Historia de un idiota contada por él mismo: o el contenido de la felicidad, de Félix de Azúa

Por Haizea Ustaran.

Esta novela de Félix de Azúa, publicada por primera vez en 1986 por la editorial Anagrama, recrea la España de la transición democrática. En este ambiente, el protagonista realizará un solitario viaje, de carácter introspectivo, por las diversas etapas (infancia, juventud, edad adulta), y los más altos conceptos metafísicos o creencias morales colectivas (religiosidad, las relaciones amorosas y sexuales, afiliación política, creencias filosóficas, tendencias artísticas), en los que comúnmente se considera que se halla la felicidad, o que permiten, en su defecto, alcanzarla. En definitiva, averiguar en qué consiste la ansiada por todos felicidad.

La historia comienza con el hallazgo por parte del protagonista de una serie de fotos de la infancia en las que exhibe una radiante sonrisa. La sonrisa es síntoma felicidad, algo socialmente bien visto, pero la ausencia de ella le provoca un bofetón. De este modo, comienza su reflexión acerca de la necesidad de ser feliz o de aparentar serlo ante todo; y su investigación acerca de su contenido.  Este es un asunto que provoca en un primer momento cierta extrañeza, pues algo comúnmente considerado perteneciente al campo de las emociones, es estudiado como si de un experimento de laboratorio se tratara, y de esta manera, con una  voz desprovista de sentimiento y teñida de un atroz pesimismo, mediante una crítica irónica y ligera, pero de gran contundencia y reforzada mediante profundas disquisiciones filosóficas; siguiendo un método casi científico el protagonista se dedicará a lo largo del libro, a experimentar y valorar las ideas de felicidad humana existentes en el mundo, irá agotando y descartando vivencias, desde la inocente infancia hasta una avanzada edad adulta, e igualmente irá desarmando toda institución, y todo ideal político, social, cultural, o moral. Al igual que el científico, vivará cada una de las experiencias, y cada una de ellas será rechazada al no encontrar en ella las respuestas deseadas.

Como primera vivencia, la felicidad de la infancia será la primera en ser rechazada y desmentida, durante la etapa escolar. Esta parte es una de las que más llama la intención, puesto que la infancia ha sido vista, en líneas generales, como la mejor de las etapas y la más feliz en la vida de una persona. Pero en este libro, la infancia es víctima de una crítica descarnada y atroz que acaba dejando un gusto sumamente amargo, si bien la denuncia del colegio, como institución, y el sistema pedagógico por los brutales métodos y las perversiones sexuales, justifica totalmente dicha amargura. Un aspecto a considerar es que el lenguaje en este apartado permite fácilmente traslucir una inmensa rabia, e igualmente, en estos momentos es posible adivinar la voz del autor detrás de la del protagonista. Me ha parecido pertinente no dejar de hacer mención a la burla que se realiza de ciertas costumbres sociales, como las vacaciones. Para ello, el precedente tono mordaz da paso a un tono jocoso, que favorece la aparición de una sonrisa en el lector; y que ridiculiza todo lo circundante (las siestas, los paseos…), a esta costumbre ligada al descanso y al bienestar, que para el protagonista no es otra cosa que un infierno, anticipando así la conclusión final de la novela. La infancia da paso a la adolescencia, a la juventud y a la formación universitaria, y a la afiliación política. Nada de esto escapa a los terribles juicios del protagonista, tras cuya voz se oye de nuevo la del autor, aunando ironía y crueldad, al hacer referencia a la poca calidad de las universidades españolas, a la falta de cohesión entre las clases obreras, y a la escasa fe en la incipiente democracia. No hay que olvidar tampoco, la  clara alusión, además de una feroz crítica, que se lleva a cabo  en esta parte, hacia los llamados en aquellos tiempos “Novísimos”, grupo al que autor perteneció, pero del que se separó. Tras casi morir, nuestro protagonista vuelve a la vida civil, y trabaja en una editorial. La última parte del estudio está dedicada al arte. Una triste visión empaña este pasaje al declarar que “el siglo XX no es momento para el arte”, y por tanto la felicidad artística no es más que otra ficción.

Otra de las cuestiones de gran interés en la obra es  el  hecho de que el protagonista, no es más que un medio para llevar a cabo este proceso de destrucción de las instituciones y estructuras morales que construyen la sociedad española del siglo XX. Es debido a esto que no hay descripción, ni física, ni moral, ni emocional, quedando reducido a una simple voz narradora.  En ocasiones, su actitud apática ante las experiencias, la manera de aceptar los desengaños sin el menor atisbo de emoción, permite evocar la manera de afrontar la vida del extranjero de la obra de Camus (L’étranger de A. Camus); pero a diferencia de éste, al igual que un científico o un filósofo, lleva a cabo una reflexión o conclusión acerca de lo que ha observado y vivido;  con la deducción final de que la felicidad es una quimera en la sociedad española del siglo XIX, aquejada por el aislamiento y la incomunicación. Lo único real oculto tras ella es el miedo a ser diferente al no acatar las imposiciones de la vida en sociedad, que no es otra cosa que un infierno. Por ello, lo mejor es no esperar nada de la vida, tan sólo la muerte. Tal resolución, propia del más puro nihilismo nistzscheano, produce en el lector un efecto de vacío existencial, así como un repentino rechazo hacia todos aquellos dogmas impuestos a los ciudadanos (religión, participación política, roles sociales, matrimonio, ejército…).

Para finalizar, comencé la lectura atraída por el título Historia de un idiota contada por el mismo: o el contenido de la felicidad, esperando una historia diferente, aunque no es un libro que decepcione. Aunque también es cierto que el pesimismo llevado tan al extremo, en ocasiones, resulta exasperante. Además de esto, el contenido puede resultar altamente tedioso por las disquisiciones filosóficas utilizadas, que además son de una extensión considerable. Por otro lado, esta densidad ideológica es equilibrada por un tono irónico y desenfadado que hace que la lectura sea ligera, configurando una obra de fácil y ágil lectura. En conjunto, esta es una obra que invita a la reflexión sobre aspectos de la vida que tenemos muy interiorizados, y que como cualquier otro asunto de la vida merece ser también puesto en duda y tomado como objeto de reflexión. En última instancia, un valor añadido de este libro es que las ideas plasmadas son fácilmente aplicables a la sociedad actual, lo que le confiere un claro carácter atemporal que merece ser tenido en cuenta.

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