Brigsby Bear (2017), de Dave McCary

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Tragicomedia en la que un veinteañero vive recluido con sus padres y es fanático de una serie infantil que se llama Brigsby Bear. Y a partir de aquí empieza el spoiler. Un día viene la policía, se lo lleva y él descubre que no eran sus padres sino unos señores que le secuestraron cuando era un bebé. Desde ese momento tendrá que rehacer su vida con sus padres biológicos, que a pesar de sus designios, están empeñados en que deje atrás su pasado y empiece de cero.
El enfoque del guion de Kevin Costello y Kyle Mooney es bastante inteligente, ya que a través de una ligera vuelta de tuerca convierte una historia convencional en algo verdaderamente mágico. La típica película nos mostraría el sufrimiento de esta persona para encajar en su nueva vida, blablabla, etc. Aquí el individuo que ha sido secuestrado, no sólo no quiere olvidar ese pasado, sino que quiere completarlo –terminando la serie que hacía su padre para él–. Esto desata un desbarajuste perceptivo tan grande que los de su alrededor no lo pueden entender.
La paradoja de que el protagonista disfrutó de Brigsby Bear durante su cautiverio es muy ingeniosa, pues genera uno de los aspectos más interesantes de la película: el choque que se produce entre lo que siente el protagonista que fue secuestrado y lo que la sociedad por defecto cree que siente o debe sentir, ya que la reacción general a este tipo de sucesos está preestablecida, siendo ésta negativa e incluso destructiva. Este dilema a su vez sitúa al espectador en una situación espinosa de ambigüedad, hasta el punto de que uno duda si el secuestro fue positivo o negativo.
En otra dirección también interesante, se desarrolla una situación especial en la que el protagonista es el único que ha visto la serie de Brigsby Bear, una serie que además fue hecha exclusivamente para él. Esto evoca todo tipo de sensaciones agradables y peculiares en el espectador contemporáneo, acostumbrado a ver series cuyos seguidores se cuentan por miles, y también colorea en gran medida la opinión sobre el secuestro y acentúa esa ambigüedad moral que mencioné antes.
Aunque tiene un buen puñado de personajes interesantes, lo que verdaderamente enamora es la ingenuidad y el buen corazón del protagonista. Podríamos decir que es optimista, pero más bien diría que es una persona que en el fondo está más allá del bien y del mal. Creativo, idealista, no guarda rencor a los padres, acepta las cosas como vienen y además cree firmemente en lo que hace y lo persigue hasta conseguirlo. Aquí la película lanza otras preguntas: ¿esa personalidad es fruto de la educación que recibió en su vida recluido? ¿Es posible que la educación que le dieron los padres a través de Brigsby sea mejor que la que hubiera tenido en cualquier escuela? Esto sutilmente también habla del poder de lo audiovisual y cómo puede entusiasmar y moldear a partes iguales.
Si bien es una película con algunos tramos ligeramente sensibleros y algo melodramáticos, no se puede negar que es muy conmovedora. Consigue impactar emocionalmente gracias a sus momentos genuinos y a la autenticidad que aportan los personajes y los actores. También pone sobre la mesa una serie de valores que se agradecen, como pueden ser la imaginación, la creatividad, la ingenuidad… En general, es una buena película.
Observaciones:
– Uno de los mejores momentos de la película es cuando le dicen que su padre hacía la serie y en lugar de entristecerse, se pone eufórico, ya que es algo muy valioso para él.
– Otro momento memorable es cuando va a la cárcel a ver a su padre y éste le empieza a explicar por qué le raptaron y demás, pero él lo único que quiere es grabar su voz para terminar la película de Brigsby.

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