La historia del matemático Srinivasa Ramanujan no puede contarse sino con un halo de mito, de asombro, como se suelen contar las vidas de los artistas: nació en 1887 en una familia Brahman, y no tuvo acceso a educación formal sino hasta la edad adulta. Para entonces, Ramanujan ya había desarrollado una compleja y fascinante obra, que sigue siendo desentrañada hasta nuestros días por científicos de diferentes ramas.

Algo que llama particularmente la atención sobre Ramanujan, aunque no tengamos conocimientos avanzados de matemática, es cómo la imaginación y la espiritualidad forman parte indivisible de sus razonamientos. Se trata de una obra que cimbró los cimientos de disciplinas que su autor ni siquiera había estudiado, algo que podríamos tildar de milagroso, a costa de dejar de reconocer la laboriosidad extrema de Ramanujan, quien produjo cambios importantes en las matemáticas teóricas aportando nuevas soluciones a viejos problemas.

En su libro The Man Who Knew Infinity, Robert Kanigel explica la particularidad de Ramanujan en el ejercicio de las matemáticas como una forma de expresar conceptos espirituales, filosóficos incluso, relacionados con la divinidad y con una absoluta devoción a ella. Aunque nació en un contexto donde la religión forma parte de la vida diaria de millones de hindúes, su interés abarcaba el pensamiento religioso de muchas otras culturas.

La intención de Ramanujan, probablemente realizada, pero interrumpida por su muerte a temprana edad, fue nada menos que la de formular el Absoluto, dios o dioses, de manera matemática; una intención análoga a la del físico con respecto a un fenómeno natural cualquiera.

En un afán parecido a la famosa teoría del campo unificado de Einstein, Ramanujan trabajó para crear una “teoría de la realidad”, estrechamente basada en la forma que el pensamiento religioso hindú conceptualiza la función del cero. Según dicho acercamiento, el cero no equivale a la nada o al vacío, sino a lo que Spinoza llamaría una “potencia”. A la noción de este cero como algo potencial Ramanujan contrapone (o multiplica) lo infinito, “todos los números, o cualquier acto individual de creación”, cuyo campo abarca precisamente el todo.

Al multiplicar el infinito (∞) por cero (0): ∞ x 0 = “la miríada de manifestaciones de esa realidad”.

Puede parecer abstracto, y parece una simplificación excesiva por diversos frentes, pero podemos aproximarnos a su interpretación de una forma menos árida pensando que la realidad es simplemente lo que hacemos de ella, tanto en nuestra posición de realizar “cualquier acto individual de creación”, como en el hecho de que formamos parte de todo lo creado. Otra forma de decirlo es que la realidad es aquello que ocupa su propio lugar: ese vacío pleno, esa nada desbordante en la que transcurre la vida.