«Cabaret Maldito»: un infierno con mucha guasa, elegante y obsceno

Por Horacio Otheguy Riveira

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El espectáculo comienza no más entrar. Unas señoritas con las piernas desnudas y suculentos escotes sirven ricos hot dogs, y en la penumbra de la sala con muchas luces rojas esperan jovencitos medio desnudos con fálicas linternas rumbo a la butaca de cada portador de entrada…

El miedo del Circo de los horrores y el humor archinegro de Manicomio deja paso a este Cabaret Maldito en el que no hay susto que valga. Bajo la prohibición estricta a menores de 18 años, un humor desfachatado e impúdico, aprovechando las ganas de juego del público de las mesas cercanas al escenario, entre copas y chanzas, mientras la escena cuenta con una espectacular escenografía, magnífico trabajo de luces, espléndida banda sonora…

Una conjunción de erotismo fino, preciosos desnudos femeninos, unos toques gays… y pocos números circenses, aunque todos espléndidos. Una combinación arriesgada, difícil, en la que de pronto a un strip tease con fondo musical de la película Cotton Club puede suceder la voz sobrecogedora, impresionante, de María Callas.

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Un reto tan original como a veces irritante bajo una puesta en escena siempre óptima. Así las cosas: Circo de los horrores: Maldito Cabaret poco tiene que ver con los anteriores (excepto el protagonista, autor de la idea original y director artístico Suso Silva), pero consigue su propósito extravagante de «trabajar» duro en escena, y con el público escogido al azar (algo que sucedía en los otros espectáculos, pero de manera mucho más elaborada); un público al que los artistas pueden tocar, acariciar, medio desnudar, y preguntar si se rasura el vello púbico o si le gusta la relación anal o pedirle que lance gemidos de orgasmos satisfactorios. Todo depende de la noche y del juego establecido en cada caso. Un tipo de cabaret muy chabacano que reclama las ganas de exhibicionismo de quienes se sienten en los primeros puestos: y desde luego la noche en que asistí se lo pasaban bomba. Luego, tras las risas, luz, cámara, acción: el desfile de atracciones bien templadas.

La divertida unión de los contrarios

Una juerga de lo más basta con lluvia de momentos sublimes. Todo parece indicar que esta divertida y estridente unión de los contrarios es lo que la Compañía se ha propuesto llevar a cabo. Así las cosas: agítese bien antes de usar y canten todos juntos, espectadores y artistas el rock final que invita a descubrir «el diablo que hay en ti».

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Detrás hay una producción muy cuidada que ha contado con auténticos talentos en la escenografía y vestuario (Miguel Brayda) y en la iluminación del maestro Juanjo Llorens: un trabajo de gran creatividad con una dinámica cinematográfica espectacular, vibrante en múltiples detalles, que permite el regocijo ante los cuerpos de mujeres fascinantes, lo mismo en las alturas, en las acrobacias o sobre patines que con lésbicos encuentros bajo el agua… o el bravío y orgiástico devenir de cuatro muchachas que hacen de su cuerpo una mezcla adorable de libido y destreza, al tiempo que varias parejas deambulan por el escenario montándoselo a lo grande.

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El actor Raúl Massana en la primera parte es un predicador en pleno delirio con muy buen guión, y en la segunda parte es Fausto, el diablo de Las Vegas, de rojo brillante, marcando paquete, con mucha gracia en un provocativo encuentro con el público, siempre ingenioso, divertido y a prudente distancia. Para pasarse está La perversa (Francisco José García), lasciva como ella sola con los espectadores masculinos y despreciativa con sus parejas… y muchas sorpresas más, ya que sorpresas no faltan en un contexto muy cuidado con hermosa y temeraria trapecista, desafíos de toma y daca con el siempre inquietante Péndulo de la muerte en el que los acróbatas hacen auténticas proezas a toda velocidad sin protección alguna.

La fiesta termina como una gran revista musical en sucesión de saludos y números musicales con una invitación al pecado en todas sus variantes para atreverse «a pasar al lado oscuro» de la búsqueda de la felicidad carnal, cuanto más perversa mejor, y también con permiso  para zambullirse en los placeres más delicados y exquisitos.

Unir todo esto tiene mucho mérito, se había hecho en El Molino de Barcelona, catedral del cabaret español, muy tímidamente y con menos medios. Hoy en día ya nadie cuenta con dinero e imaginación para lanzarse a semejante riesgo. De allí que —a pesar de los discutibles vaivenes de la función en los que se echa de menos la calidad de los anteriores «Horrores»— este Maldito Cabaret tenga su cuota de exigente producción y excitante enlace entre el más difícil todavía y los orgasmos más potentes, aunque las carcajadas a veces los hagan tan difíciles como el amor entre acrobacias.

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Circo de los horrores. Cabaret Maldito. Madrid, Casa de Campo, Escenario Puerta del Ángel. Nota de los productores con fecha 18 de noviembre: 

Tras el éxito conseguido, con más de 30.000 espectadores, a poco menos de un mes de su estreno, el espectáculo Cabaret Maldito prorroga su estancia en Madrid, en el Escenario Puerta del Ángel, Casa de Campo, hasta el 10 de enero de 2016.
 

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4 thoughts on “«Cabaret Maldito»: un infierno con mucha guasa, elegante y obsceno

  • el 9 enero, 2017 a las 7:23 pm
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    El espectáculo Cabaret Maldito aunque tiene números interesantes, es flojo de contenido y utiliza en exceso la ridiculización del público para rellenar minutos. parece que sea el público quien ha de dar el espectáculo.Es caro para lo que ofrece.

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  • Pingback: Diez años en un “Manicomio”: triunfo del teatro-circo español | Culturamas, la revista de información cultural

  • el 7 agosto, 2017 a las 9:24 am
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    Es un espectáculo chabacano, basado en atentar la dignidad de las mujeres y de la gente de color o físicamente minusválidos. Un cabaret en donde se precia de ser representación del infierno y en donde sólo se habla de sexo.. ¿que hay del resto de pecados capitales? Supongo que es más difícil hacer un humor inteligente con ello. Evidentemente vivimos en la sociedad que vivimos ahogada por cadenas de televisión anticulturales… y lo chabacano vende. Lo más gracioso es cundo al final el diablo conductor del «espectáculo» hace un panegírico de lo propuesto en donde hace valer algo así como que hacen cultura??? No dudo que los artistas circenses se lo trabajan, unos más que otros, pero el guión es poco menos que denunciable por degradante de ciertos colectivos. A mi me hace gracia eso que dice el artículo de que «Fausto, el diablo de Las Vegas, de rojo brillante, marcando paquete, con mucha gracia en un provocativo encuentro con el público, siempre ingenioso, divertido y a prudente distancia»… a mí me morreó en público en un arrebato final tras sacarme a participar en las «gracietas» del que supongo por lo menos bisexual. A mi me pareció una agresión en toda la regla.
    En resumen… ¿quiere echarse al monte y pasarlo bien con lo típico del humor y entretenimiento de sexo chabacano? No se lo pierda… disfrutará. ¿Es usted un poco sensible a las injusticias, menosprecios del débil y tópicos ramplones de función de colegio? ¡¡tápese la nariz!!

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