Tres monólogos hiperbreves: “Líbranos de aquel que nos domina en la miseria”

Por Salomé Guadalupe Ingelmo

 

 

Póquer de picas gana a pareja de corazones 

 

Sobre el escenario, una mujer aún joven, de unos cuarenta años. Está ojerosa y parece extenuada; se diría mayor de lo que en realidad es. Viste una bata bastante vulgar, gris como la marchita piel de su rostro.

 

MUJER:

Es un sinvivir. Desde aquella primera llamada… ya no puedo pensar en otra cosa. (Masajeándose insistentemente la sien. Con aire confuso y gesto torturado.) No hago más que vigilar el teléfono. (Se lleva compulsivamente la mano al pecho y se lo aferra. Respira afanosamente, con evidente dificultad.) Cuando suena, me sobresalto pensando que será… ÉL. (Deja caer los brazos, impotentes, a ambos lados del cuerpo. Gira el rostro ofreciendo su perfil, como intentando ocultar su vergüenza o su sufrimiento al público.) Y si no suena… me inquieto, e inicio la cuenta atrás hasta su próxima llamada. (A pesar de los esfuerzos por mantenerse entera, se le quiebra la voz). Es como una enfermedad, un virus del que resulta imposible librarse. Porque yo sé que él sabe… Él es consciente de que ya no puedo pensar en otra cosa: no soltará su trofeo. Jamás me dejará marchar. Es una tortura. Ni con él ni sin él. Para mí ya no hay escapatoria. Como una mosca atrapada en una planta carnívora. Me engatusó, al principio, con sus melosas palabras. Me hizo creer que velaba por mis intereses, que se preocupaba por mi bien… (Con la mirada perdida) Pero en realidad era otra cosa muy distinta lo que buscaba. (Se retuerce las manos. Suplicante) Un respiro, sólo un respiro. Al menos, por un día. No pido más. Una noche, quizá, en la que dormir tranquila. En la que tratar de olvidar la pesadilla. Sin su permanente acoso. Sin esa voz metálica, mecánica, sin alma ni remordimiento, totalmente inhumana, que recuerda monótona mi error. (Gimiendo, ya sin pudor, frente al público) Qué podía hacer yo, si tuve que afrontar gastos médicos imprevistos ese mes… Era la vida o la hipoteca. Un mes, sólo un mes, y aprovecharon la ocasión. Estaban esperando, agazapados, para saltar sobre la presa al primer descuido. Siempre sobre la más débil y aislada del resto. ¡No puedo pagar los intereses de demora! Mucho menos ahora. (Cayendo de rodillas y mirando al cielo) No tengo a qué puerta llamar. Si me echan a la calle no conseguiré más techo que la intemperie. (Se seca las lágrimas con los dedos y, más calmada, extrae una margarita de su bata. La mujer, alternativamente, sonríe y se ensombrece, se ensombrece y sonríe, con cada nuevo pétalo que deshoja) Llamará hoy también… No llamará… Llamará hoy también… (Hasta que la margarita se queda totalmente desnuda. Entonces la sonrisa se vuelve plena. Grita victoriosa y entusiasta.) Sí…

En una pequeña pizarra de cocina, bajo el epígrafe “BANCO”, coloca un cero desproporcionado, como una esperada venganza que pone punto y final a una interminable fila de palitos, agrupados de seis en seis y amarrados con otro palito atravesado. Después dibuja un único y desprotegido palito en la columna titulada “sueño”.

Súbitamente suena el teléfono. La sonrisa muere en su rostro. Se cierra el telón sobre ella, como si la engullera.

 

Sobre ruedas

 

En el escenario, una cama y una modesta mesilla de noche al lado. La luz se concentra sobre un joven de unos veinticinco años que reposa tumbado, De tal forma que todo el resto, sólo oscuridad, parece no contar. Con un par de almohadas bajo la cabeza y el brazo izquierdo doblado bajo la nuca, mirando al techo con ojos ilusionados, el hombre, desde su lecho, sueña despierto y proyecta el futuro.

