Interlecturas

Por Raúl Andrés Cuello 

cinetapa

¿Se puede empezar un libro y constatar rápidamente que uno no la va a pasar del todo bien? ¿Es acaso una experiencia necesariamente mala?

Me propuse hacer una lectura de Cinépata, libro-compendio de reflexiones entrecortadas con fragmentos de guiones del autor chileno Alberto Fuguet. Me demoré al menos un par de horas en encontrar que el libro no me gustaba mucho. La política incendiaria de Fuguet ya pasó de moda hace un par de años -ya saben, eso de estar a la contra siempre y encontrar cosas geniales en películas pochocleras-. En el medio de mis lecturas apareció la salvación, era el monumental La historia del cine de barcelonés Román Gubern. Si bien esta nota trata sobre el libro de Fuguet, abre y cierra con el maestro Gubern. Esperemos que a ustedes les interese lo que hay para contar aquí. Ahí vamos

En el último párrafo de La historia del cine, Román Gubern (1934) nos resume con excelencia como es el cine de nuestra era:

‘El cine de hoy es un mosaico de propuestas cuyo canon es la diversidad, o la pluralidad de miradas y la heterogeneidad de sensibilidades, lo que no excluye contaminaciones e hibridaciones transculturales, a veces de modo subterráneo.’

Frente a esta premisa trabaja Alberto Fuguet (1964) en Cinépata

En medio de los visibles defectos que tiene este libro -como por ejemplo no definir nunca qué es lo que se propone- existen, sin embargo, algunas reflexiones que a los lectores de Culturamas le podrían interesar.

Lo que se puede percibir de inmediato es que a Fuguet no le interesa agradar a la gente con su discurso sobre las películas. Esto resulta casi obvio si se sabe que es crítico y director de cine. Lo que a Fuguet le interesa es “captar la luz que se escapa por los intersticios de los muros del lenguaje cinematográfico”. Es por ello que se propone indagar en los intereses ajenos en cuanto a cine y hacer una confrontación comparativa con los suyos propios, de la misma manera que un bioinformático compara secuencias genómicas para determinar homologías y construir sentidos.

Lo que defiende este escritor chileno es la sinceridad, la autenticidad antes que el gesto o la pose. Es por ello que no tiene reparos en pegarle a Wes Anderson por su repetitiva “puesta en escena perfecta” reduciendo a sus actores en meros legos acartonados. No le tiembla la pera para decir que Ted (la historia del hombre que convive con su peluche) es la mejor película del 2012, ya que su honestidad y complejidad superan la estructura basal de la comedia norteamericana moderna.

Creo que el libro toca fondo con las minisecuencias de filmes o cortos de Fuguet ya que a mi parecer no tienen nada que hacer allí, desconectadas del sentido que les da la pantalla. Sólo asistimos a fragmentos de guión que no nos dicen mucho más que lo que el autor nos comenta páginas atrás acerca, por ejemplo, de los no lugares -non places-.

Si me parecen mucho más ricas las reflexiones sobre el cine de Rohmer y sus efectos. Fuguet nos cuenta qué fue lo que sintió inmediatamente luego de ver en el cine Paulina en la playa:

Yo quería vivir en una película de Rohmer. Yo quería ser <rohmeriano>. Quería tener problemas “morales” más que existenciales o económicos o políticos. […] Pero lo más doloroso de haber descubierto su particular mundo fue compararlo con el que estaba fuera de la sala de cine. Todo era más mediocre, feo, chato, la gente hablaba definitivamente peor y no era capaz de sulfurarse por nada que no fuera política.

Es interesante como todo lo que escribe Fuguet se inscribe en coordenadas fílmicas, discute a los organismos encargados de financiar el cine alternativo y los compara con el FMI. Está en contra de los festivales. Dice además que no es necesario formar parte de un colectivo -como lo es el denominado Nuevo Cine Argentino- para ser necesariamente bueno. Habla en este caso de Lucrecia Martel y dice algo que yo también he sentido

‘Ser del mismo país que Lucrecia Martel no implica que puedas filmar como ella. Al revés. El mensaje es más bien el contrario: no la imites y te acerques a su mundo. La genial es ella, tú a lo más podrás captar su mundo.’

En fin, el libro es un compendio de observaciones personalísimas que el lector puede compartir o no. A mi juicio esto está bien si uno quiere ganar a un enemigo que sabe mucho de un tema, para absorber sus conocimientos y crecer. Si a lo que al lector le interesa es aprender de cine, mejor vaya a buscar el libro de Gubern que es una joya que de verdad nos relata con elegancia y solvencia las maravillas modernas de ese fenómeno que conocemos como séptimo arte.

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