Braguino (2017), de Clément Cogitore

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Braguino se llevó el Premio Zabaltegi-Tabakalera en el reciente Festival de San Sebastián y la Mención Especial del Gran Premio del Festival de Marsella. Clément Cogitore nos lleva a la taiga de Siberia Oriental donde viven dos familias, los Braguine y los Kiline. La cámara sigue a los Braguine en su día a día y nos va descubriendo su mundo sin concesiones: niñas despellejando patos, el padre matando y descuartizando a un oso, una niña utilizando las patas del oso como zapatillas de estar por casa, etc.
No cabe duda de que es un documental interesante e hipnótico, con una sencillez que por momentos hasta resulta poética, pero en el fondo da la sensación de que se pierde la oportunidad de profundizar más en un estilo de vida intrigante. Vemos a los Braguine salir adelante en un lugar remoto, proclamándose autosuficientes, pero en ningún momento se cuestiona de dónde sale el agua que beben, la ropa que visten, el motor de la barca, las balas y las armas con las que cazan… Aun a riesgo de resultar demasiado discursivo y perder su esencia relativamente silenciosa y poco intrusiva, me hubiera gustado un poco más de reflexión sobre ese estilo de vida y hasta qué punto es verdaderamente sostenible y autosuficiente.
No obstante, Braguino sale airoso gracias a que Clément Cogitore se centra en el conflicto latente que existe entre los Braguine y los Kiline –desde aquí spoiler–. Al parecer, y como se ve al final del documental, los Kiline utilizan la tierra para traer a cazadores. Aunque aquí también cojea un poco el documental, pues no se indaga en esa cuestión, no se explica por qué motivo trae esa familia a cazadores, el mensaje final que transmite es bastante potente, ya que muestra que la avaricia y el conflicto de intereses están presentes hasta en el lugar más remoto del planeta. En este sentido, los Kiline representan ese lado oscuro del ser humano que lo corrompe todo y cuyos fines egoístas ponen en peligro las tradiciones y el estilo de vida de otros. Como bien señala el padre de la familia Braguine: «el ser humano es el animal más peligroso de todos». Y es que el padre se retiró a ese lugar para alejarse de los conflictos de la sociedad, pero por desgracia, la maldad humana, en su omnipresencia, llega a todas partes.

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