Personal Shopper (2016), de Olivier Assayas

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Ya empezamos mal si el título de la película no hace referencia a la totalidad de la obra. La protagonista es personal shopper, pero también médium, a partes iguales. ¿A qué se debe esa decisión tan cuestionable? Evidentemente, el título funciona como reclamo. En esta época de consumismo feroz en la que ha surgido la extraña figura del personal shopper, cada vez hay más interés en conocer los entresijos de la profesión. Resumiendo: la primera en la frente. El título prefiere atraer público en lugar de ser preciso y coherente. La segunda… en la frente de Cristian Mungiu, director de Los exámenes, que tuvo que compartir el premio al mejor director en Cannes 2016 con Assayas, a pesar de que su obra es superior a la del francés. Ser francés posiblemente sea la tercera… Razón por la que Assayas se llevó ese premio, ya que la obra ni siquiera tiene la suficiente calidad para ser seleccionada en la competición oficial del festival.
Posiblemente lo único salvable de la película es la primera escena. Claro, uno entra en la sala sin saber nada, sólo con el título en mente, y lo que ve resulta tan diferente a lo que espera que es impactante. La atmósfera de esa primera escena está muy lograda y es muy prometedora. Sin embargo, después de ese momento de gracia, la obra empieza a desarrollar sus dos líneas argumentales y todo se precipita hacia el abismo, básicamente porque las dos actividades principales de la protagonista no tienen ninguna relación entre sí. Personal shopper y médium… que bien podría haber sido panadera y médium o taxista y personal shopper que nos hubiera dado igual. Ya puestos, Assayas podría haber aprovechado el dinero para hacer un 2×1, tipo grandes almacenes, dos películas al precio de una.
Podríamos aceptar que el aspecto de la protagonista encaja con el perfil de una médium, que en definitiva no exige ningún requisito textil específico, pero no con el de una personal shopper. Una chica que se pasea por las calles de París y Londres gastándose un dineral en ropa no va a ir con el pelo sucio y vestida con jerséis navideños. Resulta muy inverosímil. Lo más lógico es que se trate de una chica a la que le gusta la moda y, por tanto, que cuidará su imagen personal tanto o más que la de sus clientes. Además, una top model nunca contrataría a una chica con ese aspecto tan desaliñado para que le hiciera las compras.
A nivel técnico y narrativo, hay un problema evidente con las elipsis y la edición. Hay saltos excesivamente bruscos entre algunas secuencias, incluso hay una escena en la que un recepcionista de hotel está hablando y de repente se solapa el fundido en negro, dejando al pobre chaval con la palabra en la boca. Estos fallos son inadmisibles a estos niveles, y más si estamos hablando de una película que se ha llevado un premio en Cannes. Profundizando un poco más en el plano narrativo, hay deficiencias en el desarrollo de la protagonista y en la transmisión de su dimensión interna, pues ésta sale a relucir a través de diálogos con tres personas que acaba de conocer. Vuelve a predominar la inverosimilitud y se advierte el artificio, esto es, que esos diálogos cumplen una función narrativa que consiste en expresar de forma explícita las preocupaciones internas del personaje para que el espectador las conozca. En este sentido, la interacción con el móvil, con otro desconocido, es absolutamente irrisoria, llegando ella a mandarle una foto subida de tono sin conocer de nada al sujeto que está detrás del teléfono.
Lo cierto es que no se puede decir nada negativo de Kristen Stewart. Se desenvuelve bien en el papel de personal shopper de pelo sucio y/o médium dubitativa. El resto de personajes son un mero decorado, sin apenas desarrollo, así que no hace falta decir nada al respecto. Sí que molesta levemente que se use de forma tan ligera a un actor de la talla de Anders Danielsen Lie (Oslo, 31 de agosto), aunque tampoco entiendo cómo alguien con cierto renombre puede aceptar ese papel.
En general, la arbitrariedad merodea por todo el metraje. Hay determinadas situaciones que no tienen una construcción sólida como para resultar consistentes o como mínimo creíbles. Por ejemplo, sin comerlo ni beberlo, la protagonista desea ser la top model. En otro arrebato, decide masturbarse vestida con uno de sus trapitos. Asimismo, no se explican los motivos por los que el amante de la modelo empieza a hablar con ella por el móvil. Etc. Las ideas flotan en el aire, pero ninguna coge peso, como si lo importante fuera la acumulación y no el desarrollo de las mismas.
Con spoiler: Al parecer, en el Festival de Sevilla, el propio Assayas estuvo presente tras la proyección de la película y para resolver las dudas de algunos asistentes afirmó que todo es producto de la imaginación de la protagonista y que en realidad no puede comunicarse con espíritus. Bien… chapeau… entonces ¿por qué se le muestra al espectador un fantasma de carne y hueso cuando la protagonista está de espaldas? ¿Si es su imaginación, por qué el espectador lo ve en pantalla cuando ella no mira? No tiene sentido. Y eso que comenta el director no está en la película, no se llega a la conclusión de que todo está en su mente a través de lo que aparece en pantalla porque el desarrollo es torpe y difuso. Sólo con esto ya no tiene sentido la película, demuestra lo poco pensado que está el argumento y la poca inteligencia del director para llevar a cabo sus ideas.

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