‘Tombuctú’, de René Caillé

Tombuctú. De Djenné a Tombuctú

René Caillié

Traductora Alessandro Toto A

Alhena literaria

Número de páginas 168

tombctu

Se publica, por fin, en España la narración de uno de los grandes libros de viaje de la historia. O al menos parte de ella. Alhena pone a nuestro alcance los pasos que guiaron a René Caillié hasta Tombuctú. El estilo es conciso, acotativo. Pero nada es superior a la emoción de ser el primero y de imitar, en la forma del viaje, a los míticos Ali-Bey o Richard Burton: disfrazarse para hacerse pasar por uno de ellos. Trasformarse en un observador dentro del pueblo observado. Un pueblo nómada, un desierto en el que la supervivencia define los escrúpulos morales. Hay leyes, sí. Y son para el beneficio de los pueblos. Pero están trazadas bajo el imperativo de que vivir es necesario, también en el nomadismo.

Un libro imprescindible en cualquier biblioteca de viajes.

Tombuctú es un extracto de la obra de René Caillié Journal d’un voyage à Temboctou et à Jenné, dans l’Afrique Centrale, publicada en 1830. René Caillié fue el primer cristiano que consiguió entrar en la mítica ciudad de Tombuctú y vivió para contarlo. Para ello tuvo que ocultarse bajo el aspecto de un falso musulmán y cruzar África con el miedo continuo a ser descubierto. Sin ayuda de nadie, solo y en medio de una gran caravana de mercaderes árabes, consiguió alcanzar su gran sueño infantil. Anteriormente, esta fabulosa ciudad dorada no era más que un «sueño truncado» en las mentes de los europeos. De repente, el mito de la ciudad prohibida, llena de monumentos dorados y símbolo de un continente desconocido descrita por los viajeros europeos se desvanece ante los ojos de Caillié: «Llegamos felizmente a Tombuctú cuando el sol alcanzaba el horizonte. Veía, por fin, la capital de Sudán que, después de tanto tiempo, era el fin de todos mis deseos. (…) Abandonado mi entusiasmo inicial, me di cuenta de que el espectáculo que tenía ante mis ojos no se correspondía con lo que yo esperaba.» Caillié permaneció en Tombuctú desde el 21 de abril hasta el 4 de mayo de 1828 bajo la protección de Sidi-Abdallahi. El relato de sus viajes, inédito en España, convirtió a René Caillié en un personaje reonocido en su país y en héroe local.

EL AUTOR: RENÉ CAILLIÉ Según cuenta el propio Caillié en la introducción del libro, nació en 1800 en Mauzé-sur-le-Mignon, departamento de DeuxSèvres. La pobreza de su familia (se quedó huérfano muy pronto) condicionó, en palabras del propio autor, su vida, ya que desde muy pequeño soñaba con viajar y con conseguir la suficiente formación para hacerlo. La lectura del Robinson Crusoe en su infancia despertó su ansia por descubrir nuevos lugares, especialmente en África. Su afán por viajar le llevó a embarcarse por primera vez en 1816 con destino a Senegal. En Saint-Louis intenta unirse a una expedición inglesa que pretendía seguir los pasos de Mungo Park y llegar a Tombuctú. La expedición fracasa y regresa a la isla de Guadalupe pero nuestro autor no desespera y lo sigue intentando. Por fin, en abril de 1827 consigue integrarse en una pequeña caravana de mercaderes que parte de Saint Louis con destino a Tombuctú. Para pasar desapercibido, se hace pasar por un veterano soldado egipcio que pretende regresar a su patria. Previamente se había preocupado por aprender árabe, empaparse de las costumbres locales y estudiar el Corán. El relato de sus aventuras de viaje se publicó en 1830, consiguiendo con ello el respeto de la Sociedad Geográfica de París y el reconocimiento de su país. Caillié falleció el 17 de mayo de 1838 en La Gripperie-Saint-Symphorien.

«Finalmente, revelo al público la narración de mi viaje hacia el interior de África, la cual debía publicar hace mucho tiempo. Varias causas han retrasado su publicación hasta hoy, más de quince meses desde que pisara mi tierra natal. He hecho referencia a regiones que he recorrido a través de notas fugaces, muy escuetas, escritas temblando y, por decirlo de una manera, corriendo. Ellas, como una pieza de certeza inexorable, se hubiesen puesto en mi contra si me hubieran sorprendido trazando caracteres extranjeros y revelando a los blancos los misterios de estos territorios. En África, y en particular en los países ocupados por los moros y los fulani, la hipocresía religiosa representa para algunos extranjeros el más cruel ultraje, y es cien veces mejor, tal vez, pasar por cristiano que por falso musulmán; así que mi sistema de viaje tenía sus ventajas, muy justificadas también por el éxito, así como terribles inconvenientes. Yo llevaba en mi bolsa siempre una sentencia de muerte y con mucha frecuencia esta bolsa debió ser confiada a manos del enemigo. Cuando llegué a París, las notas, con frecuencia escritas a lápiz, se encontraban tan desgastadas, tan borradas por el tiempo, mis viajes y mi mala fortuna, que fue necesaria toda mi tenacidad y la escrupulosa fidelidad de mi memoria para restaurarlas y reproducirlas como base de mis observaciones y material para mi historia.»

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