La belleza de la incertidumbre

Por Jorge Mur.

Su lengua materna es el inglés y no el japonés, así que incluso en Japón ―japoneses y extranjeros por igual― le formulan la primera pregunta a la que tiene que enfrentarse en la presente entrevista:

¿Quién eres y de dónde eres?

Shuji Moriwaki responde que tiene pasaporte japonés a pesar de haber crecido en Oriente Medio. «También pasé una larga temporada en el Reino Unido», añade, «y he trabajado y vivido en el sudeste asiático antes de trasladarme, por primera vez y hace siete años, a Japón, donde enseño inglés y fotografía, además de trabajar como fotógrafo independiente mientras navego por el país tratando de no comer demasiado».

He pintado y dibujado desde niño y, en ese tiempo, la cámara era otra herramienta más. Sin embargo, en algún momento me di cuenta de que era una herramienta bastante diferente porque me permitía hurgar en la vida de completos desconocidos.


¿Cómo es tu proceso de trabajo?

Empleo película. La película puede ser lenta, y el resultado es que el sujeto y yo hablamos durante más tiempo. Y no hablamos únicamente sobre la sesión fotográfica, sino que aparecen temas aleatorios de manera que, poco a poco, nos vamos conociendo.

Además, descubrí que las fotografías que más me gustaban eran las que no había planeado, es decir, las que habían sucedido naturalmente durante el curso de nuestra conversación. Entonces, en algún momento, dejé de planear, dejé de pensar en las fotografías y me centré en la persona con la que estaba. A menudo, la cámara se queda en mi bolso durante mucho tiempo. Llegar a conocerse, compartir comida, recuerdos y experiencias sin la presión de “hacer fotografías“; simplemente sentarse en el suelo y hablar. Con el tiempo, la conversación se vuelve más personal e íntima. Desarrollamos una confianza y ambos nos abrimos, compartiendo nuestras angustias y extrañezas. En cierto modo, esas conversaciones llegan a ser más importantes para mí que las propias fotografías, ya que las fotografías sólo me recuerdan el aspecto físico de la persona, mientras que las conversaciones me recuerdan quién era esa persona.

¿Modelos o gente corriente de tu entorno?

He trabajado con una o dos modelos, y les advertí que seguramente era mucho más lento de lo que están acostumbradas. Así que no tengo una preferencia, siempre y cuando sean personas interesadas en compartir historias y una mesa.

Además, vivo en Nagasaki, donde todavía quedan algunos sobrevivientes de la bomba atómica, y hablar y pasar tiempo con ellos y fotografiarlos me ha resultado tan gratificante como fotografiar a mis amigos.

¿Cómo describirías tu trabajo y tu estética?

Cercano, íntimo, personal, oscuro. Prefiero estar embarazado. Un momento cargado de posibilidades, donde lo que sucedió antes o lo que sucederá después no es seguro. Ese momento de embarazo antes de la caída, esa incertidumbre es lo que encuentro más hermoso.

¿Tus fotografías revelan tus sentimientos?

Espero que lo hagan. Más que eso, espero que muestren el momento antes de que se establezca una conexión, y de ahí los sentimientos, los míos, los de ella, en ese instante, como la ansiedad, la tensión y la esperanza de lo que sucederá después.
Estoy fascinado por el fuerte contraste entre la luz y la oscuridad con todos los tonos de gris intermedios, ya que eso refleja el rango de posibilidades cuando dos personas mantienen una conversación.

Un buen amigo me dijo una vez que mi trabajo más oscuro era más íntimo y más cercano, y que podía ver una distancia emocional más grande o brillante, lo cual pensé que era muy interesante.

Además, utilizo el aspecto de pantalla ancha, que proviene del cine, para introducir una sensación de tiempo y transitoriedad que espero haga que el espectador piense más en el antes y el después que en la imagen en sí misma.


¿En que lugares prefiere tomar fotografías?

En mi apartamento, supongo. Pero en cualquier lugar se puede mantener una conversación. Sería genial si tuviera ventanas grandes y bonitas y una luz hermosa, aunque eso es, en realidad, secundario debido a cómo disparo.

¿Dónde encuentras la inspiración?

En las conversaciones. Casi siempre son la razón por la que quiero sacar la cámara de mi bolsa.

Pasando tiempo conmigo mismo, ya sea vagando por las calles o sentado en el baño. En esos momentos las ideas vienen a mí, a veces grandes ideas, a veces ideas estúpidas que aún así son ideas. Lo más importante, sin embargo, es que estar solo me obliga a ser brutalmente honesto con mi realidad. La mayoría de las veces está oscuro y no es divertido, pero hasta ahora ha sido una parte muy necesaria de mi vida.

Leer y escribir. Leer me lleva a otro lado y deja que mi cerebro deambule. Escribir me ayuda a recopilar los pensamientos aleatorios que circulan por mi cabeza para darles un orden.


¿Cuál es el proyecto de tus sueños?

Un libro. Durante estos últimos años, mi trabajo ha sido expuesto en varias galerías y en un festival de arte internacional y, aunque fue algo grandioso, esa cuestión de la intimidad de las conversaciones regresó a mi mente. Un pequeño libro íntimo reflejaría la verdad del trabajo, la naturaleza uno a uno de un libro y su lector. Así que con ese fin comencé a realizar varios libros hechos a mano que se han convertido en mis proyectos de ensueño.

¿Qué otras pasiones tienes además de la fotografía?

Comer es una gran pasión. Otra alternativa es vagar y perderse. Vagar, sentir curiosidad y descubrir cosas nuevas en lugares que creía conocer muy bien.

¿Cuál es tu principal pregunta sin respuesta en la vida?

¿Que sigue?

La imprevisibilidad de la vida me fascina, ya sea buena, mala, fácil o difícil. Al final, sólo son pequeñas partes transitorias de una historia que se disfruta de manera global. En vez de distraerme con lo que vendrá después, sabiendo únicamente que algo va a terminar, me obligo a detenerme para disfrutar de la situación en la que estoy, sea buena o mala.


 
Más sobre Shuji Moriwaki en: https://www.shujimoriwaki.com/
Fotografías reproducidas bajo el permiso del autor.
 

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