José Luis Gil, Ana Ruiz y Álex Gadea en el más insólito triángulo amoroso del teatro

Por Horacio Otheguy Riveira

De amores imposibles entre avatares por donde desfilan actores engolados del siglo XVII, aristócratas que pretenden poseer a una señorita con abuso de poder, la espontánea comicidad de la gente de a pie, espadas que brillan en la noche, sangre, desolación, y muchos suspiros de amor donde parece que todo es llegar y besar el santo, libres los amoríos y la sed de aventura romántica. Y entonces brota como una fuerza de la naturaleza un amor que sólo por momentos conquista la tentación de la felicidad plena. Lo demás se nutre de la fuerza irresistible de la comedia y la poesía a cargo de un elenco formidable. Trepidante, divertida y emocionante versión de Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand.

 

José Luis Gil, Ana Ruiz y Àlex Gadea brillan con luz propia en el triángulo amoroso más insólito de la historia del teatro.

Desde luego hay que recalar en el año 1640 para regocijarse con los vaivenes aventureros en ambientes de guerra, de pobres y ricos, de nobles y plebeyos por el que discurre un triángulo amoroso sin igual, en el que un poeta pendenciero a la vez que teatral y exquisito como Cyrano de Bergerac se rinde a un amor incondicional invencible, sólo herido de muerte por una fatal emboscada. Así la historia conocida, vista muchas veces en el cine y el teatro, e interpretada en múltiples versiones a lo largo del tiempo. Como los grandes clásicos que nos emocionan con escenas y textos que conocemos de memoria, su capacidad de sorpresa radica en el aporte imaginativo de cada producción. La aquí presente, estrenada en Madrid tras muchas representaciones por distintas ciudades españolas, ofrece una mirada peculiar con un concepto fiel al espíritu del autor, en cuanto «comedia de espadas»: divertida, ágil, emocionante; con sus luchas cuerpo a cuerpo y su permanente juego de teatro dentro del teatro, todos representan algún papel y entre todos conforman una tragicomedia de amores imposibles que desafían el tiempo y el espacio porque en cada representación nos persigue la ilusión de que esta vez sí, claro que sí, la hermosa muchacha se rendirá al fantástico poeta sin importarle su grande nariz.

En la cima, José Luis Gil, el gran comediante que nos ha ofrecido inolvidables personajes con su punto peculiar de ironía y humor directo y socarrón, alternativamente (El gran favor, Ser o no ser, Fuga, Si la cosa funciona), consigue protagonizar su sueño mayor de joven estudiante de arte dramático. Al fin calza la nariz, las botas y la espada de Cyrano en un trabajo memorable desde que entra por el patio de butacas hasta que muere, bravío y nunca lastimero, en brazos de la enamorada que nunca llegó a besarle en los labios. Creación encomiable en todos los aspectos, que son muchos, pues la expresión de su cuerpo, de una flexibilidad asombrosa, va unida a los matices de una voz cautivadora, perfectamente elaborada para hacer suyas palabras que parecen escritas para él, que viene recitándolas desde la adolescencia:

Renunciaba a horas de juego con los amigos para estudiar Arte Dramático. Recuerdo bien cómo nos montaron algunas escenas de Cyrano de Bergerac como ejercicio y de cómo descubrí un personaje con un mundo interior tan lleno de ternura, valentía, frustración y melancolía —es decir, de vida— que me imaginaba dentro de su vestimenta dispuesto a vivir la aventura de su sufrimiento y la felicidad prestada que le proporcionaba vivir su amor a través de otro personaje.

A su lado, la hermosa, cándida, seductora sin el menor esfuerzo, y finalmente desolada Roxanne, la inconquistable, interpretada por Ana Ruiz (Historia de 2, Aquí no paga nadie, El galán fantasma), con quien ya habían formado una pareja fuera de serie en Si la cosa funciona, de Woody Allen. Menudo salto de una comedia urbana con insólito romancede cascarrabias entrado en canas salvado de la ruina por una jovencita llena de vida. Menudo cambio a esta genial tragedia romántica. Ana logra convencernos de la fragilidad de una joven radiante, la más deseada, poseedora de una belleza que sobrevuela el mundo entre poemas, atraída por un guapo soldado que simula escribirlos. Àlex Gadea, apuesto y seguro de sí mismo, sabe desmoronarse al descubrir la oculta pasión del señor de Bergerac, que tanto ha hecho por ayudarle en su propia seducción. Lo más importante, conceptualmente,  de esta versión es la pureza de los tres personajes, alejados por completo del menor resentimiento, ya que aportan la blanca energía de gente sin segundas, tan transparentes en sus emociones que conmueven por igual en una historia donde los únicos perversos son los aristócratas que les gobiernan. Y acaso el endiablado destino que les tiende crueles emboscadas.

