Luciano, el humor inteligente

Por Owen L. Black

 

Situar la vida de Luciano es algo complejo ya que sus contemporáneos apenas hablan de él, y lo único que se sabe (sin poder confirmarlo de alguna forma) es lo que el propio autor cuenta a través de sus obras y unas ligeras referencias de la Suda, una enciclopedia bizantina escrita en torno al siglo X, sobre la antigüedad clásica.

 

Se cree que pudo nacer en torno al año 120 de nuestra era y que murió sobre el 192, ya que se sabe que sobrevivió a Cómodo y este emperador romano falleció en ese año. Su nombre verdadero tampoco se sabe puesto que escribía bajo el pseudónimo de Luciano o Licino, pero se cree que pudo tener un nombre semita, ya que su familia era de ese grupo étnico. Nació en Samosata, ciudad situada junto al río Éufrates y capital de la provincia romana de Comagene. Esta región paso a formar parte del Imperio Romano a partir del 65 a. C. y hoy en día se encuentra entre Siria y Turquía.

 

En un pasaje de su obra El Sueño, cuenta que cuando era joven su padre le envió al taller de su tío que era escultor para que aprendiera un oficio. Luciano intentó ser un buen aprendiz, pero por torpeza rompió unas tablillas y su tío le expulsó y lo devolvió a casa de sus padres. Aquella noche tuvo un sueño en el que se le aparecieron la Escultura y la Retórica, personificadas como mujeres. Se pusieron a debatir porque el joven Luciano tenía que decantarse por una de ellas, y acabó ganando el debate la Retórica, que prometió al joven fama, dinero e inmortalidad.

luciano

 

Así explica el filósofo cómo se decidió por estudiar. Se desconoce si este pasaje pudo ocurrir en parte, debido a que el relato del sueño personificado era un recurso muy habitual en la literatura griega.

 

Hacia los 40 años sufrió una fuerte crisis espiritual que le hizo rechazar la Retórica por considerarla vacía y se vuelca en la Filosofía. Luciano encuentra en el diálogo su gran baza para expresar sus ideas, sincero y siempre con ganas de desenmascarar a la multitud de farsantes y falsos profetas que se movían por el Imperio en ese siglo, sus ácidos comentarios y duras críticas le crearon múltiples enemigos.

 

Fue un escritor muy prolífico, y sus obras fueron publicadas en la Antigüedad aunque se desconoce quién lo hizo. Las referencias que se tienen son de los primeros manuscritos medievales, el más antiguo es del 913. Pese a todo se han conservado unas 83 aproximadamente, algunas tan famosas como: El Desheredado, Contra un ignorante bibliómano, Alejandro o el faso profeta, Dos veces acusado o los tribunales, La travesía o el tirano, o La asamblea de los Dioses.

 

Pero sin lugar a dudas su obra más conocida son Los diálogos de los muertos. En ellos el autor consigue transmitir sus ideas vitales, las que le hicieron replantearse la vida en su etapa final, como la mejor de las reflexiones de un viejo sabio. Pone esos diálogos en boca de personajes conocidos por todos los habitantes del Imperio romano y tan universales en nuestra cultura como Hércules, Hermes, Caronte o Helena de Troya. Un viaje delirante por el inframundo, pero eso sí con mucho humor, porque si algo tienen los cínicos es humor e ironía.

 

Utilizó el griego para escribir, pese a que vivió en pleno esplendor del Impero Romano, la razón es que el griego era una lengua muy de moda en esa época, debido a un movimiento iniciado en el siglo I, el aticismo que perseguía la imitación de los clásicos como modelo a seguir, por ello las obras de Luciano están llenas de referencias a dioses, leyendas y proverbios.

 

Para su estilo se inspiró en Menipo de Gádara creador de la sátira menipea como menciona Quintiliano,  pero que desgraciadamente no nos ha llegado nada suyo, vivió en el siglo III a. C. aproximadamente. Y en este relato es uno de los protagonistas, cansado de su vida en la tierra, acude presto a la llamada del gran Diógenes desde el Hades, para pasar unos buenos ratos a costa los lamentos y lloros de grandes reyes y personajes del mundo griego que perdieron su vida y por consiguiente su riqueza y bienestar. Temas que pueden sonar tan actuales y antiguos a la vez, como que llevan produciéndose desde el hombre está en la tierra.

 

A pesar de su gran trabajo fue bastante ignorado por sus contemporáneos y las generaciones siguientes. Pero si se tiene certeza de que en Bizancio se le estudiaba, y a partir del siglo XIV es conocido en Italia por las traducciones que hicieron los griegos. La primera edición del texto completo de Luciano aparece en 1496, y fue realizada por Janus Láscaris, un griego al servicio del rey de Francia. Apenas unos años más tarde comenzó la fiebre por traducirlo en toda Europa.

 

El mejor conocedor y traductor de Luciano fue sin lugar a dudas, el famoso Erasmo de Rotterdam, ayudado por el también muy conocido Tomas Moro.

 

Erasmo idolatraba a Luciano y veía en sus críticas las mismas que él mismo le reprochaba a la Iglesia. Esta fue una de las razones que llevaron a la Iglesia de Roma a considerar a Luciano como un autor peligroso y en 1549 sus obras se encontraban en la lista de libros prohibidos.

 

Pero eso ya no sirvió para nada, desde el siglo XVI sus obras han influido enormemente a muchos autores como a Mateo Alemán en el Guzmán de Alfarache, a Cervantes en alguna de sus obras, a Tomas Moro en su Utopía, a Quevedo en Los sueños o a Jonathan Swift en su obra Los viajes de Gulliver, solo por mencionar algunos casos.

 

Aunque en esta vez, solo mencionamos sus diálogos, cualquiera de sus obras merece la pena ser leída hoy en día. Es un autor por el que no pasan los siglos, y sigue sabiendo dar en el clavo con su ironía y sentido del humor a la hora de interpretar la vida humana.

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