¿Es el amor un arte?

Por Inés Sánchez de la Viña Rodríguez.

 

‘‘El que ama se transforma constantemente. Capta más, observa más, es más productivo, es más él mismo’’

The Art of Loving (El arte de amar) es uno de los títulos indispensables en la biografía del filósofo humanista alemán Erich Fromm (Frankfurt, Alemania 1900 – Muralto, Suiza 1980). Fromm es uno de más influyentes pensadores del siglo XX y gran filósofo y psicoanalista social. The Art of Loving (1956) recoge su particular visión sobre el amor y lo que esta palabra significa desde un punto de vista psicológico y reflexivo, más allá de connotaciones sentimentales. En esta obra, Erich Fromm ofrece descripciones teóricas y aplicaciones prácticas del amor en el sentido más amplio de la palabra, descripciones y aplicaciones que son cualquier cosa menos superficiales y triviales. Es importante señalar que Fromm traza una división entre los diferentes ‘tipos’ de amor u objetos amorosos. El alemán distingue cinco tipos de ‘amor’: fraternal, materno, erótico, a uno mismo y a Dios.

The Art of Loving no pretende configurar ni un manual ni una guía, sino que establece más bien un punto de partida que ha servido a varias generaciones para reflexionar sobre las raíces más profundas de este sentimiento. Fromm se las arregla para establecer algunas de las consideraciones que moldean (inconscientemente) nuestros patrones de comportamiento con respecto al amor. Las palabras de Fromm llaman a un replanteamiento del maltrecho estado en el que se encuentra la capacidad de amar en nuestros días: ‘‘La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción, el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad occidental contemporánea’’.

La obra de Fromm destaca por su intemporalidad, de tal forma que sirve para considerar la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea. En el capítulo tres se ofrece un sugestivo análisis del amor y su significado en la sociedad actual. En primer lugar, Fromm parte de la interpretación de la de la facultad de amar como un arte. Para Fromm, el amor no solo es una relación personal, sino un rasgo de madurez. Así pues, el amor no puede verse como una sensación placentera de autosatisfacción, sino como un arte hacia los demás que requiere un conocimiento y un esfuerzo. Esta interpretación contradice brutalmente lo que nuestra sociedad moderna nos induce a pensar: que el amor es pasajero y mecánico. Si partimos de la premisa de que el amor es una capacidad del carácter maduro, observando la sociedad actual es indudable que el amor es un fenómeno relativamente raro, dándose en realidad diferentes formas de pseudoamor. El autor compara este fenómeno con el espíritu de consumo existente hoy en día en occidente. Fromm sugiere que la estructura social, regida por el capitalismo, ha producido en el hombre la enajenación de sí mismo y de lo que le rodea. Según el filósofo alemán, el problema humano del capitalismo moderno es el siguiente: en un principio de supuesta libertad política y de mercado, el engranaje social precisa de mano de obra obediente y eficiente, pero al mismo tiempo de consumidores impulsivos y poco críticos, personas que se sientan libres e independientes que encajen sin dificultades en este sistema. Este panorama produce una situación de angustia e inseguridad que hace imposible superar una ‘‘separatidad’’ ante la que la sociedad ofrece muchos paliativos: la rutinización del trabajo, el consumo subversivo, el ocio prefabricado. Así, surge el problema de la llave de la felicidad como sinónimo de diversión, lo que se traduce en el actual afán por el consumo:

El hombre moderno está actualmente muy cerca de la imagen que Huxley describe en Un mundo feliz: bien alimentado, bien vestido, sexualmente satisfecho, y no obstante sin yo, sin contacto alguno, salvo el más superficial, con sus semejantes, guiado por los lemas que Huxley formula tan sucintamente, tales como: “Cuando el individuo siente, la comunidad tambalea”; o “Nunca dejes para mañana la diversión que puedes conseguir hoy”, o como la afirmación final: “Todo el mundo es feliz hoy en día” La felicidad del hombre moderno consiste en “divertirse”. Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente expectantes, los esperanzados -y los eternamente desilusionados-. Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo, tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio y de consumo.

De acuerdo con este enfoque, nuestro actual concepto de ‘amor’ se equipara con las condiciones mercantilistas que rigen nuestra sociedad, en unas relaciones que, lógicamente, tienden a ser más artificiales que reales. En otras palabras, el amor en el sistema capitalista tiende a convertirse en una actividad comercial más. Llegados a este punto, el autor advierte que se ha mantenido el error de pensar que el éxito del amor tan solo radica en la satisfacción recíproca en el aspecto sexual, cuando en realidad el problema es el ‘amor’ en sí mismo. Fromm profundiza en el tema al apuntar que se ha demostrado que los problemas sexuales más frecuentes no tienen su causa en el desconocimiento de la técnica adecuada, sino en las inhibiciones que impiden ejercer la facultad de amar. En este sentido, se insiste en la necesidad de comprender que un arte implica empaparse tanto de la teoría como de la práctica. Fromm discrepa así con Freud en cuanto a la importancia que este último le otorga al ámbito sexual. Según Fromm, el amor no es el resultado de la satisfacción sexual, por el contrario la felicidad sexual es la consecuencia del amor. Fromm considera que el amor como mera satisfacción sexual recíproca o como refugio de la soledad constituye dos formas de desintegración del amor.

En línea con este pensamiento, Fromm señala también que las sociedades contemporáneas han caído en el error frecuente de pensar que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto, cuando en realidad los conflictos de la mayoría de las personas son formas de evitar los verdaderos conflictos reales. En palabras de Fromm, el amor es un desafío constante, que parte desde el centro de nuestra existencia, en la experiencia de dos seres ‘‘que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos’’. 

En definitiva, esta obra de Fromm sugiere que el amor es la respuesta al problema de la existencia humana, la única resolución que es satisfactoria y cuerda. Fromm trata de explicar que el amor no debe ser tratado como un sustantivo o un objeto, sino como un verbo, una práctica que debe ser más o menos constante, fruto de un aprendizaje. Con este trabajo, Fromm sintetiza y perfecciona los principios teóricos acerca de la naturaleza humana que ya había abordado en obras como The Fear of Freedom (1941). The Art of Loving bien podría considerarse uno de los ensayos de psicología y antropología filosófica indispensables, un clásico de la filosofía humanista que conserva toda su frescura pese a su más de medio siglo de vida.

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