Los lienzos blancos, de Yasmina Reza en “Arte”

Por Albanie Casswell.

arte-yasmina-rezaUna vez tuve una profesora que bendecía a Albert Giacometti. Ella fue quien tuvo el valor de decirnos la verdad sobre todas las cuestiones relativas al proceso de autodescubrimiento del artista. Fue ella quien nos enseñó que era fácil apreciar el arte figurativo, el arte clásico. Era sencillo admirar a Velázquez, a Rembrandt, a Vermeer, era evidente el gusto por el nuevo hiperrealismo y era absolutamente comprensible extasiarnos delante de las maravillas técnicas de los grandes pintores de todos los tiempos.  Era también común desterrar las vanguardias, lo moderno, porque en ello no se reconoce nada que podamos apreciar como solución, como exactitud. No hay nada divino en esos artistas, nada que se pueda considerar de excelente habilidad, nada que podamos reconocer, es decir: nada que podamos entender. Y habló de la categorización social de lo incognoscible como basura. Fue esa mujer la que nos transmitió algo que retuve entonces y sigo repitiéndome ahora: a medida que vayáis adentrándoos en el arte, iréis buceando hacía ese Kandinsky que jamás pudisteis soportar, y cuando lleguéis a él, os daréis cuenta de que empezáis a entender el arte.

Después de algunos años, esa idea y el debate que le secundó se me antojan humanamente comprensibles delante de la pequeña obra teatral de Yasmina Reza. Una obra ligera, ágil y exquisita, de gusto parecido a la copa de vino que acompaña al postre.

Un médico compra un lienzo en blanco por cinco millones y lo expone en el comedor de casa, llama a su mejor amigo para que vaya a ver tal maravilla y éste resulta horrorizado tras presenciar semejante bobada adquirida por desproporcionada suma: el eterno debate, la eterna cuestión, tratada con un ritmo delicioso, perspicaz y veloz en el que los protagonistas (tres hombres representando las tres opiniones universales acerca del arte moderno) no sólo dejan ver sus respectivas personalidades, rasgos y tempos, sino que son capaces de, en tiempo record, evolucionar, transformar-se, suprimir-se y reencontrar-se.

Para mí no es blanco. Cuando digo para mí quiero decir objetivamente. Objetivamente no es blanco. Tiene un fondo blanco, con unas capas apenas grises… Incluso hay algo de rojo muy pálido. Si fuese blanco del todo no me gustaría”.

‘Arte’ es guerra y reconciliación, no sólo entre perspectivas artísticas sino entre personas. Mientras el primer hombre cae en el snobismo y el segundo degrada cualquier expresión artística inusual por incapacidad de ver más allá de lo real, el tercero funciona como contrapeso, ameniza la tensión a pesar de ser objeto-diana de los otros dos. De esta forma encontramos en el clima violencia, pero también un sutil equilibrio y complementariedad entre las dos posiciones y la intermedia. La reconciliación es producto del despeñamiento de la seriedad, el humor como única solución al gran enfrentamiento, un humor absurdo que llega en la cúspide de la batalla y que aniquila toda sobriedad, resta toda importancia y humaniza a los protagonistas y a los propios lectores, quiénes logran captar casi inconscientemente, lo ridículo de tal temeraria discusión.

Yasmina Reza consigue hacernos reír y hacernos ver qué de bello hay en ese hermoso lienzo en blanco (que no es blanco absoluto, que tiene matices, que su belleza recae en la transformación de sus pigmentos a la luz) y qué estúpido es caer en las redes de la comercialización de un tipo de arte incategorizable e invalorable del que los mercaderes y subastadores se aprovechan creando un círculo snob demasiado tentador para los intelectuales, quiénes ahogan sus ahorros en la necesidad de mostrar que logran entender y, sobre todo, valorar, algo íntimo y demasiado personal como para estar al alcance de todos.

Reza nos invita a apreciar y tolerar la abstracción, lo subjetivo, lo personal de cada artista y al mismo tiempo nos enseña a menguar su importancia, a huir del engaño, del fraude, a observar el arte (cualquier tipo de arte) como lo que es: un mundo interior imposible de monetizar y absurdamente monetizado.

“- Yo no soy tan severo como tú. Es una obra, hay una reflexión detrás, es el resultado de todo un proceso. No es un cuadro pintado al azar, es una obra que se inscribe dentro de su recorrido.”

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