Concha Velasco es la Reina I de Castilla: estremecedora creación de realismo mágico

Por Horacio Otheguy Riveira

En la madrugada del 11 al 12 de abril de 1555, Juana I de Castilla, Juana la Loca, pide ver a su confesor, Francisco de Borja. Ante la mirada imaginaria del religioso, encerrada desde 1509 en el castillo de Tordesillas, en Valladolid, recorre su vida en una posesión fantástica y a la vez histórica, realista y mágica, en una creación única por parte de Concha Velasco, quien, después de haber asumido la carrera más larga y completa en variedad de géneros del espectáculo español, logra un estado tal de compenetración y sensibilidad al que sólo le falta levitar, si es que no lo hace ya, porque este cronista asegura que durante un momento la vio elevar sus pies del suelo.

(Reposición tras larga gira, hasta el 12 de noviembre de 2017 en La Abadía).

 

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Arropada bajo una larga ovación por parte de espectadores muy emocionados, Concha Velasco permanece en escena con todo su personaje. El suyo no es un saludo final típico, en el que después de una tragedia se vuelve a escena entre risas. Son vicios del teatro, pero aquí, desde la niebla fascinante del comienzo hasta el saludo final, no hay nada que no corresponda al genio de la gran actriz y la puesta en escena del maestro Gerardo Vera, bajo diversos focos de luz de otro maestro, Juanjo Llorens, quien compone cuadros escénicos con tanta delicadeza en torno a las posibilidades mínimas de luz, que me recuerda al genial pintor británico Joseph Mallord William Turner (1775-1851), paisajista romántico preimpresionista, para quien los rayos de luz —mejor inventados que reales— se confabulaban para comunicar historias subterráneas.

Así las cosas, Concha Velasco en la despedida no entra y sale agradeciendo el homenaje del público por el trabajo maravillosamente llevado a cabo; permanece allí, con una sonrisa triste, melancólica, dando la mano a algunos espectadores de la primera fila (aquella señora centenaria, aquel joven que se ha puesto de pie); todo lo hace desde la ternura de la actriz agradecida, y del dolor inmenso del personaje que ha interpretado: todo es producto del vigor de quien fue encerrada durante 46 años, bajo la brutal acometida de hombres cercanos y muy queridos, dominados por un poder católico saturado de ambiciones contrarias a la fe predicada. Denuncia, paradigma y perfil  de una mujer rebelde y muy inteligente que asume el drama de pertenecer a una condición sexual manipulable y destruida por el padre, el marido, uno de los hijos (en total, seis que le han sido arrebatados) y un nieto, el rey Felipe II…

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Reina Juana, de Ernesto Caballero, con dirección de Gerardo Vera, protagonista absoluta Concha Velasco, no se parece en nada a un monodrama al uso, es una producción ambiciosa, de gran fidelidad a los acontecimientos históricos y de notable belleza audiovisual sobre un texto que margina sobreentendidos, de tal manera que el espectador más lego en la materia puede comunicarse en plenitud lo mismo que el historiador bien avenido: Reina Juana I de Castilla, la que nunca gobernó, incapacitada por padre y esposo, se erige en uno de los más grandes personajes femeninos de la historia del teatro español (sobre quien también escribió Benito Pérez Galdós en 1918), aquí y ahora, dejando de lado los intentos anteriores en todos los géneros. Hay aquí reverencia e insolencia, crítica al poder establecido de entonces y profunda piedad por una mujer de enorme valentía en un mundo de hombres siniestros que creían obedecer los mandatos del dios verdadero.

 

Todos somos extranjeros al nacer porque llegamos a un mundo que no nos pertenece.

 

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Es una pena que las fotografías no den la dimensión del espectáculo, pues en ellas parece que todo es drama y desesperación, cuando una de las mayores virtudes de esta representación es la profunda y bellísima variedad de emociones expuestas con cuidado y variedad de registros líricos, ligeramente humorísticos, encantadoramente amorosos, y un ritmo casi musical en el que todas las partes se encadenan con seductora naturalidad.

Reina Juana en su última noche confiesa con delectación los momentos más radiantes de su vida, y es una niña fascinada por la abuela solitaria que habla sola por los pasillos del castillo (“¿Con quién hablas, abuela?”. “Con nadie, con nadie”). Hija de una reina que testamenta a su favor, pero que el padre, Fernando el Católico, y su marido, el belga Felipe el Hermoso, se ocupan de arrebatarle todo poder y repartirse los reinos de Castilla y Aragón incapacitándola en un ritual bendecido por la Iglesia.

Concha/Reina fascina al convertirse en la niña, lo mismo que en la adolescente que atraviesa un mar encrespado en su primer viaje en busca del marido impuesto, y es una muchacha dichosa en su fiesta, que baila con aire juvenil y esperanzado y descubre los placeres sexuales en manos de ese esbelto muchacho cuyo idioma no entiende… Asume una sucesión de interpretaciones muy medida, muy calibrada, pero que noche a noche se recrea en el placer infinito de la repetición que todo gran intérprete teatral modela en una búsqueda permanente de tonos de voz, facetas, ángulos, luces y sombras…

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Cuando los espectadores se acomodan en sus butacas, el escenario apenas se vislumbra bajo una niebla que, poco a poco se va despejando. El diseño de iluminación así lo quiere y acompaña en todo el trayecto los acontecimientos de siglos atrás que, sutilmente, van dando paso a conflictos que millones de mujeres aún padecen, ya que todas las religiones se ocupan de temerlas, marginarlas y maltratarlas. El resultado no es una queja lastimera, es una voz valiente y muy dulce, que en el último suspiro logra redescubrir la belleza que la consuele: “Qué hermoso, Felipe, qué hermoso…” y la luz que entra por la ventana lo hace como un telón mágico, misterioso, con la honda belleza que recorre toda la función.

En definitiva, una experiencia de poderoso magnetismo. Imprescindible.

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Con Gerardo Vera: primera y última (por fallecimiento del gran director) creación conjunta.

Reina Juana

Autor: Ernesto Caballero

Dirección: Gerardo Vera (en la foto, abajo)

Ayudante de dirección: José Luis Collado

Escenografía: Alejandro Andújar y Gerardo Vera

Iluminación: Juanjo Llorens

Videoescena: Álvaro Luna

Fotografías: Sergio Parra

Producción ejecutiva: Alberto Closas

Promotor: Juanjo Seoane

Una producción de Siempre Teatro y Grupo Marquina

Teatro de la Abadía prorrogado hasta el 12 de junio de 2016. 

REPOSICIÓN: del 11 de octubre al 12 de noviembre 2017

 

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