Cuestionario literario: Toni Hill

 

toniEn un tiempo de absoluta perversión del lenguaje, una perversión a través de la cual se intentan justificar las más impresentables publicaciones editoriales y algunos buscan legitimación con la nada, figuras como las de Toni Hill son más necesarias que nunca, ante todo, porque son la más clara y honesta demostración de rigor y de habilidad narradora. Para Hill, no hay excusas que valgan, la novela o es literaria o no es. Para Hill, traductor de autores como Austen, Brönte o Safran Foer, la literatura es exigencia y, en cuanto tal, de poco valen las etiquetas, los géneros o los números ante la primacía del texto. En la faja que rodea Los ángeles de hielo, su último trabajo, lo definen como “la revelación del año”, sin embargo, hace ya años que Hill se había revelado, pues el autor nacido en Barcelona poco o nada tiene de advenedizo dentro del mundo de las letras. A sus espaldas, Hill lleva el mérito y a la vez el peso de la trilogía de novela negra protagonizada por Héctor Salgado, tres títulos –El verano de los juguetes muertos (2011), Los buenos suicidas (2012) y Los amantes de Hiroshima (2014)- que lo convirtieron en uno de los autores más vendidos en España y, a la vez, en uno de los autores más traducidos, siendo junto a Dolores Redondo el único escritor español publicado en Australia. Títulos y méritos, por tanto, no le faltan a Hill y, sin embargo, son títulos y méritos que, a la vez, se convierten en un peso cuando el autor quiere trascender las categorizaciones meramente numéricas –si bien se ha planteado considerar el best seller como género, no debe olvidarse que ante todo dicha etiqueta alude al número de ventas y no al texto en sí mismo- y ofrecer una literatura que huya de las modas genéricas y los prejuicios que las rodean. Puede que esto explique que ahora, tras un largo recorrido, Toni Hill sea definido con revelación: con Los ángeles de hielo, Hill da un puñetazo sobre la mesa, desbarata los géneros y propone un libro arriesgado, en volumen y en complejización estructural, un libro que poco tiene que ver con la trilogía de Salgado y con el cual su autor no solo ratifica su habilidad narrativa, sino que demuestra un profundo conocimiento de la tradición literaria, con la que juega, en concreto con la novela del XIX, para llevar la narrativa de misterio hasta los bordes de la realidad, jugando con elementos aparentemente fantásticos y planteando la verosimilitud no solo exigencia literaria sino como interrogante: ¿Qué es lo real sino aquello que se cree y se concibe como real? Para enfrentarse a esta interrogación, Toni Hill elige como protagonista a Frederic Mayol, un psiquiatra que, tras haber sido herido durante una Primera Guerra Mundial que todavía no ha llegado a su fin, abandona el esplendor de una Viena que, como bien nos relatan autores como Joseph Roth o Musil, está llegando a su fin –en 1919, al finalizar el conflicto, se disgrega el Imperio Austro-húngaro, y aquella magnificencia de la Vienna fin de siècle se revela como una fantasmagoría- para retira en un sanatorio a pocos kilómetros de Barcelona. Este es solamente el eje central de la novela, pues a partir de aquí puede decirse que Hill abre distintas líneas narrativas que pueden resumirse, por un lado, en la relación del Mayol con el psicoanálisis a través de la correspondencia que mantiene con Ann Freud y, por el otro lado, la historia del sanatorio, antiguo internado femenino que vio su final tras un incendio y unas muertes no aclaradas. Recurriendo explícitamente a la novela Jane Eyre, Hill juega a través de una puesta en escena de dicha novela para reescribir la historia del internado, una historia que el autor narra a partir de los diarios personales, es decir, a partir de la narración en primera persona de la antigua directora del centro, testigo -¿fiables?- de lo acontecido. La psiquiatría como telón de fondo se convierte, de la mano de Mayol, en la clave de lectura y de investigación de lo sucedido: de esta manera, Toni Hill se adentra en los vericuetos del psicoanálisis, entendido no sólo como disciplina médica sino ejercicio hermenéutico en el que el horizonte subjetivo –los traumas, los recuerdos, los sueños- confluye en lo “real” poniendo en crisis dicho concepto. La referencia explícita de Brönte no borra los ecos jamesianos, en concreto, los ecos del James de Otra vuelta de tuerca o, incluso, de Los papeles de Aspern, pero también los ecos del Thomas Mann de La montaña mágica y del Robert Walser de Jacob von Gunten o los ecos cinematográficos del Hitchcock de Recuerda. Asimismo, la ambientación de la Barcelona noucentista, permite a Toni Hill evocar la narrativa de la ciudad condal, convirtiendo Los ángeles de hielo más que en una novela reveladora, en una novela confirmadora de la maestría narrativa de su autor.

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¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?

