Anne Conway: la condesa olvidada

Por Silvia Pato (@SilviaP3)

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Lady Conway y su perro. FUENTE: Wikipedia

La hija de Sir Heneage Finch y Elizabeth Cradock, Anne Finch (1631-1679), recibió una completa educación desde niña que incluía materias como latín, griego y hebreo. Esta estudiante precoz que, con doce años, dominaba varios idiomas, descubrió pronto su predilección por la filosofía y la ciencia. John, su hermano mayor, animaba a la joven en su formación, y le presentó entonces a quien era su maestro: Henry More (1614-1687). La relación de amistad y de profunda afinidad intelectual entre ellos duraría más de veinte años; de hecho, More fue quien descubrió a la joven la obra de Descartes, que se estaba encargando de traducir.

Con veinte años, Anne se casó con Edward, primer conde de Conway, y doce meses más tarde, Henry More, le dedicó su obra Antidote against Atheism, en una línea que rezaba: To the Honorable The Lady Anne Conway.

Haberse casado no interfirió en los estudios de la mujer. Durante las ausencias de su marido, ella continuó aumentando su formación, y se adentró en las matemáticas, la geometría y la astronomía.

El matrimonio Conway estaba interesado en la filosofía. More los visitaba con frecuencia y, cuando no era posible, intercambiaba con Anne una copiosa correspondencia. Pero la mente inquieta de esta mujer iba más allá. Estudió la cábala y el cuaquerismo. Se convirtió a esta creencia en 1647 y transformó su casa en un centro de reunión para los cuáqueros, que eran perseguidos en Inglaterra.

La condesa de Conway, quien había sufrido migrañas durante toda su vida, y le había sido suministrado un tratamiento con mercurio, comprobó que su salud se debilitaba a partir de la muerte de su único hijo, cuando tenía dos años, en 1660. Los médicos dictaminaron entonces que su enfermedad era incurable. Ella no volvió a salir de su casa, Ragley Hall.

Una década después, Franciscus van Helmont (1614-1698) llegó a Inglaterra. El hermano de Anne, que se había carteado con él durante años, creía que este editor, alquimista y escritor, al que seguía cierta leyenda negra, poseía un remedio para curarla. Cuando Van Helmont se presentó en el país, entregó a More unas cartas de parte de Isabel de Bohemia, con quien aquel había tenido diversas discusiones cabalísticas. Como resultado, lo que iba a ser una breve estancia se convirtió en un cambio de su lugar de residencia durante una década.

More y Van Helmont instalaron en Ragley Hall un laboratorio y el lugar se convirtió en un centro intelectual emblemático dirigido por la condesa, a quien nadie consiguió curar sus fuertes dolores de cabeza.

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FUENTE: Amazon

Cuando la filósofa naturalista murió, Van Helmont abandonó Inglaterra portando parte de sus cuadernos y escritos. Así, en Holanda los hizo publicar en latín, y dos años después en Londres, en inglés, apareciendo con el título de The Principles of the Most Ancient and Modern Philosophy.  Por diversas razones, y tal como le pasó a otras contemporáneas suyas, el nombre de la autora fue eliminado de la portada de su obra, que era atribuida a su editor. De hecho, en el interior de la edición inglesa aparecía una breve línea que acreditaba la autoría a «cierta condesa inglesa» (a certain English Countess).

El matemático, científico y filósofo Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) siempre reconoció la influencia de Anne Conway en sus teorías y estudios, después de haber leído su obra, pero por más que él admitiera que aquellas eran la fuente de muchas de sus ideas, las grandes corrientes intelectuales eliminaron tal dato. La obra de la condesa siguió siendo atribuida a Van Helmont y su nombre continuó sin aparecer en los libros de historia.

FUENTES: Brittendahl, Thomas. The Phenomenon of Anne Conway and Her Principles.

Merchant, Carolyn. The vitalism of Anne Conway. Journal of the History of Philosophy, vol. 17, n.3.

Orio de Miguel, Bernardino. Lady Conway. Entre los platónicos de Cambridge y Leibniz.

 

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