'Rumbo al mar blanco', de Malcolm Lowry

Rumbo al mar blanco

Malcolm Lowry

Malpaso

Tras largos años perdida, tenemos la ocasión de recuperar una novela de uno de los grandes del siglo XX.

Malcom Lowry (1909-1957), cuya errante vida estuvo marcada por su adicción al alcohol, conoció la fama en 1947 con la publicación de «Bajo el volcán», en la que narraba el proceso de autodestrucción por la bebida de un cónsul británico en una ciudad mexicana. Pero la azarosa vida de estas novelas comienza mucho antes ya que, según aseguró el autor, llevaba escribiendo intermitentemente «Rumbo al Mar Blanco» desde 1931.

 A principios de los años 40, Lowry se instaló en una cabaña frente al Pacífico con su segunda mujer, la exactriz norteamericana Margerie Bonner, donde se dedicó a escribir hasta que el 7 de junio de 1944 un incendio destruyó la vivienda. Su mujer pudo salvar, lanzándose a las llamas, el manuscrito de «Bajo el volcán» y el escritor intentó hacer lo mismo para rescatar el de «Rumbo al Mar Blanco», pero no lo consiguió y las mil páginas que había acumulado de esa novela acabaron convertidas en cenizas, según recuerda la editorial.

La pérdida de este texto atormentó a Lowry hasta su muerte, un hecho que recordó en varias ocasiones en su correspondencia en la que se afirmaba que el fuego le había impedido acometer su proyecto de escribir una trilogía que iba a llevar por título «El viaje interminable». Pero existía una copia de esta novela que el mismo autor había depositado años antes, en 1936, en la casa neoyorquina de su exsuegra, la madre de su primera mujer, la que fuera estrella de Hollywood Jan Gabrial, poco antes de trasladarse a México.

Durante cuatro décadas la copia de esta novela permaneció oculta hasta que, a la muerte de Margerie Bonner en 1988, la primera mujer del escritor, también fallecido, decidió sacarla de su escondite y mecanografiarla. Esa es la versión que llegó a los archivos de la New York Public Library y que ve ahora la luz en castellano, según explica la editorial en el libro, en el que se apunta que las disputas de las dos viudas por el legado de un autor ya mítico contribuyeron a sostener la fábula de una obra maestra irremediablemente perdida en el fuego.

¿Olvidó Malcolm Lowry la existencia de la copia que había dejado en Nueva York?: los expertos lo consideran improbable y creen que lo más verosímil es que, dado que nunca intentó reconstruir esa novela que fue idealizando a lo largo del tiempo, pudiera sentirse abrumado por la perspectiva de una tarea descomunal y prefiriese incorporar esa pérdida a la épica de sus heridas y frustraciones.

Si en «Bajo el volcán», que fue llevada a la gran pantalla por John Huston, Lowry relata la bajada a los infiernos en los años 30 del cónsul inglés en México, en “Rumbo al Mar Blanco” el escritor volvió a luchar contra sus demonios y sus propias incertidumbres ideológicas. Una obra protagonizada por un estudiante de Cambridge que quiere ser novelista pero que está convencido de que el libro que escribe y, en cierto sentido, su propia vida, ya han sido escritos por un autor noruego.

Un trabajo en el que se reflejan la biografía del autor cuya historia finalizó el 26 de junio de 1957 por una combinación de alcohol y barbitúricos, que fue considerado un accidente por los forenses.

Reseña:

Habrá quien opte por recordar su vida como la de un dipsómano sin solución que desperdició un talento abusivo para la escritura por su amor por la botella. Como también quedarán los que prefieran quedarse con la idea de que Malcolm Lowry (1909-1957) vivió inmerso en la práctica del más exagerado ejercicio de filantropía que estaba a su alcance: sacrificar todo lo demás por hacer de su propia existencia el caldo de cultivo de su obra.