Es bastante variable, según el momento, pero parte de la base de saber que todos los que me rodean están bien, como requisito imprescindible. Luego puede adoptar bastantes formas: una tarde tranquila leyendo, una juerga con amigos en la que te ríes sin parar, un descubrimiento durante un viaje… En realidad, tiendo a conformarme con destellos de dicha en lugar de buscar ese nirvana imposible de la felicidad completa.

¿Cuál es su gran miedo?

Supongo que no son muy distintos a los de todo el mundo: la enfermedad, mía o de la gente que quiero; el fracaso (éste ya más centrado en mí). En un aspecto más general, existe también el miedo al aburrimiento, a la monotonía, aunque escribir es un gran antídoto contra este último.

¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?

Cualquiera que se tenga en exceso y sin pensar en los demás. Por ejemplo, la sinceridad es claramente una virtud, pero no es necesario llevarla a extremos en los que colisiona directamente con el sentido común. La mayoría están bien, en su justa medida: una humildad exagerada es bastante repelente, por poner otro ejemplo, y una paciencia sin límites acaba siendo condescendencia y provoca irritación.

¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)

Todos mentimos muchas veces, en ocasiones por pereza, por no herir a los demás, por comodidad. Soy culpable de la mayoría, aunque el límite siempre está en que esa mentira no haga daño a nadie. Ahí sí que prefiero una verdad incómoda, que, aunque pueda tener consecuencias, al menos tiene ese valor.

¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?

Honestamente, pocas veces. Me muerdo la lengua antes de expresar opiniones que no me piden de forma directa. Y a veces, en redes sociales, reprimo la mano antes de opinar sobre temas de los que tengo solo una información parcial: detesto esa sensación de estar obligado a opinar sobre todas las cosas, que normalmente va acompañada de la conveniencia de adscribirte a una línea ideológica concreta, con pocos matices.

¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?

Ayer, discutiendo sobre si deben o no postearse ciertas fotos terribles en relación con los atentados de Bruselas.

¿Qué es para usted la libertad?

La libertad tiene que partir de un sistema que la permita y la fomente, y de una tranquilidad económica que no la coarte. Dicho esto, que es muy importante, existe otra libertad más personal y que tiene más que ver con las opciones de vida que uno escoge y con la coherencia entre uno mismo y el mundo. En este siglo hemos llegado a cotas de libertad muy elevadas (libertad de culto, sexual, etc.), pero eso no significa que seamos más libres en un sentido más íntimo: nuestros prejuicios, el deseo de agradar, de que nos quieran, de triunfar, obliga a veces a renunciar a aspectos de esa libertad en aras de un objetivo que se nos antoja más importante, y eso está en la naturaleza humana, tiene poco que ver con el sistema.

¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?

Tienes que tener más cuidado en comentarios casuales, por ejemplo. A mí me gusta mucho bromear, quien me conoce lo sabe, pero en algún momento notas que alguien está tomando en serio una afirmación que, para mí, es claramente irónica. O no la toma en serio, pero la utiliza con ganas de crear polémica. Eso sí que es algo que me molesta porque, en la vida y en la literatura, el contexto es todo.

¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?

Silenciarlas no, por favor. Ya que vivimos en una democracia imperfecta, no la fastidiemos aún más callándonos opiniones razonadas por miedo a que alguien se ofenda y, hablando claro, deje de comprar tu libro. Sería un poco patético. Por otro lado, y creo que lo comentaba antes, parece no existir espacio para los matices: si eres de izquierda o progresista, tienes que ser automáticamente defensor de los derechos de los animales, enemigo de los bancos, antitaurino, y como mucho agnóstico; y lo mismo sucede al revés… y fallar en cualquiera de esas casillas te convierte en un “facha” o en un rojo peligroso.

¿Activismo público o compromiso privado?

Yo tiendo al compromiso privado, aunque no me molesta manifestarme públicamente sobre ciertas causas. Ahora bien, si alguien me pide que me adscriba a un partido político de forma incondicional, lo lleva muy mal: carezco del idealismo o entusiasmo suficiente para creer en nada o nadie a pies juntillas, y nunca he sido capaz de moverme por asuntos de fe, patria, etc. Tengo una imposibilidad absoluta para creer en esos valores absolutos y moverme en función de ellos.

¿Informarse o ser informado?

Las dos. Me dejo informar y busco información por mi cuenta. Por mucho que lo critiquemos, hoy en día existe la posibilidad de contrastar informaciones sin moverse de casa. Lo que sucede es que la gente es vaga y prefiere dejarse llevar por corrientes de opinión sin cuestionarlas.

¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?

Es básica, creo que para mí y para todo el mundo. Como decía antes, nos movemos en una época privilegiada en este sentido, pero, al mismo tiempo, sobresaturada de datos; de manipulaciones, unas descaradas y otras no tanto, y sobre todo de prisas. Queda poco espacio para la reflexión, para el contraste, a menos que te lo busques tú mismo y abras un paréntesis antes de lanzarte a hablar sobre ciertos temas de actualidad.

angelesLa cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?

