Desde su fundación, el Museo de Arte Moderno de Nueva York se perfiló para convertirse uno de los polos más importantes del arte. Fundar un museo y sostenerlo en su propósito e identidad es un esfuerzo que, dicho sin exageración, puede transformar la historia del arte, la convivencia de una ciudad, el acceso del público a la cultura y otros ámbitos igual de decisivos para el desarrollo de nuestra civilización (de ahí su importancia).

¿Pero cómo conjugar esta vocación con los nuevos recursos de nuestra época? Como sabemos, el arte y otras expresiones creativas conviven (cuando no rivalizan) con otras formas de realidad contemporánea. El arte es aún uno de los mejores vehículos de reflexión, de crecimiento y conexión con lo más propio de nosotros, pero al mismo tiempo, la subjetividad contemporánea se riega en otras actividades que al menos en la superficie parecen prometer algo parecido.

Como una forma de recuperar ese valor del arte para este momento, el MoMA emprendió el ambicioso proyecto de digitalizar todas las exhibiciones montadas desde su apertura, en 1929, hasta nuestros días.

El MoMA se inauguró con una exposición de un mes (de noviembre a diciembre) de postimpresionistas franceses, llamada, sencillamente, Cézanne, Gauguin, Seurat, Van Gogh, y desde entonces ha acogido a algunos de los artistas, colectivos y corrientes más decisivos del arte moderno.

Hoy, para acceder a esta inagotable exhibición en línea, basta dar clic en este enlace.