Dos nuevos entremeses de Cervantes en conmovedora visión de Ernesto Arias

Por Horacio Otheguy Riveira

El gran actor Ernesto Arias lleva tiempo atendiendo labores de dirección de clásicos, y en esta tarea ya ha logrado notables triunfos, pero ahora queda muy evidente su evolución, a través de la restauración de dos nuevos entremeses de Miguel de Cervantes: La guarda cuidadosa y El rufián viudo llamado Trampagos. Un espléndido espectáculo con intérpretes maravillosamente cohesionados. Una puesta en escena donde la música, la coreografía y los coros conforman una espléndida función con la que el director rinde tributo al genial escritor, así como al carácter comunitario de la experiencia teatral con un «todos para uno, uno para todos» de conmovedores resultados. Arias dirige sin actuar, con un mimo y un respeto fascinantes hacia el texto y los intérpretes. Vaya hermosa conjunción de valores para detener el tiempo y hacer de la dolorosa soledad cervantina, una consagración de la esperanza.

 

 

Todo comienza casi a oscuras, en una noche fría junto a un pozo en una calle de Madrid, allá por mediados del s.XVI: los cuerpos de hombres y mujeres se juntan para darse calor, la noche vaga muy lentamente como un manto que a todos cobija; los rezagados buscan hueco que les permita dormir al abrigo de otros cuerpos. Es una noche muy bella que empieza al son leve de una guitarra acariciada por uno de ellos, mientras los espectadores se ubican en su butaca hablando en voz baja, contagiados por el ambiente de recogimiento conseguido por el sonido y la iluminación, y también las trazas de los personajes, apenas vestidos con ropa vieja o medio descosida, sucios sin tocar la supuesta agua que surja del pozo en que se apoyan, seguramente vacío, seco… La pobreza tierna que en la oscuridad busca el solidario apoyo de quienes tal vez huyan al despertar, o intenten hacerse con cualquier bolsa de dinero, o compitan por el amor de una muchacha…

La mañana llegará con su escándalo de voces o su murmullo de temores al ver pasar a un hombre descalzo cubierto de cadenas. El brioso sentido del humor del poeta no va a hacerse de rogar, y la comedia con su vaivén trágico que se niega a quedarse para siempre se expande en dos piezas breves bien mancomunadas. En la primera, La guarda cuidadosa, un soldado suspira bajo el balcón de una bella que se le resiste. Allí, atormentado por los celos del mero aire, ante la posibilidad de que otro le gane la partida, día tras día se esmera en que ella le escuche, le reciba, le lance tan solo una ligera promesa (fabuloso trabajo de Ion Iraizoz que conmueve aportando con gran riqueza de matices la torpeza infantil de un enamorado solitario), hasta que surge un sacristán con derecho a tener mujer, alguien con quien no puede competir, pues ofrece una seguridad económica y social de la que él carece.

El amor y el dinero, en una dependencia tragicómica permanente, y la hidalguía de una mujer que ha de vérselas con quien desee y cuando lo considere oportuno, son constantes en toda la obra de Cervantes, y que reaparece en el segundo entremés, El rufián viudo llamado Trampagos en el que se funde la miseria de una promesa equivocada con los desaires de la propia existencia, amarga y dura, también con dama solicitada, pero en un contexto muy distinto. Lo divertido de muchas situaciones adquiere profundidad dramática cuando asaltan las frustraciones a hombres y mujeres de la calle, del sin vivir viviendo… hasta que estallan en una gloriosa explosión de danza, canciones y afanosa búsqueda de una felicidad del momento, inmediata, por la que no pueda colarse la desdicha.

El trabajo de equipo resulta sobresaliente en una recreación histórica con una versión encomiable de Brenda Escobedo, pues lima, recompone y enriquece desde una perspectiva escénica que profundiza la voz de Cervantes, trayéndola al presente sin los ripios propios del estilo de su época, y con el suficiente lenguaje clásico. Sobre ese texto todos los participantes construyen y restauran bajo la elegantísima dirección de Ernesto Arias, quien se ha entregado a la puesta en escena de tal manera que por momentos podría ser cualquiera de los actores e incluso todos ellos aportando el sello indiscutible de su talento actoral. Al fin de cuentas, es un actor/director de escena que trabaja como si dirigiera una orquesta sinfónica, felizmente acompañado por artistas de gran talento en todas las disciplinas.

 

 

Dos nuevos entremeses, «nunca representados»:

LA GUARDA CUIDADOSA y EL RUFIÁN VIUDO LLAMADO TRAMPAGOS

Dramaturgia  Brenda Escobedo

Dirección  Ernesto Arias
Intérpretes: Ion Iraizoz, Juan Paños, Aída Villar, Nicolas Sanz, Marcos Toro, Pablo Rodríguez, Nicolás Sanz, Luna Paredes, Carmen Bécares, José Juan Sevilla, Carmen Valverde.
Coordinación artística Rosario Ruiz Rodgers
Ambientación Silvia de Marta
Música Eduardo Aguirre de Cárcer
Coreografía Javier García
Iluminación Carlos Díaz
Maestro de voz Vicente Fuentes
Taller de bufones José Troncoso
Ayudante de dirección Raquel Alarcón
Fotografía Sergio Parra
Teatro de la Abadía. Del 23 de noviembre al 10 de diciembre 2017.
 

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