Notas para escribir una novela, de Murakami

Por Alicia Louzao.

Valga este artículo para exponer algunos rasgos esenciales en la obra del autor japonés. Los adictos a este novelista podrán reconocer rápidamente aquellos puntos en común que comparten sus obras. Además de su obsesión por los gatos, la melomanía y el hecho de que prácticamente todos sus personajes ronden los treinta y pocos, existen otras características en las que el lector avezado puede reparar cuando se asoma al registro de novelas de Murakami. En este caso, la experiencia está tomada de haber leído, si no todos, los siguientes: 1Q84, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Tokio blues, Baila, baila, baila, After dark, La caza del carnero salvaje, Fin del mundo. Un despiadado país de las maravillas, Sueño y Kafka en la orilla.

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(Ilustración de Kat Menschik, imagen: el-anaquel.com)

  1. Una niña:

La Yuki de Baila, baila, baila, que “llevaba una sudadera con el logo TALKING HEADS, vaqueros ajustados y botas. Por encima, un abrigo de piel que parecía de buena calidad. Era una belleza muy delicada y vulnerable, como si al día siguiente fuera a desaparecer”, adolescente fumadora y amante de la música. Un personaje extremadamente callado y problemático. En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo está May Kashara, “que llevaba unas gafas oscuras” y en otro momento “una camiseta Adidas azul celeste”. Murakami ama el detalle y ofrece los logos que se desarrollan a lo largo de sus novelas, aportando realismo. Como Yuki, May no va a la escuela “que por qué no voy a la escuela. Es un rollo, la verdad. Y, como compañero, te puede tocar un pervertido” y fuma “Hope cortos que encendió con una cerilla de cartón”. Finalmente, Mari Asai, en After Dark, pasa la noche leyendo en una cafetería. Como May, es una chica bastante introvertida y tímida.

  1. Otro mundo:

La influencia de Alice in Wonderland se ve reflejada en la obra del autor japonés.

En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo es, precisamente, un pozo el que se traga a Tooru Okada, en donde permanece: “La oscuridad tras mis párpados se parecía al cielo nublado”.

Esto es crucial en la trilogía titulada 1Q84. Aomame, preocupada porque no va a ser capaz de llegar a su destino debido al tráfico que se acumulada en la carretera, baja del taxi y accede a otro mundo a través de las escaleras. En un principio no reconoce que sea un mundo diferente, pero el primer detalle que registra en donde se desvela una peculiaridad es el uniforme de la policía. Fukaeri (de nuevo, otra las niñas de Murakami) desvela los secretos de ese otro mundo y de la Little People que crea con sus manos las crisálidas de aire. Quizás sea este mundo, construido por Murakami, el más perfecto de todas sus novelas. Las imágenes de la luna pequeña, más verde, prendida en el cielo al lado de nuestra corriente Luna permanecen en la retina para siempre.

Ese otro mundo, esta vez el de la consciencia, es el que hace su aparición en Fin del mundo. Un despiadado país de las maravillas. Esta vez queda clara la inspiración del autor en el libro de Alice, pues el mismo título recoge esta referencia. Aquí, el “otro mundo” es la conciencia del protagonista, en donde los cráneos de las bestias plagan una minimalista ciudad amurallada habitada únicamente por el Guardián y la bibliotecaria.

Esa consciencia, planteada como otredad, que discurre paralela al mundo real, aparece en el Hotel Delfín de Baila, baila, baila. Cuando el ascensor abandona al protagonista sin nombre en una planta remota  del hotel, este se topa con el hombre carnero, que le índice que ese mundo al que ha accedido “Es una realidad diferente de aquella. Tú todavía no puedes vivir en este mundo”.

