El Lago de los Cisnes: la eterna lucha entre el bien y el mal a ritmo de Tchaikovsky

Por Mariano Velasco

La eterna lucha ente el bien y el mal, encarnada en los dos personajes del cisne blanco y el cisne negro, brilla con luz propia en el espectáculo de música y danza El lago de los cisnes que nos ha ofrecido una vez más el espléndido Ballet de San Petersburgo en el Teatro de la Luz Philips Gran Vía de Madrid.

ballet-san-petersburgo-lago_37Aun no pudiendo haber disfrutando de la actuación de su solista principal, fundador y director artístico, Andrey Balatov, quien solo ha participado en unas pocas funciones, el resto de la prestigiosa compañía posee el suficiente nivel —más que suficiente, diríase que sobresaliente— como para no defraudar, en especial sus dos bailarinas principales, en los papeles del cisne blanco y el cisne negro, un inquietante malvado y un espectacular bufón que hace las delicias del público cada vez que aparece en escena.

Y es que uno de los grandes aciertos de este espectáculo es precisamente el contar con dos bailarinas muy diferentes, cada una con su estilo propio, pero que sitúan la lucha entre el bien y el mal en un inquietante equilibrio que despoja a la historia de cierto “tufillo Disney” que a veces parece querer asomar entre número y número, y que la compañía evita casi siempre con acierto gracias a esa —al menos aparente—  igualdad entre buenos y malos.

Con la baza musical de sobra ganada desde el principio gracias a la conocidísima y admirada composición de Tchaikovsky, El Lago de los Cisnes es un ballet inspirado en un cuento de hadas que narra las desventuras del joven príncipe Sigfrido, quien se desespera en busca de la dama que colme sus aspiraciones, así como la de sus padres, y quiera ser su futura esposa.

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Pero por mucho que busque en Palacio, será a la luz de la luna, y junto al romántico lago, donde el joven encuentre el verdadero amor en la bella Odette, princesa convertida en cisne por el embrujo de Rothbart y que solo se salvará de su hechizo si encuentra el amor verdadero. Rothbart, que ejerce, cómo no, de malo malísimo y que como tal brilla a gran altura, engañará al joven príncipe haciéndole que se enamore del cine equivocado.

La lucha entre el bien y el mal, que es el verdadero motor del espectáculo, se halla bien aderezada por otros números tan variados como espectaculares —entre los que destacan la danzas española, húngara, napolitana y polaca— así como por los cambios de escenario que nos llevan de Palacio al lago y del lago a Palacio, todo ello adornado por un primoroso vestuario y —no importa insistir— por la bellísima música del compositor ruso.

Es verdad que se trata de un clásico mil veces representado y admirado en todo el mundo, sí, pero que no por ello deja de interesar cada vez que se lleva a escena, y más si lo hace, como es el caso, una de las compañías más prestigiosas de cuantas se han visto últimamente por España.

 

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El Lago de los Cisnes

Ballet de San Petersbugo

Teatro de la Luz Philips Gran Vía. 

 

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