El arte de desatornillarse

José M. Prieto
El arte de desatornillarse del marido y de los hijos.
 
Vitruvio, Madrid, 2017.
 
Por Ricardo Martínez Conde
 
El lector no es, en modo alguno, aséptico. Quien lee ejerce ya una voluntad deliberada en pro de entendimiento y gozo. Pues bien, así he procurado abordar como lector el último libro de José María Prieto, un autor que, haciendo gala de su múltiple formación (sobre todo, digamos, bajo la sombra del canon didáctico tanto occidental como oriental), se toma en ocasiones la libertad de jugar al equívoco, algo que, en principio, puede resultar curioso, entretenido; incluso pudiera, por algunos, ser tomado como un reto lector, no obstante creo que los elementos distintivos están bien presentes hurgando con una cierta meticulosidad entre sus palabras, de un desafío-juego verbal que comienza ya, aquí, por el propio título.
Pero manzana es manzana y texto literario es texto literario. Quiero decir con ello que es posible (y difícil hacerlo) el disimulo, pero no ocultarse al canon literario, que es, en este caso, donde yo repararía. Y para ello me detendría en dos poemas que considero poseen por sí bastante significación, teniendo entre sí, a la vez, algo de complementarios. El uno es ‘Tonadilla infantil’ y el otro ‘Alfarera’ El primero alude hacia el lector como tributo de recuerdo y de postura vital: “Sola en mi alcoba enhebro mis recuerdos/ al compas que marca la melodía sutil/ de la vecina que estudia para ser maestra” Es este un pasaje de contención nostálgica que tiene mucho de composición con voluntad ontológica, sobre todo cuando se cierra: “Yo estudié para escribir novelas para adultos/ y entretener al lector con personajes de cuerpo entero” ‘Al compás’ supone fragmento, ‘cuerpo entero’ supone unidad. He aquí el círculo vital, la composición identitaria de la memoria.
‘Alfarera’, por su parte, viene a corroborar una visión de consistencia, de solidez significativa no exenta de luz imaginativa. Posee significación, personalidad. Por eso digo que el aparente juego del autor es sólo eso, aparente; la estructura de unidad, creo, es deliberada. Es cuando escribe: “Está moldeando/ una forma imprecisa/ que crece y aparenta ser/ su mundo interior, voluble en arcilla/ resplandece inmóvil” Así pues, significación como entidad y, a la vez, una cierta propensión hacia la soledad.
Digamos que el aparente juego verbal, literario, entonces, podría ser, también, válido por su definición humanizada. Hay una implícita individualidad a la que se dirige el autor, y una sugerencia de necesidad de libertad en el autor.
Sea pues que la comunicación ha sido establecida con sus pautas propias. Algo importante y necesario como para ser resaltado.

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