María Moliner, la palabra no es solo cosa de hombres

Por Pilar Martínez Manzanares. @pilar_manza

El uso de la palabra escrita y, sobre todo, su conocimiento nacieron como ámbitos vetados para las mujeres. Muchas de ellas tuvieron que hacer frente a grandes obstáculos que impidieron el desarrollo de su saber. Sin embargo, mujeres como María Moliner, lucharon por cambiar el curso de una historia que las abocaba a un reclusión en el núcleo privado.

Hija del médico rural Enrique Moliner Sanz (1860-1923) y de Matilde Ruiz Lanaja (1872-1932), María de Molina se convirtió en una de las filólogas y lexicógrafas españolas más importantes de España, su obra principal fue el Diccionario de uso del español.  Cuando la autora aún no había nacido sus padres decidieron trasladarse a la capital española, en Madrid los pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, don Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María.

Siendo muy joven, María tuvo que hacer frente a una grave circunstancia, su padre, abandonó a su familia tras un segundo viaje a América en 1914. Esto motivó probablemente que la madre decidiera en 1915 dejar Madrid y regresar a Aragón. Allí la familia salió adelante en buena parte gracias a la ayuda económica de María, que, aun siendo muy joven, se dedicó a dar clases particulares de latín, matemáticas e historia. Este hecho fue fundamental para el desarrollo del carácter fuerte y valiente de la escritora.

En Zaragoza se formó y trabajó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, dirigido por Juan Moneva desde 1917 hasta 1921, años en los que colaboró en la realización del Diccionario aragonés de dicha institución. Se licenció en 1921 en la especialidad de Historia, la única existente por entonces en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, con las máximas calificaciones y Premio Extraordinario. Casi los mismos pasos siguió su hermana Matilde, licenciada en lo mismo con iguales honores, pero en 1925, y también cooperante en el Estudio de Filología de Aragón.

Su inclinación por el archivo, por la organización de bibliotecas y por la difusión cultural, la llevó a reflexionar sobre ello en varios textos: Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España (1935) y a una participación muy activa en el grupo de trabajo que publicó, de forma colectiva, las Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (1937), un trabajo vinculado a las mencionadas Misiones Pedagógicas proyectadas y puestas en marcha por la Segunda República Española. En 1939, tras la derrota de la Segunda República Española tanto ella como su marido sufrieron los excesos de la depuración franquista del magisterio español; él perdió la cátedra y fue trasladado a Murcia, y María regresó al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo.

El 7 de noviembre de 1972, el escritor Daniel Sueiro entrevistaba en el Heraldo de Aragón a María Moliner. El titular era un interrogante: «¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?». La habían propuesto Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. Pero el elegido, a la postre, sería Emilio Alarcos Llorach. Ella comentó así la cuestión: Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (…) Mi obra es limpiamente el diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa indicada que un filósofo -por Emilio Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!

Los últimos años de la vida de María estuvieron marcados  por el deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su Diccionario de uso del español  (publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967). Sin embargo, en el verano de 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de una arteriosclerosis cerebral, enfermedad que la iría retirando de toda actividad intelectual. María Moliner recibió varios galardones por sus trabajos en pro de la lengua, numerosas calles y eventos culturales demuestran a día la importancia de una mujer clave en la lingüística española. No hay mayor homenaje que mantener vivo su recuerdo a través de las palabras.

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