La cultura no puede ser esnob. No debería ser esnob. El esnobismo implica, en sí mismo, una vulgaridad que se lleva mal con la cultura tal y como yo la entiendo. La cultura es curiosidad, ganas de aprender, de alcanzar un nivel de conocimientos superior en determinados temas. También implica un desarrollo de la sensibilidad (de ahí que no pueda ser esnob), una apertura de miras, un intento de comprender al otro. En definitiva, es un enriquecimiento personal de esos que no puedes perder: una vez lo adquieres, se queda contigo para siempre. Por eso ha dado tanto miedo al poder: la capacidad de cuestionar ha sido difícil de adquirir pero es, a la vez, imposible de perder. Y sin cultura, no hay cuestionamiento posible.

¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?

Depende mucho del punto de partida. Es decir, para alguien con formación en literatura, una novela de entretenimiento no será exactamente cultura, pero para alguien que carece de esos conocimientos, puede serlo perfectamente. O para mí, que no soy un entendido en ópera, una aria puede enriquecerme más que una obra completa. Obviamente, el término cultura es muy amplio, y sería esnob por mi parte decir que algunos elementos son más tradición, o costumbre, que cultura en sí misma. Cuando empezó el cine, se le consideró un arte menor, para el “gran público”, y ahora ya nadie cuestiona su valor. El mismo cine despreció a la televisión, y ahora vemos que es capaz de dar grandes productos culturales (al mismo tiempo que otros que son deleznables). Por darte una respuesta concreta: no es cultura todo aquello que aborrega en lugar de generar inquietud, esos productos de cualquier tipo que son vulgares o anodinos, que apelan a sentimientos que todos tenemos pero que nos esforzamos por combatir para crecer: el cotilleo, la desconfianza, los prejuicios.

¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?

Todos. No creo que en el siglo XXI podamos prescindir del cine, la música o el arte. Y por supuesto no podría prescindir de la literatura. Es absurdo no admitir que la novela moderna está influenciada por el cine, por sus recursos; o por su música y sus ritmos.

¿Un autor para releer?

Soy más de obras que de autores, pero ya que me pedís uno voy a reivindicar a John Irving como gran contador de historias, y a “Desgracia”, de Coetzee, como libro imprescindible.

¿Un autor recién descubierto?

T.C. Boyle. Su “Música acuática” es maravillosa.

¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?

 “45 años”, una película magnífica del pasado año, con una espléndida Charlotte Rampling. “La piedra oscura”, en teatro, me impresionó mucho también.

La creación, ¿un arte, una pasión o un ofició que se puede aprender?

La creación es una intuición, muchas veces basada en conocimientos previos. Es una pasión, en el sentido más obsesivo-compulsivo de la palabra. Y es un oficio, porque hay que modularla en base a unas reglas, aunque sea rompiéndolas. El resultado de todo eso puede ser arte, o no…

¿Todos podemos escribir un libro?

Yo diría que en abstracto sí, pero hace falta una constancia que no todo el mundo posee, así como una capacidad de estructuración mental que tampoco tiene todo el mundo.

¿Todos podemos publicar?

Eso ya no depende de uno, sino de un editor a quien le guste tu obra. Todos podemos autopublicarnos, eso sí.

¿Todos podemos ser artistas?

No tengo muy claro el concepto artista, la verdad. Conlleva unos aspectos de genialidad, que son muy particulares, y esa intuición de la que hablaba antes. Supongo que no, que ser artista, no está al alcance de todos. Pero también te diré que ser artista no es algo positivo en sí mismo. Y que un artista puede dar lugar a obras magníficas y otras que no lo son tanto…

El éxito, ¿personal o profesional?

El éxito depende, entre otras cosas, de la suerte. También depende del trabajo. Y eso puede aplicarse a los dos tipos. Yo me quedo con el equilibrio: un éxito razonable en tu vida personal te ayuda a encarar la vida profesional con más fuerza. Pero no hay que olvidar el factor suerte, y no frustrarse demasiado si a ratos no te acompaña.

El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?

¿El profesional? Bueno, incluye el reconocimiento. Hablar de fama en el mundo editorial es darnos una proyección que no tenemos, si se compara con la de otros medios. Y de dinero ya, mejor lo dejamos… 😉

¿Cuál considera que es su gran logro?

Estar rodeado de gente honesta, tanto profesional como personalmente. Y responder con la misma honestidad en ambos ambientes.

¿Cuál es su lema?

Soy un gran defensor de la frivolidad, así que, en ocasiones, me apunto a la filosofía de Escarlata O’Hara. “Ya lo pensaré mañana…”

 

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