  • El hombre carnero:

La intertexualidad es el recurso clave cuando leemos Baila, baila, baila. Las referencias de este libro a La caza del carnero salvaje son evidentes. Este segundo volumen es conocido como el “libro de un millón de dólares” dada la imposibilidad de adquirirlo traducido al español en la actualidad. Los ejemplares que circulan, de la editorial Anagrama, están valorados por unos 100 euros, de segunda mano (por supuesto, siempre quedarán las bibliotecas públicas). La chica de las orejas preciosas, llamada Kiki, que como nos dice Murakami en La caza… cada vez que se recogía el pelo en una coleta, su rostro se transformaba a uno mucho de una belleza exquisita. El hombre carnero, con el que se entrevista, es un personaje que lleva pieles y vive en una abadonada cabaña. En Baila, baila, baila, ese hombre carnero es el que ocupa la planta remota del Hotel Delfín, y Kiki, la chica modelo de orejas, una especie de figura borrosa del pasado que el protagonista quiere encontrar.

  • El hotel:

En Baila, baila, baila es el Hotel Delfín. En After Dark es el love Hotel en donde trabajará Mari Asai durante una noche. Además, la importancia del espacio, de la habitación, es crucial puesto que Eri, su hermana, permanece encerrada durante toda la novela en un cuarto desconocido. Murakami juega aquí con el enfoque de la imagen, como si de una película se tratase, ofreciendo la descripción exacta de Eri desde diferentes perspectivas.

  1. El sueño:

El sueño como pesadilla, centrándonos exactamente en la parálisis del sueño, es el trastorno que sufren tanto la protagonista anónima de Sueño (la fantástica novela graficada de Murakami, con ilustraciones de Kat Menschik) como el protagonista de Baila, baila, baila. Así, la mujer de Sueño describe la visión que ha tenido, en plena parálisis del sueño, del siguiente modo

“Era un anciano enjuto que vestía unas ropas ceñidas de color negro. Tenía el pelo gris y corto, y la cara afilada. El anciano permanecía de pie, inmóvil, a los pies de la cama. Sin pronunciar palabra, mantenía su mirada penetrante clavada en mí. Sus ojos eran enormes. No intentó decirme nada. Estaba vacío como un agujero”. El siniestro desconocido comienza a verter agua sobre sus pies, en una especie de tortura que multiplica todavía más la angustia de la protagonista.

“Intenté moverme. Pero, por más fuerzas que acopiaba, no podía moverme. De pronto, al descubrir que estaba paralizada, me asaltó el terror. Quise gritar. Pero no logré emitir sonido alguno. Ni siquiera fui capaz de mover la lengua”.

La mujer por fin logra despertar y observa que el anciano ha desaparecido.

“Quizá haya sido una parálisis del sueño, pensé. Era la primera vez que experimentaba algo similar. Realmente no parecía un sueño, pero lo era”.

  1. La gastronomía:

Es importante en Murakami que, además de la música, la cocina sea objeto casi de estudio. Como en Tokio Blues: “A Nagasawa le sirvieron pato asado y, delante de Hatsumi y de mí, en sendos platos, dejaron las lubinas. De acompañamiento había verduras cocidas regadas con salsa. Los camareros se retiraron de inmediato. Nagasawa cortó el pato con el cuchillo, comió con apetito y bebió whisky. Yo comía espinacas”.

En Sueño, la protagonista explica pormenorizadamente lo que prepara para la cena “Llené una olla de agua, encendí el gas. Piqué cebolla y preparé unos fideos soba para ponerlos a hervir. Mientras el agua se calentaba, metí unas algas wakame deshidratadas en remojo e hice pescados y verduras en vinagreta. Saqué tofu de la nevera, lo corté y lo aliñé con salsa de soja”. Estas descripciones nos acercan a una lección magistral de cocina japonesa, incluidos los espaguetis con sofrito de ajo picado, más occidentales, de Baila, baila, baila.

Incluso el personaje de Aomame en sí mismo refleja un gusto por la cocina: su onomástica significa, en japonés, “judía”, como se indica en la novela.

Como un juego parecido a la de la Rayuela de Cortázar, estos rasgos hacen aún más interesante la obra de Murakami pues, el amante de sus obras, cada vez que se acerque a uno de los volúmenes del japonés, cual detective del país de las maravillas anotará con una sonrisa una referencia que le haga murmurar: “Sí. Aquí está otra vez Murakami”. El creador de otros mundos.

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