Los ignorantes


Por Haizea Ustaran
Los ignorantes, cuyo título original es Les ignorants, es un cómic creado y dibujado por el artista francés Étienne Davodeau, y publicado por la editorial Futuropolis en 2011.
Étienne Davodeau nació en Botz-en-Mauges (Francia), el  19 de octubre de 1965. Estudió Artes Plásticas en la universidad y publicó su primera obra El hombre al que no le gustaban los árboles ( L’Homme qui n’aimait pas les arbres), en 1992, publicado como parte de una colección formado por autores jóvenes llamada Generación Dargaud (Génération Dargaud). Ha publicado numerosas obras por las que ha obtenido un gran reconocimiento como autor, además del premio Grand Boum-Ville de Blois, y una adaptación al cine de su obra Lulu, mujer desnuda (Lulu femme nue ). En 2011 publicó Los ignorantes de la mano de la editorial Futuropolis, consiguiendo un gran éxito, materializado en las tres ediciones con las que cuenta.
La historia narra el encuentro y posterior convivencia de un experto viticultor, Richard Leroy, y de un amante y dibujante de cómics que es el propio autor, Étienne Davodeau. En esta historia autobiográfica, nos adentramos en el complicado, pero interesante mundo del vino y en el desconocido para muchos mundo de los cómics. Durante todo un año (2010-2011), ambos expertos, cada uno en su materia, convivirán en el viñedo de Richard en Montbenault, aprendiendo el uno del otro.
La historia comienza con Étienne Davodeau y Richard Leroy sentados a una mesa. El autor propone al viticultor un experimento: Él trabajará gratis en el viñedo durante un año, y a cambio Richard le enseñará todo lo relativo a la viticultura, además de explicarle los secretos de la degustación de vinos, y cómo distinguir unos vinos de otros. Pero además, Richard aceptará leer todos los cómics que Étienne le recomiende, además de acudir a salones de cómic, y conocer y hablar con otros autores de cómic que le abrirán las puertas al mundo de la viñeta.
Sin dudar, Richard acepta, y al día siguiente mismo empiezan las lecciones para Étienne. Richard le enseña a podar sus hectáreas de viñas durante el mes de septiembre y hasta el siguiente mes de septiembre, Étienne observará todo el proceso de creación de un vino desde sus inicios. Unas tareas tan cotidianas para el viticultor, resultan sumamente complicadas para un autor que nada sabe de viñas, por lo que a pesar de las instrucciones de su maestro, sus primeros trabajos no los realiza del todo bien. Además de trabajar en la viña, podando, removiendo la tierra, manejando las distintas máquinas… Richard llevará a Étienne a distintos puntos de Francia donde asistir a catas y degustaciones y además conocerá y conversará con amigos viticultores de Richard . Étienne tratará en vano de educar su paladar para distinguir cada uno de los vinos (que son muchos), que Richard le hace probar, entre tintos y blancos. Será testigo de las discusiones acerca de los mejores modos de trabajar la viña (bio, biodinámica, con químicos…), además de conocer los distintos puntos de vista acerca del modo correcto de evitar la oxidación del vino durante la fermentación, siendo este un tema de discusión constante a lo largo de toda la obra: ¿Con o sin azufre? El trabajo del viticultor, mostrado a través de unos ojos ajenos a ese mundo, pero ávidos de saber y conocer, aparece sumamente complicado debido a los numerosos conocimientos sobre geología, medicina, biología, economía, que es necesario poseer para sacar adelante un viñedo productivo.
Richard es un hombre peculiar. Entró en contacto con el mundo del vino gracias a su mujer y le encantó. Dejo su trabajo en el Banco y compró su terreno. Rechaza utilizar cualquier producto químico, como pesticidad y herbicidas en sus viñas y se muestra firme defensor de la biodinámica, una técnica ideada por R. Steiner, y basada en el respeto a las propiedades naturales del suelo, solo abonadas mediante productos únicamente naturales frutos del compost a partir de vegetales y minerales. Su objetivo no es producir en gran cantidad, sino producir en calidad, es decir, “un vino vivo”, y ello solo es posible mediante lo que él llama “suelo vivo”. Asimismo, como experto tiene un gran conocimiento sobre vinos de calidad y por esto, abundan en la historia momentos en los que durante las numerosas comidas que tienen lugar, ya en el ámbito vinícola, ya en el ámbito de la viñeta, prefiere beber agua en lugar de los vinos que ofrecen las cartas de los restaurante, que al parecer no son lo suficientemente buenos para su entrenado paladar.  Un aspecto muy interesante es que el mundo del vino que nos plasma la obra a través de Richard no es en absoluto el mundo de los grandes vinos, de marcas famosas y caras (aunque algunos sí que lo son), sino que aparecen numerosas marcas de vinos que son fruto del trabajo personal y a pequeña escala de viticultores que aman su trabajo y lo que producen, velando siempre por la calidad, frente a la superproducción. Algunos de ellos son Mersault- Perrières, Billes de Roche, Les Pierres Noires o Châteauneuf-du-Pape.

