Los seis jardines literarios más reconocibles (de los Capuleto al Edén)

Los jardines y las metáforas que los habitan son por fortuna incontables. Desde que el hombre tiene memoria —ya en la épica de Gilgamesh el paraíso es un “jardín inmortal”— estos espacios han sido un suntuoso escenario de historias y, en ocasiones, protagonistas silenciosos de leyendas y mitologías.
La literatura guarda un lugar especial para estos verdes espacios. Los jardines literarios son abundantes en flores de aromas exóticos, hogar de exuberantes fuentes y criaturas extrañas, escenario perfecto para conjunciones y encuentros secretos o, en ocasiones, incluso son ese punto donde todo comienza.
La cualidad delimitada del jardín es metáfora de la humanidad frente a lo salvaje, de la naturaleza domada en oposición al bosque o la selva; los jardines son también expresiones simbólicas de la inocencia y la pureza, de la espiritualidad humana. Baste recordar el Jardín del Edén y la trágica historia que allí aconteció. Paradójicamente, son lugares que guardan un intenso erotismo relacionado con su fertilidad esencial, una característica que hace a los jardines profundamente femeninos.
El jardín es un espacio poético y secreto (perfecto para ocultarnos), un paraíso terrenal, una utopía y un lugar que siempre refrescará nuestra mente y espíritu. A continuación, seis jardines literarios que merecen ser recorridos.

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El Jardín del Edén
Símbolo universal, siempre terrenal y también metafísico, el exuberante jardín bíblico donde Eva y Adán vivieron por un tiempo es, entre muchas otras cosas, uno de los más antiguos objetos de nuestro deseo (aun cuando jamás lo hemos visitado), y la inspiración primigenia de una gran parte de los jardines que florecen en nuestros libros.
 
El jardín de los Capuleto
Refugio para el amor verdadero, el jardín fortificado de la familia Capuleto es el espacio en el que sucede una de las escenas románticas más famosas de todos los tiempos. La oscuridad del vergel que rodea el balcón de Julieta existirá siempre como un templo a la inocencia y el erotismo, jamás tocado por la miseria y el odio de los hombres.
 
El jardín de las flores parlantes
De todos los lugares que conoció la pequeña Alicia en su recorrido por el país de las maravillas, es quizá el jardín de las flores parlantes uno de los más memorables. Hogar de bellas y delicadas flores (que más bien parecerían señoras que se han reunido a tomar el té), el jardín surrealista y mágico de Lewis Carroll no desaparecerá jamás de nuestro imaginario.
 
El jardín de los senderos que se bifurcan
Un jardín que no es en realidad un jardín, un jardín que es un libro y un laberinto, sólo podría haber sido imaginado por el gran Jorge Luis Borges. El jardín de senderos que se bifurcan es el título de una novela (que aparece en el cuento de Borges con el mismo nombre) que es un laberinto, no uno que existe en el espacio sino en el tiempo.
 
El jardín de Kubla Khan
Uno de los tesoros más preciados del legendario líder tártaro, poblado de árboles de magnolia y perfumado con exóticos inciensos, el jardín de Kubla Khan vive en nuestro imaginario como lo más cercano al paraíso en la Tierra y como aquel lugar donde, alguna vez, Marco Polo y el gran Kubla pasearon e imaginaron ciudades juntos (en el libro Las ciudades invisibles de Italo Calvino).
 
El jardín del gigante egoísta
El jardín de este cuento corto de Oscar Wilde había sido pensado por su dueño, el gigante, como exclusivo para sus ojos, porque los jardines son también tesoros. El hermoso vergel sólo podrá librarse del invierno perpetuo en el que ha caído con la presencia purificadora de los niños.
 
 

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