"El triunfo de los principios"

El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau

Toni Montesinos Gilbert

Editorial: Editorial Ariel
Cómo vivir. Cómo sacarle el mayor partido a la vida. Cómo libar la miel de la flor del mundo. Ese es mi trabajo diario.

Se asocia frecuentemente a Henry David Thoreau tanto con la desobediencia civil, en un contexto de lucha contra la esclavitud y la guerra en unos Estados Unidos que se estaban formando, como con la atracción que sintió por la vida de los indios. Pero lo cierto es que este observador de la naturaleza y el comportamiento humano abordó en su día todo lo que hoy es importante para nosotros. En Walden, pero también en el resto de sus libros, diarios y cartas, habló desde una perspectiva autobiográfica de la amistad, el amor, la economía, la educación, la política, la religión, la hipocresía social… Siempre asentándose en ideas firmes y practicando la austeridad, confiando en los sentidos y la intuición, con la voluntad de hacer de su presente algo que le trascendiera.

El triunfo de los principios es una biografía de Thoreau y a la vez un recorrido por sus reflexiones y experiencias, un cuestionamiento de nuestra vida actual desde la ocurrida a mediados del siglo xix en un pequeño pueblo de Massachusetts, Concord, donde también residieron Emerson, Hawthorne y L. M. Alcott. La inteligencia y belleza de sus escritos, en los que destaca el tono irónico o contundente sobre sus conciudadanos, su fe en la autoconfianza, en la bondad como la mejor inversión, en la eliminación de las necesidades autoimpuestas, nos sugerirán comprender, por decirlo con sus palabras, la esencia de la vida, y hacer del carpe diem, la sinceridad y la sencillez un faro de comportamiento y pensamiento cotidiano.

Misantropía y soledad

El narrador estadounidense William Saroyan, en su novela sentimental y antibelicista Las aventuras de Wesley Jackson (1946), dijo algo sobre la soledad, la lectura y la vida que ahora nos atañería especialmente: «El hombre es una criatura solitaria. Está solo pese a toda la compañía que tiene en el mundo. Está tan solo que a veces se aparta de la compañía del mundo y busca la de los muertos: lee los libros que escribieron hombres que vivieron hace mucho tiempo. O bien busca la compañía del campo y del cielo y de sus criaturas, siguiendo el ejemplo de Thoreau».1 El recuerdo que tenemos de Thoreau si no hubiera tenido la determinación de pasarse más de dos años en una casa en los bosques sería bastante diferente. Sí, seguiríamos viéndolo como un hombre que paseaba a solas y se alejaba del bullicio de las gentes y las ciudades, al que le encantaban las excursiones de varios días de duración y dormir al raso, sublimando la parte animal y vegetal por encima de la humana, pero la experiencia y la escritura de Walden —los hechos y las palabras que decía Alcoriza— marcan su trayectoria y convierten aquella decisión en un hito personal, incomparable, único. Es la apuesta total por el alejamiento y la soledad persistentes, aunque tuviera contacto frecuente con los habitantes de Concord y su familia estuviera a dos kilómetros de distancia. Thoreau no es un Robinsón gratuitamente desdeñoso sin ni siquiera un Viernes que le pueda hacer compañía, pues en su casita recibirá gustoso visitas de amigos o gentes que van de 46 paso; es un solitario que disfruta de ser y de ser solitario, y que se aparta voluntariamente para colocarse de cara con lo que la vida tiene que decirle o enseñarle sin filtros, sin obstáculos o condiciones regidas por decisiones sociales. No está en una isla. Se diría que él mismo es una isla, impenetrable para los demás, o la cima inaccesible de un monte al que nunca se podrá llegar del todo por culpa de una niebla de fría severidad. Tampoco es el tipo de misántropo que popularizó Moliè- re en su obra teatral de 1666, con su protagonista Alcestes hipocondríaco y enamorado de una mujer coqueta, veleidosa y frívola que al final, con su desdén y burla, lo lleva a reflexiones de corte misógino después de que hayamos ido conociendo sus altas miras morales y el desprecio que siente por la sociedad circundante. La misantropía de Thoreau es más sutil y compleja; por supuesto, fiel a su metódica individualidad, no depende de nadie salvo de sí mismo; no busca el consuelo del amor romántico como excusa en la que apoyarse dentro de un sistema en el que no encaja con vistas a albergar esperanzas; no se limita a denunciar lo que le repele sino a proyectar remedios personales que, sumados uno a uno, se harían globales y mejorarían el mundo al final del año poco a poco.

Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es escritor y crítico literario. Ha publicado más de veinte libros de diversos géneros: poesía, novela, ensayo y crónicas viajeras, además de editar o prologar obras de una docena de clásicos españoles, latinoamericanos y estadounidenses.

http://almaenlaspalabras.blogspot.com.es/

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