoda tanto cuando hace un ejercicio de memoria y comprueba que, antes del pequeño Alan Kurdi, hubo otros protagonistas que nos desnudaron las vergüenzas. Y como no hace tanto tiempo de algunos, en el Colegio de Arquitectos de Madrid se exhibirá hasta el próximo 12 de octubre la muestra de 160 fotografías premiadas en la última edición del World Press Photo, para hacernos reflexionar a través del fotoperiodismo. Pero también, y esto es casi más importante, para recordarnos que hay protagonistas que no deberíamos olvidar. Porque el mayor drama del olvido reside en la duda de si, alguna vez, llegamos a reconocer ese rostro.

De entrada a la exposición, justo enfrente, reconocemos a John y Alex fundidos en la intimidad de claroscuro que les da su autor, el danés Mad Nissen. Que sean los protagonistas de la fotografía que se alzó con el primer premio del World Press Photo 2015 bastaría para justificar que todavía se les recuerde, pero, más allá del concurso, esta pareja se ha convertido en baluarte de una minoría sexual en un país (Rusia) donde la homofobia está institucionalizada.

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Contemplando la obra de Nissen uno escucha de soslayo el desacuerdo de un fotógrafo con el fallo del jurado. Cuestiones técnicas frente a temática, nada más. Lo cierto es que la composición serena y prepara para lo que ha de venir. Porque efectivamente, la quietud de la fotografía ganadora es una ilusión que se quiebra cuando la mirada se abre trémula y fija su atención en el resto de la muestra.

Presos ejecutados, bombardeos a civiles, el secuestro de 300 niñas nigerianas por miembros del Estado Islámico… “Parece que el fotógrafo se sintiera atraído por la violencia y los desastres” – puede pensar uno -, como si hasta ese momento no hubiese sabido del conflicto de Ucrania, de la guerra de Siria, o incluso de la crisis del ébola. Porque, mientras que la realidad que uno contempla a través de la televisión es un cóctel de destellos y diálogos al que se puede atender o no, lo mismo da, el fotoperiodismo coloca ante la retina, sin filtros y diríase sin piedad, una retrospectiva de nuestro presente más ausente. Y el World Press Photo, concretamente, estructura nuestra memoria colectiva a base de fogonazos de realidad que, se quiera o no, debe reconocerse.

Aparte del cambio de galería, una de las novedades de la exposición es el gesto de acercamiento a las personas con discapacidad visual. No muy lejos de la foto de John y Alex se encuentra otra reproducción de la imagen ganadora con la técnica ‘didú’, que la dota de relieve.

En esta edición de World Press Photo participaron 5.692 fotógrafos de 131 países con un total de 97.912 imágenes. La exposición, disponible en el Colegio de Arquitectos de Madrid hasta el próximo 12 de octubre, recoge las 160 fotografías reconocidas.

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