Una chica vuelve a casa sola de noche (2014), de Ana Lily Amirpour

 

Por Miguel Martín Maestro.

Una-chica-vuelve-a-casa-sola-de-nocheSí, otra recomendación del Atlántida, de ese tipo de cine que difícilmente se encuentra a diario, una película iraní con dinero norteamericano, así que termina siendo menos iraní que cine “indie” norteamericano. La directora seguramente ha aprovechado sus estudios en Norteamérica para decidir no volver a su país para trabajar como cineasta, y desde luego, este tipo de cine no sería permitido en Irán. Una película en blanco y negro, hablada en iraní, con rótulos en la ciudad en ese idioma, con actores mayoritariamente iraníes, con mujeres que usan velo aunque se dediquen a la prostitución, con camellos que se mueven a ritmo de hip hop, con gente común que reniega de sus familias, con mujeres solitarias que regresan a casa de noche, incluso con algún que otra escena de desnudo o de inequívoco significado sexual.

Imagen y música se conjugan a la perfección con la historia y consiguen un ensamblaje perfecto para crear esa atmósfera de irrealidad que transpira el relato, porque, en el fondo, la película es una historia de vampiros, de una vampira que selecciona a sus víctimas usando la balanza del bien y del mal, amenazando a los buenos para que nunca dejen de serlo porque ella estará siempre vigilando o eliminando a aquellos que han conseguido que la ciudad merezca el nombre de “Bad City”. Hay una cadencia armoniosa en el ritmo con que se cuenta la historia de Arash y la mujer sin nombre, sus caminos son divergentes hasta que empiezan a aproximarse por culpa de los hombres malos que rodean a Arash, en ese ambiente hasta el propio Arash está a punto de convertirse en una víctima más de la mujer, hasta que ésta descubre en ese vampiro disfrazado una pureza interior poco común en “Bad City”, la ciudad del pecado, como la creada por Frank Miller, pero trasladada a un régimen islámico muy poco ortodoxo, donde se mantienen ciertas convenciones acerca de la moral y el sexo pero de puertas afuera, porque puertas a dentro, hombres y mujeres se ofrecen sin  tapujos y donde un hijo puede terminar echando de casa a un padre enganchado a la heroína y que le ha trasladado unas deudas como consecuencia de su dependencia.

La imagen de la mujer, cubierta por el hiyab y siguiendo a los caminantes solitarios en la noche de la ciudad, ya para morderles, para advertirles o para ayudarles, se transforma así en la imagen de la limpieza y la regeneración. Una ciudad como la de la película, a medio camino entre un suburbio norteamericano y un poblado del oeste, rodeada de pozos de petróleo, es el caldo de cultivo ideal para el crimen y el pecado, la tarea de la mujer es, por lo tanto, ingente. Se transforma, o se ha transformado así, en una especie de fuerza policial cuyos resultados se analizan a la mañana siguiente cuando los cuerpos son recogidos de las calles y lanzados a una enorme fosa común. Cruzarse con “ella” es enfrentarte a la limpieza de tu comportamiento, si en una noche puedes llegar a tu casa significará que tu sitio no es “Bad City” y tendrás que huir para mantenerte limpio en el futuro.

Hay resonancias visuales ineludibles a La ley de la calle de Coppola, aunque el resultado sea menos onírico y potente, hay, y salta a la vista, referencias muy identificables al primer Jarmusch, al de sus películas en blanco y negro llenas de frescura y humor negro, y es evidente, en la historia entre la vampira y Arash rezuma el origen de la historia previa de Eve y Adam en Sólo los amantes sobreviven, película ésta que terminará transformándose en clásico a fuerza de convertirse en referente para otros muchos cineastas. El vampiro ha abandonado su capa para transformarla en un velo islamista, y la decisión de ser sacrificado o no, no depende tanto de la observancia de las normas del profeta como del hecho de no causar daño a los demás, con eso es suficiente para sobrevivir e, incluso, para que una vampira se enamore de ti y viceversa. En ese camino que se inicia al final de la película se encuentra el inicio de una gran amistad, acompañada de una banda sonora apreciable a ritmo de canciones de grupos como Federale, Free Electric Band o Bey Ru.

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