 

JOVEN:

Una máquina nuevecita. Que se deslice suavemente, sin esfuerzos. Manejable y ligera. Dócil y obediente, casi como un caballo de carreras. Eso es lo que necesito. El medio de desplazamiento ideal. (Entusiasta igual que un niño preparando su carta a los Reyes Magos) El modelo que he visto en la tienda era perfecto. Hasta el color resultaba atractivo… Sí, ciertamente sale cara, cómo negarlo… (Titubea sólo por un momento, aunque después parece recuperar su determinación natural, ésa que tanto admiran cuantos le conocen) Pero bien vale la pena; la autonomía no tiene precio. (La mirada se le ilumina progresivamente) No depender de nadie para ir y venir, no tener que pedir favores, ser libre casi como el viento… (La sonrisa se le borra súbitamente del rostro, como si acabase de recordar algo voluntariamente relegado al trastero de la memoria) Aunque el precio… Si me comprase un coche podría obtener una subvención, podría acogerme al plan PIVE. Sí, entonces el Ministerio de Industria me ayudaría: sería rentable para la economía española. Sin embargo la gente como yo queda excluida, al margen. No encajamos en los esquemas mayoritarios. Ni en sus planes. Somos ese género de estorbo que nunca se sabe dónde colocar: un engorro, un lastre. (Mueve la cabeza negativamente con decisión. Paradójicamente, reafirmando una realidad plenamente asumida. Porque él está seguro de tener la Razón, ya que no las mezquinas razones, de su parte) Pero no, no hay nada que hacer: yo soy, definitivamente, hombre de dos ruedas. Sí, eso es lo que necesito: dos ruedas nuevas con las que alcanzar todo mis objetivos. Como cuando me propuse continuar con la carrera a pesar de lo accidentado de mi vida; de todos los baches y obstáculos que se me presentaban por delante. (La desilusión se pinta en su rostro mientras abandona el sueño) A quién quiero engañar. Es demasiado cara; no me la puedo permitir. Ni siquiera dejando de comer durante meses podría. (El radio del foco que ilumina la escena se amplia: ya no alumbra sólo al joven, sino también el ambiente circundante. Ahora el público puede ver, por primera vez, la castigada silla de ruedas) Mi vieja Rocinante y yo habremos de seguir juntos, atados el uno a la otra, aún por mucho tiempo. Debería haber sido jubilada hace bastante. Soñé cambiarla con la ayuda, cuando ésta finalmente llegase; pero ella descansa aún junto a mi cama, fiel como otros no han sabido serlo. (El muchacho se incorpora con dificultad y se acerca al borde del lecho. Se sujeta a los apoyabrazos de la silla y, haciendo acopio de disciplinada fuerza, se traslada del lecho a ésta. Lejos de mostrar abatimiento, esperanzado y lleno de energía, irguiendo la espalda y elevando progresivamente la voz, cada vez más firme y segura, mientras coloca meticulosamente las piernas yertas en los reposapiés) No obstante, tal vez un día… Sí, sin lugar a dudas, un día… Llegarán tiempos mejores: tiempos en los que no exista una Ley de Dependencia, sino para la Independencia. Tiempos en los que no sea sólo la solidaridad de vecinos y compañeros de clase, que por turnos nos llevan hasta la Facultad y suben a hombros nuestras sillas por las escaleras, la que nos sostenga. Llegará un día en que la justicia sea también nuestra.

Justicia ciega

 

Un tambor, severo latido, marca el ritmo de las bogas en la oscuridad.