Por su parte, Étienne abrirá las puertas del mundo del cómic a su amigo viticultor. Richard no ha leído un cómic jamás, pero durante el año que pasan juntos, Richard lee todos los libros que su amigo artista le propone, pasando por muy diversos géneros y temas del cómic y las viñetas. Richard leerá tanto clásicos del mundillo como Maus de Art Spiegelman o Watchmen de Alan Moore hasta las originales ilustraciones de un referente para todo dibujante como es Moebius (tristemente fallecido en 2012) . Asimismo, al igual que Étienne acompaña a Richard a catas y degustaciones, Richard acompañará a Étienne a salones de cómic y festivales. También, le mostrará cómo funciona el trabajo en la editorial: cómo se seleccionan los proyectos que se van a publicar, cómo otros son rechazados, cómo todo trabajo se desarrolla de manera conjunta y cómo es preciso un buen número de profesionales de diferentes ramas para hacer posible un cómic. Tal vez en este punto podría deducirse una tímida crítica hacia la desconfianza de muchos editores por los nuevos autores que tratan de hacerse un hueco. Por supuesto, no todo en este mundo es fácil, y las dificultades no quedan de lado en Los ignorantes, sino que se muestra sin tapujos que el arte de la viñeta es un mundo intrincado al que no todos tienen acceso, y del que resulta muy difícil vivir, motivo por el a veces muchos recurren a la auto edición. Además de todo esto, Richard tiene la oportunidad de visitar la imprenta de la editorial de Étienne, allí descubre el largo proceso por el que unas viñetas se convierten en un libro listo para comercializar. Más allá del cómic en sí, Étienne presenta a Richard algunos autores cuyas obras ha leído como Marc-Antoine Mathieu y Guibert Lefrèvre y Lemercier. Aunque el viticultor es un buen alumno y lee lo que Étienne considera, no duda en dar su opinión acerca de las lecturas y de criticar, a veces duramente, si lo considera necesario. Algo que curiosamente no hace el viñetista acerca de los vinos.
En cualquier caso, a lo largo del año en que se desarrolla el intercambio se llega la conclusión de que ambos mundos, aparentemente tan distintos, tienen elementos comunes, como que ambas requieren trabajo duro, paciencia, dedicación, conocimientos, contactos…Todo ello, busca ensalzar los valores que hacen de ambas actividades, tan frecuentemente desconocidas o infravaloradas, pero que bien pueden ser consideradas como un bello arte que muy pocos tienen el privilegio de cultivar y disfrutar. En cuanto al estilo, los dibujos son sencillos, pero atractivos, en blanco y negro, pues lo prioritario es el guión y la historia que tienen que contar. Las conversaciones son dinámicas, y cargadas de interesantes reflexiones, no solamente acerca de los objetos del experimento, sino también sobre la propia vida; que por supuesto, para evitar la pesadez alternan con momentos de humor y gran ligereza. Su tono narrativo pausado, propio de un documental transporta al lector a Montebenault, y le permite recorrer cada uno de los lugares que recorren los protagonistas, y ser testigo de las conversaciones, como un protagonista más.
En definitiva, se trata de una historia con un sencillo planteamiento, cuyo título no hace sólo referencia a ambos protagonistas, ignorantes de aquello que escapa a su entorno, sino a los propios lectores que desconocen uno o ambos mundos. Mediante esta historia el lector puede conocer tanto vinos de calidad, como cómics recomendables, tarea facilitada por una lista al final del libro que cuenta con los vinos probados por Étienne y los libros leídos por Richard.
Los ignorantes, de Étienne Davodeau. La Cúpula, 2012.

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