La profesora (2016), de Jan Hrebejk

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Jan Hrebejk dirige esta película ambientada en la Checoslovaquia de los años 80, con el país bajo el control de los soviéticos. Relata la historia de una profesora que al parecer tiene contactos con las altas esferas del partido comunista y a la que respetan y temen por ese motivo. Ella aprovechará para que los padres de los alumnos, si quieren que sus hijos tengan buenas notas, le hagan algunos favores. Comunismo y corrupción, como si se tratara de las dos caras de la misma moneda, se manifiestan de forma implacable.
La profesora es un buen ejemplo de la calidad mínima que debería presentar toda película antes de ver la luz en festivales y salas de cine: un guion consistente, buenas actuaciones, fotografía cuidada y una idea con cierta relevancia que mueve a todo el conjunto. Me quito el sombrero ante la escena inicial, absolutamente brillante, solapando el principio con el final, esbozando las líneas maestras de la narración con ingenio, asociando el porvenir de los chavales con la profesión de sus progenitores. Sólo por este destello ya merece la pena ver la película. Y por la banda sonora. Destacar, remarcar, subrayar, me vuelvo a quitar el sombrero ante la descomunal banda sonora, que quizás sea lo mejor de la película. Apunten su nombre: Michal Novinski. Lo que reciben los oídos en esta película es maravilloso. Aunque parte del mérito es del montaje, pues la música se incluye en el momento apropiado y acompaña a la perfección a los hechos.
No cabe duda de que estamos ante un largometraje pulcro y bien elaborado, sin embargo, también tiene sus puntos débiles: su duración y su impacto emocional. En primer lugar, el metraje resulta excesivo para lo que finalmente se cuenta, llega un momento en el que la estructura cae en la reiteración, pues se limita a repetir la misma idea en diferentes situaciones. Digamos que se golpea una y otra vez en el mismo sitio, únicamente cambiando el contexto, lo que hace que la idea pierda fuerza y agote al espectador, que ya ha entendido hacia dónde va todo y lo que está sucediendo sin necesidad de que se lo vuelvan a remarcar. En segundo lugar, se desaprovecha el impacto emocional del suceso de la niña, apenas tiene relevancia, como si estuviera en un segundo plano. En este sentido, esa tragedia personal no está bien entrelazada con la corrupción de la profesora –y los susodichos tejemanejes comunistas–, de tal manera que la conmoción que deberíamos recibir se ve obstaculizada por esa debilidad en el tejido de la obra. Aunque se trata de una película hecha con cariño y prestando mucha atención a los detalles, da la sensación de que todo se podría haber desarrollado de una manera mucho más contundente, quizás con algo más de acción y algún que otro matiz narrativo.
 

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