Lentamente amanece: se va haciendo la luz sobre el escenario, convertido en un vertedero. Del suelo se alza un vapor denso, perezoso. Al fondo se vislumbra una destartalada chabola de hojalata. En primer plano, todo tipo de desperdicios acumulados en grandes montículos: cartones, bolsas, muebles viejos, cachivaches varios, restos de comida… También, un enorme caldero. Sobre éste cuelgan aves negras: siluetas de gran envergadura recortadas en cartón. Los gallinazos conforman un funesto carrusel aéreo, semejante a los móviles que a menudo se ciernen sobre las cunas de los recién nacidos. En un segundo plano pero no demasiado apartada, una laguna en cuya superficie flotan peces muertos y botellas de plástico. Sobre una balsa de troncos atracada, en la que descansa un reloj de arena de buenas dimensiones, se yergue arrogante un robusto individuo de unos cuarenta años: rasgos caucásicos, un único ojo en la frente, traje negro y corbata, un portafolios en la mano. El rostro del personaje, iluminado desde abajo, adquiere un aspecto siniestro.

El cíclope salta a tierra y clava una pica en el suelo. Esa herida da comienzo al  “Rex tremendae maiestatis”, del “Requiem” de Mozart, que se funde con los siseos y soplidos torpes de los zopilotes. El cíclope avanza hacia el caldero. La música y los graznidos se van disolviendo para dejar paso a un borboteo grave que proviene del recipiente: insaciable estómago de metal.

Guardando una distancia prudencial, un anciano vestido con andrajos, de piel cobriza y rasgos indígenas, rebusca entre la basura. Mientras, lanza furtivas miradas al cíclope. Éste, de muy buen humor, comienza su discurso:

Buen día para un picnic, viejo. Veo que aquí cualquier hombre avispado podría sacar provecho. ¿Pero qué haces, insensato? ¿No sabes que derrochar es el mayor de los pecados? ¡Y tú desperdicias lo más sabroso! Todo puede y debe ser digerido, todo (explica mientras recoge del suelo algunos muñecos de cara sucia, bebés inmunizados contra la miseria. Los desmiembra resuelto y los lanza al caldero). El progreso no se permite escrúpulo alguno; no le hace ascos a nada. ¿Ves ese reloj? Consume su arena como el tiempo consume el hilo: cada minuto que pasa una vida alimenta el banquete. Chronos tiene hambre, y ha de ser saciado aun con la carne de sus hijos.

(Abre su portafolios y extrae un frasquito de perejil. Sazona el hórrido pasto con soltura e indiferencia).

Eh, tú, Nadie, ¿te atreves a mirarme espantado? ¿No respondes? ¿Crees acaso que podrás escapar de mí fingiéndote mudo? No importa, pronto tú también calmarás mi apetito; no me censurarán nunca más esos insolentes ojos. Pero entre tanto comparte conmigo el dulce néctar de Baco. O mejor aún, observa cómo yo bebo, que el vino más gozo proporciona envidiado que compartido (El cíclope alza una bota y bebe un largo trago lanzando un chorro impúdico).

Naufraga la elocuencia de Polifemo. Mientras con su único ojo mira por última vez al cielo, el viejo Nadie saca una estaca afilada de debajo de sus andrajos. Estudia al monstruo sin recato, finalmente de igual a igual, sin disimular su inquina. Juguetea con la improvisada arma, calculando cuidadosamente la distancia que lo separa de ese ojo redondo e incitante. El chorro cesa y el cíclope ofrece inconscientemente la diana. El viejo Nadie, inesperadamente rejuvenecido por la furia, levanta la estaca en el aire.

Un súbito fogonazo de cegadora luz roja y después, oscuridad. Sólo el siseo del zopilote.

 

salome-guadalupe-ingelmo-por-alejandro-cabezaSalomé Guadalupe Ingelmo (Madrid, 1973). Formada en la Universidad Complutense de Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, Università degli Studi di Pisa, Universita della Sapienza di Roma y Pontificio Istituto Biblico de Roma, se doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid. Miembro del Instituto para el Estudio del Oriente Próximo de la UAM, desde 2006 imparte cursos sobre lenguas y culturas mesopotámicas en dicha Universidad.

