"Adiós entusiasmo" y "Viejo calavera" (FICCI)

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Hace poco pude ver dos películas galardonadas en el reciente Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI). Adiós entusiasmo, dirigida por Vladimir Durán, ganó el premio al Mejor Director y el de Mejor Película Colombiana, mientras que Viejo calavera, del director Kiro Russo, se llevó el premio a la Mejor Película. En general, las sensaciones no fueron buenas.
 
Adiós entusiasmo, y nunca mejor dicho… a los pocos minutos me despedí de él. Una película en la que el mayor interés reside en que una madre de familia vive encerrada en una habitación y no se sabe por qué. Utiliza un formato extremadamente panorámico que consigue que las dos franjas negras horizontales, arriba y abajo de la imagen, ocupen casi más espacio en pantalla que la propia película. Puesto que la obra no presenta una preocupación estética demasiado marcada, no a la altura de un recurso tan predominante, este gesto más bien parece una especie de maquillaje, un intento por ser original a través de una decisión compositiva que resulta diferente por defecto, pero que no se ve apoyada por el resto de elementos, ya que estamos ante una sucesión inane de conversaciones y planos de caras y espejos. La película pretende generar una atmósfera enrarecida, extraña, misteriosa, pero no lo consigue con la suficiente intensidad. Al inicio del metraje se habla de materia oscura e ideas que apelan a un discurso sugerente y quizás relevante, pero, desgraciadamente, la película se queda ahí, no va más allá, se pierde a la deriva entre la materia oscura de sus negras franjas horizontales y una sobredosis de contenido oral.
 
Viejo calavera destaca en el aspecto técnico y formal, pues es innegable que hay buen ojo detrás de la cámara. El apartado estético, así como el dinamismo de la cámara, se agradecen mucho. De hecho, lo más destacado de la película es el baile de artilugios mecánicos que se muestra al principio. Por desgracia, una vez más, el contenido resulta igual de irrelevante. Un joven que responde al arquetipo del chaval que no respeta las normas, se emborracha, hace mal su trabajo, etc. Sí que es peculiar el contexto de la mina, pero ese elemento por sí solo no eleva lo que sucede en pantalla. Se trata de una película que transita el vacío con un propósito que a su vez está vacío. Entiendo que la posmodernidad, el siglo 21, bla bla bla, no requieren de líneas argumentales claras o bien definidas, pero esa ambigüedad tiene que ir a alguna parte; o por lo menos, tener algún motivo para no ir a ninguna parte. La falta de coherencia, la fragmentariedad y el énfasis en lo intrascendente tienen que estar al servicio de algo, si no, cualquier aglomeración de imágenes sería suficiente para componer una película. Independientemente de su vacuidad, el retrato del chaval es algo distante y su historia no impacta emocionalmente todo lo que debería.

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