El cuidado diseño de iluminación de Nicolás Fischtel conlleva buenas sorpresas, especialmente un telón imaginario que cae en momentos claves del espectáculo; el vestuario de Marie-Laure Bénard es buenísimo, lleno de curiosos detalles para cada personaje, especialmente fantástico sobre el cuerpo de Roxanne, ya que exalta su figura susurrando diversas emociones; la música de David Angulo lo tiene todo para encantar sin pasarse, es decir, sin buscar un estridente protagonismo. Desde el comienzo —con el público acomodándose escuchando la afinación de instrumentos de una orquesta que no se ve— qué bien sortea el peligro del subrayado chirriante, tan característico en obras de este tipo, además de acompañar con buen ritmo las situaciones dicharacheras, y alcanzar la emotividad con dulce elegancia.

Detrás de todos, el director Alberto Castrillo-Ferrer armoniza tendencias ya desde la traducción del texto original, volcado con gran sensibilidad en el arte de unificar estilos de intérpretes con gran experiencia en situaciones insólitas en sus carreras, como el cocinero, a ratos polichinela de la Commedia dell Arte, de Ricardo Joven, el dramático aristócrata de Carlos Heredia, quien esta vez cancela su fenomenal vis cómica, y las divertidas composiciones de Rocío Calvo. Pocos actores para muchos personajes, mucha imaginación en una producción que ha sabido resolver las muchas dificultades de una pieza histórica con tantos elementos en juego, logrando como resultado final en suma de aciertos que el texto de Edmond Rostand (1868-1918) luzca espléndido, suave y enérgico, entrañable siempre, con muchas secuencias divertidas capaces de encantar a públicos muy diversos, niños incluidos a partir de los 10 años.

Cyrano mira y resiste. Observa el rendido beso entre jóvenes provistos de una belleza inalcanzable. Besos y caricias que se exhiben impúdicas ante el amor incondicional de un extraordinario personaje que existió en el siglo XVII, aunque Rostand estrenara esta obra en 1897 con gran éxito.

 

Los maestros de esgrima (Jesús Esperanza) y lucha escénica (Kike Inchausti) dirigieron las precisas y preciosas escenas donde los actores asumen a personajes habituados a debatirse en el campo de batalla o en defensa de su honor en cualquier momento del día.

CYRANO.-                             Menos caro que yo, que al escribirlo no fui avaro,
                                               Puse alma, corazón, tinta… y tintero.
                                               Me lo leo a mí mismo y voy pagado.
                                               Me lo canto a mí mismo y voy sobrado.

DE GUICHE.-                          Sois orgulloso, señor.

CYRANO.-                                ¿Lo habéis notado?

DE GUICHE.-                          Si acertara a reprimirse
                                               Ese alma de mosquetero,
                                               tuvierais gloria, dinero.

CYRANO.-                              ¿Y entonces hay que rendirse?
                                               ¿Buscarme un protector, buscarme un amo
                                               Cual hiedra retorcida anclada a un ramo
                                               Agarrada, lamiendo la corteza,
                                               Reptar toda la vida con vileza?
                                               No gracias. Dedicar como hacen todos
                                               Versos a financieros, versos bobos
                                               Ser su bufón y así un día un ministro
                                               Os lance una sonrisa si os ha visto
                                               No gracias. ¿Y vivir tragando sapos?
                                               Contorsionarse, ser como un vil trapo
                                               No gracias. Lograr que diez botarates
                                               Aplaudan sin pensar mis disparates
                                               Vivir preocupado por las gacetas
                                               Sus viles alusiones indiscretas
                                               Ser miedoso, calculador, cobarde
                                               ¿Con mil visitas ocupar la tarde?
                                               Y con mi pluma escribir sus falacias
                                               Mi respuesta está muy clara: No, gracias.
                                               ¡No, gracias!, ¡no, gracias! y ¡No!
___________________
Ver también en CULTURAMAS, La estela de Cyrano de Bergerac por María Bravo.

Ver también en CULTURAMAS, entrevista al director Castrillo-Ferrer: Cyrano es una comedia de espadachines…
Y la página web de la Compañía, muy completa en datos históricos y sobre esta producción: La nariz de Cyrano

Autor: Edmond Rostand

Versión: Carlota Pérez Reverte y Alberto Castrillo-Ferrer
Traducción y dirección: Alberto Castrillo-Ferrer
Intérpretes: José Luis Gil, Ana Ruiz, Álex Gadea —alternando con Héctor González—, Javier Ortiz, Nacho Rubio. Carlos Heredia, Rocío Calvo, Ricardo Joven
Escenografía: Alejandro Andújar y Enric Planas
Diseño de luces: Nicolás Fischtel
Diseño de vestuario: Marie-Laure Bénard
Música y espacio sonoro: David Angulo
Maestro de esgrima: Jesús Esperanza
Lucha escénica: Kike Inchausti
Dirección de producción: Sandra Avella Pereira
Asistente de dirección y producción: Javier Ortiz
Diseño gráfico, proyecciones y fondos: Manuel Vicente
Teatro Reina Victoria de Madrid, desde el 15 de marzo al 30 de junio.
Teatro Cofidis-Alcázar. Del 18 de julio al 19 de agosto de 2018

 No hay función 5 de agosto. Funciones extra 7, 20 y 21 de agosto

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