Ha recibido premios literarios nacionales e internacionales de narrativa y dramaturgia. Entre ellos cabe mencionar sus dos galardones en el certamen “Paso del Estrecho” de la Fundación Cultura y Sociedad de Granada, los obtenidos en el V Certamen de Relato Corto Aljarafesa sobre el agua, el XVII Certamen de Relato Breve y Poesía “Mujerarte” de la Delegación de la Mujer de Lucena, el X Certamen Literario “Federico García Lorca” del Ayuntamiento de Parla, el I Premio Nacional de Relato Corto sobre Texto Científico de la Universidad de Murcia, el XIII Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve 2010 de la Universidad de La Laguna y el V Concurso de Relato Histórico “Domingo Henares”.

Sus textos han aparecido en numerosas antologías colectivas. Cuenta también con publicaciones de narrativa, dramaturgia y ensayo individuales. En diciembre de 2012 aparecen su antología de cuentos La imperfección del círculo y su libro-entrevista La narrativa es introspección y revelación. Han sido objeto de publicación digital también su monólogo Alicia se mira en el espejo, su entrevista El monólogo recrea una intimidad sin parangón y su antología de dramaturgia Medea encadenada y otros textos dramatúrgicos hiperbreves, que reúne monólogos y soliloquios premiados en concursos internacionales.

Publica asiduamente ensayos literarios, tanto académicos como de divulgación, en diversas revistas salomenacionales e internacionales. De entre los últimos: “El último vuelo de «Un señor muy viejo con unas alas enormes». La decadencia de América Latina según García Márquez”, en Revista Destiempos (México) n. 45, Estudios y Ensayos, Junio-Julio 2015, pp. 59-81 <http://www.destiempos.com/n45/Ingelmo.pdf>; “Borges, un tahúr en la corte del rey Assurbanipal”, en Isimu. Revista sobre Oriente Próximo y Egipto en la antigüedad 11-12, Madrid: UAM, 2015, pp. 49-78; “El Pensamiento Destronado: Exilio Mexicano de las Letras Españolas”, Revista Monolito XXII (febrero-marzo), México: 2016, <http://issuu.com/juanmireles/docs/monolito_xxii>, p. 11-20; “Microficción e hiperbrevedad en el cuento español: la rica herencia del pionero Max Aub”, Revista Literaria Visor 5 (enero-abril) 2016, <http://www.visorliteraria.com/assets/revista-literaria-visor—n%C2%BA-5.pdf>, p. 10-19 y “Violencia de género y reivindicaciones feministas en los cuentos fantásticos y de terror de Emilia Pardo Bazán”, Revista Literaria Visor 6 (mayo-agosto) 2016, <https://issuu.com/visorliteraria/docs/revista_literaria_visor_-_n___6>, p. 23-34. De inminente salida: “Amada Inmortal: el motivo de la muerta retornada en la narrativa de Poe. Manifestaciones de necrofilia en el corpus poetiano” (en Revista Literaria Visor 8) y “De cuando Poe interrogó a una momia. Un extraño caso a caballo entre la antropología cultural y la arqueología forense: El Orientalismo sometido a examen por el padre del terror racional” (en Isimu. Revista sobre Oriente Próximo y Egipto en la antigüedad).

Sus comentarios de cine suelen aparecer en la revista digital Luz Cultural <http://www.luzcultural.com/?author=9>.

Prologó El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde (Editorial Nemira, 2009). Desde 2009 colabora ininterrumpidamente con la revista digital miNatura: Revista de lo breve y lo fantástico <http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/minatura/>, en la que han visto la luz sus microtextos de naturaleza fantástica, de ciencia ficción y terror, así como algunos ensayos literarios relacionados con estos géneros. Relatos suyos han sido publicados por Saco de Huesos en las antologías: Grand Guignol, Freak Show, Steampunk, Siglo de Sombras, Dark Space Opera, Casas Embrujadas y Criptozoología. Su relato “Babilonia debe caer” ha sido traducido al francés en el marco del proyecto Lectures d’ailleurs/tradabordo España CF de la Universidad de Poitiers.

Sus obras narrativas de terror y ciencia ficción pueden consultarse en la Biblioteca Tercera Fundación <http://www.tercerafundacion.net>.

Más información en http://sites.google.com/site/salomeguadalupeingelmo/ y http://salomeguadalupeingelmo.blogspot.com/ .

 

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