Las estatuas son de carne y hueso

Por Dinorah Polakof.

Ni de mármol ni de madera. En la novela de Andrea Ferrari queda claro que las estatuas vivientes, aunque mudas, tienen mucho para decir. La autora de También las estatuas tienen miedo es una conocida traductora, periodista, novelista y escritora argentina que ha sido premiada en varias ocasiones.  Por su talento, ha recibido en 2003 el galardón del Barco de Vapor de España y el Premio Jaén de Narrativa Juvenil en 2007.

Estamos ante una novela de literatura infantil y juvenil con fundamentos para implicar también al adulto, pensar al adolescente actual, destacar valores esenciales. Y aunque la palabra “valores” asusta en el contexto del presente, es válido manifestar que el texto se encuentra muy alejado de una visión moralizante. Entonces, estamos hablando de buena literatura.

Florencia tiene doce años. Sus problemas se agigantan cuando el papá se va de la casa, a la mamá no le alcanza el dinero para mantenerlas a ella y a su hermanito, un bebé de pañales que come todo lo que encuentra y está empezando a hablar.  El personaje principal, una preadolescente que se cuestiona a sí misma de igual manera que a los demás, decide colaborar con el sustento del hogar. Para ello esboza un plan. Tan obsecuente resulta su deseo de obtener éxito que no reparará  en nimiedades hasta llegar a la meta: trabajar de estatua viviente, recabar lo máximo en monedas, entregarlas a su progenitora.

La historia es verosímil,  narrada en lenguaje coloquial rezuma en diálogos donde se dispara el buen humor. Sin evitar la confrontación natural entre dos generaciones, Florencia demuestra cómo el accionar dentro de un mundo ficticio y real, la libera de convenciones. Tira por el suelo cualquier sentencia del tipo “eres un/una irresponsable”. En su viaje de conocimiento interior derriba miedos e inseguridades confrontando a  su padre y a una tía. Como recompensa será  bendecida con la amistad de la estatua Rey y el amor de  un compañero de escuela.

Por otra parte, la trama que parece concluir en un lugar idílico está atravesada con el tema del trabajo infantil. Cuando se le pregunta a Ferrari si encontró dificultades en el abordaje del tema ella contestó que la protagonista es una preadolescente a la que se le ocurre trabajar de estatua viviente como una vía de escape de la situación que vive en su casa. El trabajo infantil es un tema complejo. En la novela aparecen contrastadas dos formas: el rebusque de Florencia como estatua y el de Pato, un chico que limpia vidrios en los semáforos. Sé que puede ser polémico, pero también es una realidad que los chicos viven todos los días. El problema está en lo que se espera de la literatura infantil. Hay quien busca siempre transmitir modelos, pero a mí me interesaba mostrar una realidad. *(Extracto de entrevista realizada a la autora por Silvina Friera: Página /12, Argentina, 15 de setiembre de 2006).

Asimismo, al revisar los títulos de Andrea Ferrari es posible constatar que escribe sobre infinidad de temas de los que no faltan los  controversiales. Solo resta buscarlos y leerlos: Aunque digas fresas; Café solo; El camino de Sherlock; El círculo de la suerte; El complot de las flores; Las mil y una noches de Irak. La guerra explicada a los chicos;  El diamante oscuro; El hombre que quería recordar; El increíble Kamil; La fábrica de serenatas; La noche del polizón; La rebelión de las palabras; La velocidad de la música; Las marcas de la mentira; Los chimpancés miran a los ojos; No es fácil ser Watson; La vida secreta de los objetos.

También las estatuas tienen miedo,  presenta una edición en Uruguay bajo el sello Saltamontes. Agosto de 2017. Distribuye Gussi.

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