Novena temporada de TOC TOC: una alegría loca, loca, loca

Por Horacio Otheguy Riveira

Increíble pero cierto, nueve años después TOC TOC mantiene su frescura y diversión en una adaptación española brillante e ingeniosa de la comedia francesa de más éxito internacional de la última década.

Esta versión de Julián Quintanilla ya se acerca al millón de espectadores. Sobre la misma base argumental han ido cambiando algunos actores, excepto Esteve Ferrer y Sara Moros; el reparto actual ya ha cumplido tres años, y logra tal precisión en el ritmo casi circense de sus atormentados personajes que no hay modo de parar de reír. Una fórmula muy exitosa que se debe en gran medida al talento de su protagonista y director, Esteve Ferrer, desde el estreno aportando un estilazo de clown a su personaje, que comparte con todos sus compañeros de escena.

 

 

Una comedia sin conflicto aparente, un disparate cómico que basa su acierto en la repetición de las fobias de un sexteto que espera, impaciente, la llegada de un psiquiatra con fama de genial. Tardaron meses en obtener la cita, y mientras éste se retrasa con una serie de excusas. todos los «neuras» se apañan en busca de soluciones para sus Trastornos Obsesivo Compulsivos (TOC). Casi sin quererlo, tras exhibir sus manías entran en una terapia de grupo que les ayudará a comprender que lo importante, lo único verdaderamente importante es «dejar de mirarse el ombligo».

Una catarsis compartida con los espectadores que identifican en los personajes a familiares y amigos hasta que van logrando una empatía tan importante que llegan a la conclusión que todos somos maestros del arte del TOC TOC, como si estuviéramos suficientemente pirados como para que nos encante una juvenil Carmen Sevilla cantando su célebre: Cabecita Loca, escuchada en la representación en un cambio de escena fundamental y luego al final, cuando las carcajadas ya se convierten en tiernas sonrisas con las que nos llevamos nuestras pequeñas locuras a buen resguardo.

Cabecita, cabecita loca, 
yo no tengo nada, 
nada en que pensar, 
nada en que pensar. 
Tú me dices cabecita loca, 
vas alborotando todo lo que tocas, 
y aunque lo pretendas, cabecita loca 
y aunque lo pretendas, tú no cambiarás. 
Tengo en la cabeza pajaritos, 
y la tengo llena de serrín. 
Tú tienes la culpa 
que viva loquita por ti. 
Ay, mira, mira, 
cabecita, cabecita loca, 
vas alborotando todo lo que tocas, 
pero yo te quiero, cabecita loca, 
pero yo te quiero cada día más. 
 

El autor Laurent Baffie vio esta versión y se quedó encantado, visiblemente emocionado: «Hasta ahora conocía las cifras, pero ver a los espectadores reírse y pensar que esto es así todos los días me hizo sentirme verdaderamente orgulloso, más aún al descubrir  que el público español es muy participativo y más caluroso que el de otros países». (La Vanguardia, 10 de febrero 2016). Es muy posible que este carácter participativo tenga que ver con la facilidad con que, en general, podemos asumir que un grado de locura es inherente a la vida cotidiana. Lo cierto es que la maestría de Esteve Ferrer en el personaje principal hace que su propia puesta en escena resulte clave para que todo el elenco se integre en el ritmo endiablado donde sus talentos no encuentren freno con personajes entrañables: el caballero que tiene el irrefrenable «don» de insultar por cualquier motivo o, preferentemente, sin motivo alguno; el muchacho tan flexible que parece de goma, capaz de trepar por los rincones con tal de no pisar las rayas del suelo; la bella chica que repite dos veces cuanto dice y cada tanto lanza un estrepitoso bufido animal; la señora impoluta que corre al baño cada vez que se cree próxima a una bacteria; la beata cargada de temores… y el desopilante «cabeza de familia», un taxista que todo lo calcula, lo cuenta, lo enumera, con una chispa insólita y un sentido del humor que guía, atornilla, desboca y frena toda la función en manos de un Esteve Ferrer que se divierte a lo grande: «Todos nos divertimos, de allí el éxito. Desde el primer momento a todos los actores les digo que la clave es salir a jugar, pero, ojo, esta capacidad de jugar en una comedia tan disparatada exige una disciplina férrea, todo está medido como si se tratara de una coreografía en un gran musical. Incluso cuando introducimos algo nuevo o de actualidad en el texto, va encajado como si formara parte de una partitura. Es muy difícil conseguir este ritmo imparable con situaciones que se repiten a lo largo de hora y media, y sin embargo al público le divierten hasta el último momento como si cada vez que los personajes exhiben su TOC lo hicieran por primera vez». (1)

En efecto, el logro está servido. He visto una representación de sábado noche, a sala llena, después de la función de tarde que también pegó el cartel de «No hay más localidades», y la Compañía se veía tan fresca como si empezaran en ese momento, una frescura que se transmite desde el principio, cuando se provocan las primeras tímidas risas y luego se desatan, capitaneados por un autor que escribió la obra a punto de cumplir los 50 años y está convencido de que la gente aprende mucho riendo con sus ocurrencias, algo clave en esta producción donde el juego casi delirante de todos los personajes se desarrolla en una inolvidable terapia tan revuelta… que hasta se permite una historia de amor.

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(1) Con larga trayectoria como actor (memorables Clowns y Sweeney Todd, donde además cantaba de maravilla, Esteve Ferrer tiene abundantes éxitos como director, entre los que destacan insólitos musicales como Atraco a las 3 y Te quiero, ya te cambiaré, así como varias puestas en escena en el Teatro Romano de Mérida, oscilando entre la comedia y la tragedia: Rómulo el grande y Antígona. En la actualidad es el responsable de la puesta en escena del musical La familia Addams, mientras prepara otra comedia musical bañada en ingenioso humor negro: El jovencito Frankenstein.
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Autor: Laurent Baffie
Versión castellana: Julián Quintanilla
Dirección: Esteve Ferrer
Ayudante de dirección: Sara Moros
Reparto, por orden alfabético: Carmen Arévalo, Esteve Ferrer, Laura Hernando, Sara Moros, Paco Obregón, Óscar Ramos, Ana Trinidad

Escenografía y vestuario: Ana Garay
Iluminación: Juanjo Llorens
Dirección de producción: Miguel Cuerdo
Producción ejecutiva: Elisa Fernández
Ayudante de producción: Sara Brogueras
Dirección técnica: Matías Carbia
Fotografías: Javier Naval

Comunicación: LAZONA (Pepa Rebollo)
Una producción de LAZONA y Marcus Teatral con Producciones Teatrales Contemporáneas y  Bitô Produccions
Teatro Príncipe Gran Vía, hasta el 29 de abril de 2018. 

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