Sonrisas con suspense a costa de un matrimonio en busca de un “Castigo ejemplar yeah”

Por Horacio Otheguy Riveira

 

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Con nocturnidad y alevosía ocupan el despacho del director del colegio del niño, su único hijo. ¿Misión? Eliminar cualquier documento que pueda llevar a su expulsión del carísimo Centro de enseñanza donde habrá “de formar su carácter” e integrarse en la élite. ¿Pero quiénes son estos padres filibusteros y canallas al tiempo que sobreprotectores? Para descubrirlos, lo mejor es seguirles de cerca, abandonarse a la montaña rusa de sus emociones y descubrir un tinglado bien cargado de intenciones, por donde no sólo flota la infinita confusión de la clase media que aspira a lo más alto, sino también a la corriente infantil y angustiosa de adultos que desesperan por una excitación sexual perdida allá lejos y hace tiempo. Esto y mucho más en una pieza teatral con dos espléndidos actores y una tensión creciente que se resuelve brillantemente al final.

Un final que obliga al espectador a recordar y remirar lo ya presenciado.

 

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Por la misma escalera por donde han llegado los espectadores lo hace un matrimonio asustado, portando una linterna. Es noche sin luna en el despacho de un colegio de élite donde por alguna parte se supone que debe estar la orden de expulsión que aún no les ha llegado. Ni siquiera saben el motivo, pero creen saber lo suficiente como para arriesgarse a esta aventura más propia de jóvenes vándalos que de padres protectores. Más aún al enterarnos de que “la criatura” sólo tiene 10 años.

Una vez dentro se hace la luz y se impone llevar a cabo la imperiosa búsqueda de documentación; entre el papeleo brotan los temores arraigados, el riesgo de perder ese elitismo dorado donde permanecer alejados de la miseria de los colegios públicos, donde ya les han contado que el niño que no llega a tiempo al comedor se queda sin comer, o tiene que arrastrarse por el suelo para atrapar los restos que han caído. El oropel de absurdos surge espontáneamente, como ramas de hechos reales, conversaciones en cualquier reunión de progenitores embebidos de aires de superioridad, muy presentes en el corre-ve-y-dile clasemediero que no tiene fin en la España del quiero-y-no-puedo, la deformación de una mínima noticia falsa crece hasta situaciones descomunales que se siguen repitiendo una y otra vez.

Entre lugares comunes, miedos ancestrales, osadías que se quieren nuevas, Natalia Díaz y Rodrigo Sáenz de Heredia son los actores encargados de asumir las distintas transiciones y tonalidades del singular matrimonio. Y lo hacen manteniendo el ritmo imprescindible para que continuemos sorprendiéndonos hasta el golpe de efecto final. A su lado vamos descubriendo las tropelías del chaval, pero también las suyas propias, las auténticas ya vividas, las por venir y las imaginarias, y en la vertiginosa montaña rusa destaca el descubrimiento que no sólo los alumnos del “genial” colegio son vigilados constantemente, sino también sus padres que tienen un expediente pormenorizado en perversiones y caprichos inconfesables. Lo que sea con tal de que se reparta un Castigo ejemplar yeah.

 

 

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Comedia afín al teatro del absurdo, un género que se abre camino en París, a partir de La cantante calva del rumano Eugene Ionesco, en la década del 50 del siglo XX. Desde entonces, esta peculiaridad que durante muchos años fue revolucionaria ya se ha convertido en una expresión artística completamente asimilada. En un marco sólo en apariencia disparatado brotan cotidianas experiencias que hacen cortocircuito con las diversas presiones sociales. El gran acierto de esta función es la unión sin cortes bruscos entre el lenguaje convencional y el absurdo, al servicio de la inteligencia y sensibilidad de cada espectador que interpretará según su propio criterio.

Excitante y divertida experiencia teatral que deja un extraño sabor de boca, ideal para un debate nada complaciente con el arte de ser padres y la necesidad de dejar de ser adolescentes para convertirnos en adultos. Ahí es nada. Eso sí, un Castigo ejemplar quizás lo resuelva de un modo inesperado…

 

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Texto y dirección: Iñigo Guardamino

Ayudante de dirección y coreografía: Crismar López

Intérpretes: Natalia Díaz, Rodrigo Sáenz de Heredia

Iluminación: Pedro Guerrero Briones

Escenografía: Maijo Pazos

Vestuario: Iñigo Guardamino

Música: Joan Cerveró

NUEVA TEMPORADA DESDE 31 DE OCTUBRE 2017

Martes, miércoles y jueves · 20h15
Sala Intemperie Teatro (antigua Sala Tú)

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