Nutrir la inspiración

Fco. Javier Clavero Champsaur.

“Pon el corazón, mente y el alma incluso en los actos más pequeños. Ese es el secreto del éxito”

Swami Sivananda

Javier-Clavero-ChampsaurCuando de inspiración hablamos, que no es más que la motivación llevada al grado de la práctica, nos encontramos que hay muchas y variadas formas de nutrirla –y aunque cada maestrillo tenga su librillo— me gustaría compartir con vosotros la forma en que yo lo llevo a cabo. Leer es imprescindible y no solo aquello que nos gusta o nos es más placentero sino también aquellos textos que sabemos nos van a ayudar a coger oficio para escribir y nos van a dar recursos. A la par que si tenemos oportunidad de leer libros de compañeros y amigos también nos da una perspectiva de qué y cómo lo hacen personas con las que podemos hablar de “Escribir”. No solo de leer a los grandes se aprende, a veces la inspiración llega precisamente cuando te enfrascas en libros de autores desconocidos –o no tan conocidos—.

Tener la capacidad de observar a nuestro alrededor con la mente abierta y los cinco sentidos alerta nos proporciona todo un universo sensorial tanto de realidades como de mundos ficticios o de fantasía que nos brindan la oportunidad de no solo soñar sino de escribir soñando. Sin que dejemos que nada se escape a nuestra curiosidad, ver esas pequeñas cosas –los detalles— puede ser un entrenamiento para estar siempre alerta y que de un pequeño acontecimiento podamos fraguar un texto, un relato, tal vez una novela ¿Y por qué no? Y esto no es ni fácil ni difícil, es cuestión de ponerse y ejercitarlo tanto como sea necesario para que nuestra inspiración esté siempre engrasada.

Factores o herramientas –que podemos llamarlas como mejor nos acomode— como la perseverancia, la paciencia, la pasión, la disciplina, la actitud es una excelente idea tenerlas trabajadas, preparadas, desarrolladas y esto podemos materializarlo en cada una de las acciones que emprendemos en nuestro día a día… Tal vez dedicando un instante a “Cómo” hacemos lo que hacemos y cuál de esas herramientas o conjunto de ellas estamos utilizando. Quizás siendo consciente de su aplicación en nuestra vida y realizando el ejercicio de traspasarlo a la escritura.

Los campos para nutrir nuestra inspiración son tantos y tan amplios como deseemos; ahora eso sí como el foco y el enfoque lo pongamos en esa frase típica de: –No estoy inspirado…— y nos quedemos tan anchos y contentos, es posible que trate de arrebatarnos terreno y se afinque en nuestra mente para tratar de mantenernos, pues eso: no inspirados, en su búsqueda permanente. Y no quiero decir que haya veces que escribir algo interesante, en ocasiones no cueste o incluso sea coherente; que sucede y nos lo podemos tomar incluso como un reto para ponernos las pilas y continuar.

Igualmente que al ir vaciando nuestro vaso de la inspiración necesitamos llenarlo y entre ambos puedan existir tiempos-periodos de no acción, de reposo, en los que dejemos que nuestro particular recipiente se llene y  nutra nuestra mente y alma para volver a la magna obra de escribir. Estos periodos –digamos— descansos son un lujo cuando tenemos y vivimos una vida estresante, ajetreada, llena de “cosas” que hacer, es entonces cuando más sentido cobra dejar que las cosas se maceren y cojan cuerpo para seguir adelante y al fin escribir ese texto que todos siempre deseamos firmar como nuestro. Amén de que acudir a cursos, congresos,  presentaciones, tertulias, y por supuesto asociarse, forman parte de esa motivación que todo escritor necesita para estar y sentirla. Rodearse de otras personas con las mismas apetencias e inquietudes nos amplía la perspectiva y las posibilidades  de hacer un buen trabajo.

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