Con «Rumbo al Mar Blanco» (Malpaso), que hoy se publica por primera vez en España, se cierra de manera póstuma la trilogía que en vida anheló Lowry para emular a la «Divina Comedia» de Dante, con sus particulares infierno, purgatorio y cielo. En ella narra, siempre usándola como depósito para sus sentimientos –que es lo mismo que decir aflicciones–, la historia de dos hermanos noruegos, Sigbjorn y Tor, que, tras una juventud sembrada de diferencias, se reconcilian después de sufrir el barco de su padre un accidente que ahogaría muchas vidas.

Lowry tenía especial fijación en este trabajo: comenzó a escribirlo en 1931 y siguió haciéndolo hasta que en 1944 ardió en la modesta cabaña pesquera de la costa de Canadá a la que se había mudado con Margerie Bonner, su segunda esposa, cuatro años antes. De nada sirvió que se dejase la piel de la espalda tratando de recuperar las mil páginas perdidas –sí consiguió salvar «Bajo el volcán», que se publicaría en el 47–. Suerte que años atrás había dejado en casa de su exsuegra una copia embrionaria de lo que finalmente debía ser su novela. Nunca lo recordó, no se sabe si por olvido o por lo que le abrumaba pensar en el arduo trabajo de reconstrucción que tenía ante sí. Parece esta última la opción más probable: ¿cómo desperdiciar la ocasión de engrosar la épica de una vida abonada a la desgracia?

No sólo las llamas de aquel incendio conforman la hostigada vida de Lowry, tan apegado a la tribulación que cuando no tenía problemas se los buscaba. Vivió 47 años, casi siempre al calor de un trago, hasta que el 27 de junio de 1957, durante una visita a su Inglaterra natal, una serie de circunstancias vagamente diáfanas se alinearon para alimentar el mito. Douglas Day y Gordon Bowker, autores de sus dos grandes biografías, conjeturan entre el ahogamiento en su propio vómito después de una melopea monumental, la sobredosis de barbitúricos y la posible responsabilidad de Margerie, que ese mismo día habría recibido amenazas de muerte por parte del a la postre finado.

Niño rico y consentido –sus cuidadores le daban una copa de vino para que se durmiese pronto–, tuvo todas las facilidades para armar un bagaje formativo con el que potenciar su innata habilidad para juntar letras. Estudió Filosofía en Cambridge y publicó su primera novela, «Ultramarina», en 1933, el mismo año que se graduó. Encontró una referencia en el novelista Conrad Aiken, del que quedó prendado tras leer su «Blue Voyage», y que influyó de manera incontestable en la redacción de su obra. También «The ship sails on», del noruego Nordhal Grieg, con la que Lowry colma sus ansias por encontrar faros con los que iluminar su zozobra, hasta el punto de que consideraba «Ultramarina» una mezcla de plagios de ambas lecturas.

Es con Aiken con quien, durante un viaje a España, conoce a Jan Gabrial, que terminará convirtiéndose en su primera esposa. El «ça va, ça va» con el que respondió a la pregunta de si aceptaba a Jan como esposa sirvió como preludio al abandono de su mujer, que no tardó en quemarse en el infierno del errático escritor, sólo capaz de amar sin ataduras su propia miseria. Se marcha a Nueva York y su marido, previo paso por una clínica de desintoxicación, cruza el Atlántico para recuperarla.

Ni sus tardes tocando el ukelele, ni su valor como golfista, ni su afición por otro líquido, el que llenaba las piscinas en las que infatigablemente nadó toda su vida, le sirvieron para evitar irse a Cuernava en 1936 a huir de la vida –le tenía miedo, como al fracaso o al sexo, según le dijo un doctor de Canadá a Margerie–. Allí enhebraría la trama de su gran obra, «Bajo el volcán», donde reflejó, empapado en litros de mezcal, su desamor con Jan.

Moriría el desdichado Lowry sin poder pasear con su título culmen bajo el brazo, pero en su tumba podrá congratularse de verlo ahora publicado en español, merced a que cuando en 1936 visitó a Jan en Nueva York, dejó una copia del libro en casa de su exsuegra. No sería hasta que murió Margerie Bonner, en 1988, cuando Jan se cercioró de que el legado de su exmarido le pertenecía ya en exclusiva y la transcribió para terminar entregándosela a la Biblioteca de Nueva York.

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